Alberto Bueno empieza a deslumbrar en Íscar

Como dice la ranchera "rodar y rodar". Eso es lo que hizo ayer el Valladolid. Sólo es el comienzo, y es lo que hay que tener en cuenta. Los inicios suelen ser complicados, con pocas conclusiones que sacar. Demasiadas caras nuevas y demasiadas mezclas en dos onces titulares diferentes en cada tiempo. El partido se planteó de inicio con respeto y casi temor por parte del Íscar que no podía parar la velocidad por banda de Álvaro y Sergio García. La culminación llegó pronto, en el minuto 6 Alberto Bueno recogía un rechace de un disparo de Quique, se revolvía en un palmo de terreno y resolvía de chilena... Este no es Goitom. Aún así el Valladolid se empeñaba en buscar la jugada individual, lejos de la filosofía que le gusta imponer a Mendilibar; los Gatos se dieron cuenta de que no es tan fiero el león como lo pintan, tomaron el dominio del centro del campo y empataron, como no, a la salida de una falta lateral con cabezazo de Agust y no contentos con esto, intentaron la sorpresa con el gol de Viti de espectacular disparo a la escuadra.

Desde ese momento, temblaron los cimientos, nada parecía funcionar y el Valladolid se ahogaba en su falta de ritmo; hubieron de aparecer de nuevo dos genialidades primero de Quique y luego de Bueno para darle la vuelta al marcador y devolver cierta lógica al partido por la entidad de los rivales. En esta primera entrega se vio a Nivaldo un tanto perdido y a Pelé lento, pero seguro en el control de balón.

En la segunda parte, equipo al completo de refresco e ideas renovadas, lectura de cartilla por parte del técnico que exigió más juego colectivo y aplicación en la marca para que el contrario dejara de crear peligro; y a fe que el Valladolid lo consiguió. Dejó lo espectacular para mejor ocasión y se dedicó a la colocación táctica, con Medunjanin como director de orquesta, Marcos mandando y Manucho rematando hasta un gorrión que pasaba por allí, pero sin suerte