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Real Madrid | La biografía de Kaká

Un plan de crecimiento le dejó en el Sao Paulo

LA VIDA DE KAKÁ (CAPÍTULO I). Ricardo Izecson dos Santos Leite nació un 22 de abril de 1982, en plena cuna de la Brasil de Zico. Su padre, ingeniero, y su madre, maestra, le permitieron crecer en un ambiente de familia acomodada, que se mudó a Sao Paulo cuando tenía cuatro años.

<b>SE PODÍA IR DE VACACIONES. </b>Kaká tuvo una buena infancia al pertenecer a una familia acomodada.

Su libro de cabecera es la Biblia y juega como los ángeles, mezcla de elegancia y precisión, un fútbol de otra dimensión. Kaká es distinto, de eso no hay duda. Distinto en todo, ni siquiera representa el clásico jugador brasileño salido de las favelas, curtido en la miseria. Kaká no. Su padre Bosco es ingeniero civil, y Kaká jamás pasó hambre. Ni mucho menos, nunca conoció la miseria.

En realidad la descubrió con doce años, cuando acompañó a su madre a un curso en las favelas de Sao Paulo. Ahí se dio cuenta de sus privilegios. Nunca pasó penalidades, lo que no le impediría años más tarde ser elegido por la ONU como uno de sus embajadores contra el hambre. Siempre ha sido un ejemplo para todos, y por eso también capitaneó una campaña de su iglesia Renascer contra las drogas.

Pero antes de hablar de Kaká estrella mundial vayamos al inicio. Ricardo Izecson dos Santos Leite nació en Brasilia el 22 de abril de 1982, justo poco antes de que la gran Brasil de Zico se estrellara en el Mundial de España con un fútbol de altísima escuela. Su madre Simone, maestra. Su padre Bosco, ingeniero civil. Vivió cuatro años en Brasilia para marcharse a Cuiabá por el trabajo de su padre y por fin a Sao Paulo. Y cuatro años tenía Kaká cuando la familia se instaló en la calle Monte Alegre, en el oeste de Sao Paulo.

Su apodo, Kaká. Por supuesto, uno de sus primeros regalos fue un balón, y ya en aquella época nació el apodo de Kaká que hoy da la vuelta al mundo. La imposibilidad de pronunciar el nombre de Ricardo para su hermano pequeño le obligaba a decir Kaká, y con Kaká se quedó. Lo cierto es que con una familia bien acomodada el brasileño se dedicó a los estudios, y en ningún momento parecía que el fútbol le terminaría por cautivar. Su madre le quitaba la pelota si no trabajaba, y quizá por eso empezó a mejorar en los estudios y en el balón. Más tarde comentó que le hubiese gustado ser ingeniero, como su padre. Pero no, Kaká entró en el equipo de fútbol sala del colegio Baptista Brasileiro, en el que le conocían como Ricardinho. Sus notas fueron excelentes, sobre todo en matemáticas y religión. Pero en el equipo de fútbol sala es donde Kaká empezaría a destacar más aún. En 1989 su madre le inscribió en la escuela de fútbol dirigida por el chileno Andrés Córdoba, y éste le llevó al Alphaville Tennis Club para que forme parte del Soccer Brasil, y así poder jugar su primer partido en el extranjero. En el torneo de La Serena, (Chile, 1993) terminó como máximo goleador. La mecha ya estaba encendida.

Demasiado frágil. Consciente ya de su potencial y poco después de entrar en el colegio Objetivo gracias a una beca de estudios, sus padres decidieron probar en el Sao Paulo. Allí Kaká sorprendió a los técnicos, pero había una pega: un retardo en el crecimiento de dos años le convertía en un crío frágil. Pero tenía tal calidad futbolística que el cuerpo médico del Sao Paulo le puso un plan específico de crecimiento y Kaká empezó a brillar. Jugaba con dos años menos que el resto de sus compañeros, y por eso en el juvenil se le veía mucho en el banquillo. Pero llego su momento mágico.

En la víspera de un partido el técnico del primer equipo, Valdao, pidió un medio y un delantero del juvenil. El técnico le dijo que le daría un delantero titular, pero que se conformara con un centrocampista suplente. Y allí fue Kaká. Una vez que le vieron entrenar con los mayores, jamás volvió ya al segundo equipo.

Pero no todo sería tan fácil. Incluso pudo quedar parapléjico tras un golpe en la cabeza en una piscina. Eso se lo contaremos mañana...