El Mallorca hurga en la herida

Liga BBVA | Real Madrid 1 - Mallorca 3

El Mallorca hurga en la herida

El Mallorca hurga en la herida

Triste adiós al Bernabéu. Juande desmoronó al equipo con los cambios. Obra maestra de Cléber

Juande Ramos, que logró el récord de 17 victorias y un empate en 18 encuentros, puede igualar dentro de una semana el registro histórico de derrotas consecutivas firmado por Carlos Queiroz, cinco. Y no se le podrá negar la responsabilidad en ninguna de las rachas. Afligido en los últimos partidos, ayer Juande decidió sustituir a Cannavaro a 35 minutos de la conclusión. Evidentemente, pretendía la protocolaria ovación para el italiano, pero adelantó mortalmente el homenaje. Con Javi García de central y Huntelaar relevado por Parejo, el Madrid se desplomó estrepitosamente. A los tres minutos se adelantó el Mallorca y sentenció a los quince. Tan fácil. Si retiras un tapón se vacía la bañera.

Está de más señalar que el Madrid no puede permitirse derrumbes parecidos y menos en el Bernabéu. No hay disculpa. No sirve escudarse en la falta de objetivos deportivos. El equipo, que vivió por encima de su posibilidades, se deshace ahora lastimosamente muy por debajo de su nivel. Sólo Higuaín, autor del gol local (suma 21), se rebela ante la tentación de una venta masiva. Los demás callan. O duermen.

Todo lo bueno que deparó el encuentro fue para mayor gloria del Mallorca. Y no fue poco. Cléber Santana, que en el Atlético quedó como el peor futbolista del mundo, ayer nos pareció el mejor. Así es el fútbol y así los que observamos. Es posible que dentro de algún tiempo Faubert regrese al Bernabéu con otra camiseta y se descubra como un extremo ágil y de sonrisa cautivadora. Quién lo sabe. Entonces sólo nos cabrá comernos el camión de nuestra indiferencia.

El caso, decía, es que Cléber Santana marcó uno de esos goles que justifican una carrera, por la ejecución, el rival y el escenario. Poco importa que el partido fuera de cartón-piedra. Cléber, tieso como un pianista, tomó un balón intrascendente y lo condujo hasta la portería contraria con un catálogo de finos regates y cambios de ritmo. Para finalizar nos obsequió con un disparo raro, que convirtió la bota en taco de billar. Y completó el retablo sin mover el bigote.

Trapos. Cuando Keita marcó un gol de talla similar comenzamos a sospechar. Tal vez la defensa del Madrid fuera de trapo. Quizá al ingenio de los rivales se sumaba el desastre de unos jugadores insoportablemente flácidos. Pepe ha dejado desamparada a esta defensa. Hasta Cannavaro lo ha hecho.

No hubo salvación para el resto del equipo, que acabó bailado por el Mallorca. El Bernabéu, que arrancó el partido con calvas, terminó entre pitos y abandonos. Luego Cannavaro dio la vuelta al ruedo, desconectado de la indignación por la derrota. Así se cierra el ciclo, vivo alguno y muertos casi todos.