Copa Confederaciones | EE UU 2 - Brasil 3
Luis Fabiano y Kaká, mágicos
Brasil remontó a EE UU un 2-0 con dos goles del sevillista, pichichi con cinco. El madridista, que tiró del carro, elegido mejor jugador del torneo.
Luis Fabiano, pichichi. Kaká, confirmado líder, canarinho nuevo dios mundial. El sevillista, el madridista y Lucio, que culminó una remontada de dos goles, le dieron a Brasil su tercera Confecup y despertaron a Estados Unidos de lo que hubiera sido un sueño americano. Los yanquis están hartos de ganar Copas de Oro (tienen cuatro), que es como se le llama a la competición de selecciones de las Américas Central y del Norte, pero aún no habían llamado la atención overseas, más allá del charco, ese mundo del que los norteamericanos sólo quieren saber cuando invaden algún país o cuando ganan algo.
Y ayer por poco lo consiguen con el soccer, ese deporte al que tienen medio exiliado. Habían pasado 27 minutos pero parecían dos, y Estados Unidos se había puesto ya 2-0, en el camino del milagro. En África, tierra de magias que los europeos nunca podremos entender, el tiempo corre más rápido que la realidad. Será, en el fútbol, cosa de esas vuvuzelas que tanto aturden. Dempsey, un tipo con el don de la ubicuidad, al que unos minutos antes vieron despejando un balón en su área, acompañó un burocrático centro de Spector y Julio César se lanzó demasiado tarde. Luego, Donovan culminó un contraataque de manual, iniciado por él mismo u dirigido por Davies, ese demonio que amargó a España y que ayer casi repite con Brasil. Dos goles. Llegados al descanso, a Dunga sólo le quedaba encomendarse a los cracks.
Pareja letal.
Y así lo hizo. A pesar de las victorias, al técnico brasileño le han llovido más palos que otra cosa. Hay quien se marcha a Londres y se envicia con las fish and chips. Dunga, que jugó siete campañas en el calcio y ganó un Mundial a Italia, es un amante del catenaccio. Su Brasil no enamora. Pero cuando se tiene a Robinho, Luis Fabiano y Kaká, sobre todo Kaká, ganar se convierte en algo burocrático. Nada más comenzar el segundo tiempo, Luisfa agarró un centro difícil de controlar, se dio la media vuelta y batió a Howard. Minutos más tarde, el punta de Nervión tuvo el empate, pero Howard se la pilló.
Y parecía que no iban a volver a pillar al meta estadounidense, al que ayer no le bastó con la inspiración porque Kaká decidió tomar las riendas del partido, agarrar la pelota y hacer lo que hacen los Balones de Oro: insistir hasta ganar. Primero, el madridista provocó faltas peligrosas. En otras dos, no encontró rematador. Luego, (¿y dice que tiene que aprender a cabecear?) el madridista remató con la testa y el manual en la mano, al suelo, casi imposible de parar. Entre Howard y el larguero (aunque entró) evitaron esta vez el empate. A la tercera, en una arrancada por la izquierda en la que se deshizo de tres estadounidenses, Kaká la pusó al centro del área y Robinho la mandó al larguero. Pero Luisfa estaba por allí, al rechace, y llegó el empate.
Cuesta abajo Brasil, frustado EE UU, el 3-2 parecía cuestión de tiempo y llegó. Lo hizo Lucio, a la salida de un córner. Lucio abrazó a Elano, su asistente. Dunga, a Kaká, su salvador, su futuro. Sabe que con él está preparado para ganar el Mundial aquí en África, tierra de vuvuzelas que ayer le puso su última prueba, la más importante, y la superó. Pudo con el frío, con los malos hoteles y los atascos, con las garotas contoneándose y con los periodistas preguntándole a Kaká por el Madrid, club que ya espera a un crack en su mejor momento.
Davies, un demonio inquieto de 23 años que había amargado a España en la semifinal, prolongó sus momentos de gloria. ¿O será que es bueno? Juega en el desconocido Hammarby del desconocido fútbol sueco, pero nació en una ciudad que de EE UU que se llama Manchester. Igual, acaba algún día en el Madrid.