Community Shield | Manchester 2 - Chelsea 2
El Chelsea saca músculo en Wembley
El fútbol primitivo de los de Ancelotti se lleva la Community ante un United espeso y tierno
Carletto Acelotti es, además de un notable técnico, un sobresaliente gestor de exclusivos geriátricos deportivos. Llegado del senil Milán regenta ahora el decrépito Chelsea. El primero destilaba fútbol achampanado, el segundo es un engendro musculado con un fútbol sudoroso parido por Mourinho. Apoyado en los pulmones africanos de Essien y Mikel, en su medular gobierna un decadente Lampard con más peso en el despacho de Abramovich que en el campo. Ayer la Trituradora de Stamford Bridge asfixió a un United tierno que intimida menos sin Cristiano Ronaldo ni Tévez.
Triturar.
El duelo se abrió con un gol de Nani, el jugador más similar a Ronaldo del que dispone Ferguson. Fue una maniobra clásica de extremo cambiado de banda: recorte hacia dentro y pegada seca con tres dedos a la cepa del palo largo. También fue la única concesión de Cech. Pese al contratiempo, el Chelsea no se alteró. Aplastó al United con un fútbol primitivo que se ahorra una medular huérfana de talento. Foster, sospechoso meta del Manchester, vivía tranquilo hasta que en un balón llovido en su área salió alocadamente regalando el gol a Carvalho. En el United su trivote (Park-Fletcher-Carrick) aguantaba las acometidas rivales desatendiendo al glacial Berbatov y al ardiente Rooney. Hasta que a los 72 minutos Lampard rentabilizaba otra escaramuza mientras Evra se retorcía en el suelo por un codazo de Ballack.
Entonces Ferguson recurrió a la vieja guardia: Scholes y Giggs. En el suspiro final el galés recogió una sandía en la medular y tras acariciarla con su zurda de terciopelo situó a Rooney ante Cech. Gol, empate y a los penaltis, donde la suerte sonrió al Chelsea. Un Chelsea que saca músculo como esos viejos culturistas que se niegan a reconocer el paso del tiempo. La sonrisa final de Carletto recordaba a la de Mourinho.
Recuerdo a Robson
Wembley recordó al recientemente fallecido Sir Bobby Robson. Los jugadores portaron brazaletes negros y se guardó un minuto de silencio que no fue tal, ya que los 72.000 espectadores ovacionaron al técnico con aplausos durante los 60 segundos.