"Quitarnos las vuvuzelas, como quitaros los toros"

Nos adentramos en Andries (Johannesburgo), mar de fábricas, el gran complejo industrial del continente africano. Aquí se encuentra Lumos, una empresa de plásticos cuyo mayor sustento en estos meses de fútbol surafricano serán las famosas vuvuzelas. "Producimos entre 50.000 y 100.000 por mes. Unas 700.000 hasta que llegue el Mundial. Para que todos tengan su trompeta en los estadios", informa Julia, la dueña de esta factoría de paredes encaladas y olor a petróleo. Julia nos lleva a la planta de abajo, donde unos 60 trabajadores transportan, moldean e imprimen las vuvuzelas, y allí nos presenta a Sipho, su capataz y su amigo, currante y forofo que defiende la trompeta no sólo como seña de identidad, sino como elemento fundamental del fútbol Bafana: "Son parte de nosotros. ¿Les prohíben los toros a los españoles, por ejemplo? El fútbol sin ruido no es fútbol, es teatro. ¿Quieren un Mundial o un festival? Me alegro de que Blatter nos haya dado la razón".

Se calcula que 12 millones, uno de cada cuatro surafricanos, poseen al menos una vuvuzela. Sipho fue uno de los 30.000 que acudió con ella al Brasil-Suráfrica, convencido de que ayuda a los Bafana: "Tengo una colección de trompetas. Intento enterarme del color que llevará el equipo (además de a Suráfrica, Sipho apoya a los Kaiser Chiefs) y voy con una vuvuzela a juego. Su sonido embravece a los futbolistas, les ayuda a correr sin cansarse".

Las imágenes se suceden: Mica imprime una vuvuzela. Lio recoge una bolsa con cientos de ellas y las lleva a pintar. Aphid les da el último retoque... 15 trabajadores intervienen en el proceso de fabricación de Lumos. 1.500, en toda Suráfrica, tienen directa o indirectamente trabajo gracias a la trompeta. Julia asiente: "Lo importante son los puestos de trabajo. ¿Que a los jugadores les molestan las vuvuzelas? Que no piensen en los que se divierten, sino en los que viven de ellas. Y luego, si les duele la cabeza, que se tomen una aspirina".