"Me fui a Toronto porque me recomendó Miljanic"
Velázquez jugó en el Toronto Metros Croatia de abril a septiembre de 1978. Fue una experiencia enriquecedora que terminó por una lesión grave en la rodilla. El mítico jugador del Real Madrid cuenta para AS cómo fueron sus seis meses allí.


¿Cómo le dio por irse a Toronto a jugar?
Dejé el Real Madrid en el verano de 1977. Tenía dos ofertas de equipos españoles cuyas aspiraciones eran no descender. Así que me quedé sin nada durante unos meses. Hasta que me recomendó Miljan Miljanic, que fue mi entrenador durante tres años, a un amigo suyo. Se llamaba Míster Herak. Vino a verme y me ofreció irme a Toronto.
¿Así de fácil?
Primero me dijo que viajara a la ciudad, que viera el equipo y que si me gustaba, me quedase allí. Y así lo hice. Me informé de todo, incluso le pedí consejo a Juan Santisteban, que había jugado en la liga norteamericana.
Y decidió quedarse.
Sí, aposté por una aventura nueva. Me fui con Salcedo, del Atlético. Pero él se cansó pronto y se volvió. Dejé a mi mujer y a mis cuatro hijos en España. El pequeño tenía un mes y algunos me decían que había huido. El equipo se llamaba Toronto Metros Croatia. Se llamaba así porque el propietario era croata. El equipo estaba formado sobre todo de suramericanos y croatas, ¡claro!
¿Y cómo se comunicaban?
En inglés. Ya que fui allí tenía que estudiar inglés. Iba a clase todos los días. Era gratis y todo. Y lo cierto es que aprendí, pero nunca de manera perfecta.
¿Vivía solo?
El primer mes y medio estuve en un hotel, pero el resto de los seis meses que estuve me fui con una familia que tenía dos hijos y que me miraban raro porque jugaba al fútbol. Para ir a su casa me recomendó el médico de cabecera del equipo. Con él mantuve contacto hasta hace cuatro años o así.
¡Vaya aventura! ¿Contra quien debutó?
Contra el Washington. Recuerdo que se dio bien. De aquellos partidos me acuerdo de uno de manera especial. Me enfrenté a Beckenbauer, que jugaba en el New York Cosmos. Le saludé porque le admiraba profundamente y estuvimos hablando un rato.
Y usted qué era tan técnico, ¿no se desesperaba con el fútbol de allí?
Me desesperaba un poco. Para ellos es 'soccer'. Los futbolistas despertábamos curiosidad, pero al estadio sólo se acercaban unos cuantos. Allí es muy distinto. Te encontrabas con jugadores de tu misma edad. Yo tenía 34 por entonces. Aquellos equipos eran el ocaso de futbolistas ingleses y alemanes, sobre todo. Su asilo era Norteamérica, el lugar donde conseguían sus últimos ingresos.
¿Ganó mucho?
Tengo que reconocer que gané algún durillo. En España se hablaba mucho de lo bien que pagaban, pero tampoco era para tanto...
Si tan bien estaba, ¿por qué volvió a los seis meses?
Porque me lesioné. Un portero salió a destiempo, me dio un plantillazo muy arriba y se llevó la articulación de la rodilla. No fue una entrada violenta, pero me rompí todo. No pude acabar la Liga. Me operó un cirujano que, cuando regresé a España, me enteré que era una eminencia. Hizo conmigo una obra de arte.
Y por ese motivo acabó su sueño americano...
Pues sí. Pero pude volver a jugar al fútbol. Luego, un tiempo después y por jugar al golf, me volvió a retocar la rodilla el doctor Guillén y me la dejó de cine.
¿Le quedó algo por hacer allí?
Sí. Siempre quise conocer Vancouver. Tenía especial ilusión, pero nunca hubo nadie que me llevara y los partidos nos quitaban tiempo.
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¿Verá al Madrid hoy?
Por supuesto. Allí son muy conocidos, pese a la escasa afición que hay. Será un partido interesante de ver.



