Los trepidantes minutos iniciales del plantel victoriano, con los habilidosos Javi Guerra y Emilio como principales estiletes, no sólo lograron atemorizar a la defensa local sino que, además, en algunos momentos, la puso en un auténtico brete, aunque también con una vehemencia similar se emplearon en ataque los locales.

No obstante, las numerosas incursiones vitorianas en el área tinerfeña no supusieron peligro alguno para Sergio Aragoneses, novedad en el once inicial de José Luis Oltra, puesto que sus defensas se encargaron de deshacer toda acción de peligro, al igual que también ocurrió en el área de Bernardo.

Una vez superado este fragor inicial y con ambos equipos mucho más sosegados llegó el tanto local por mediación de Alfaro, que en el minuto diecinueve y casi que a placer, culminó una asistencia de Nino, al dejarle un franco balón ante Bernardo.

La réplica vitoriana fue inmediata e instantes después un cabezazo de Cuevas puso en serios aprietos a Aragoneses, pero el meta gallego adivinó claramente la intención de atacante y rechazó el balón.

El cuadro insular, embriagado por la recuperación momentánea de la segunda posición de la tabla, trató raudamente de sentenciar la contienda, y Nino lo pudo conseguir, pero no pudo precisar su disparo después de una escorada incursión suya en el área, aunque muy dificultado, en parte, por la presencia de Almirón.

En la reanudación los vitorianos intentaron emplearse con los mismos bríos iniciales, pero esta vez los defensas estuvieron mucho más solícitos en sus acciones, extremando al máximo la vigilancia sobre los escurridizos delanteros.

Esta solvente salvaguardia de los defensas locales sobre Emilio y Guerra se complementó con un eficiente acierto canario en ataque, puesto que en sus dos primeras llegadas anotaron sendos tantos.

Nino se resarció de su error en el minuto cincuenta y seis con un nuevo tanto para su cuenta particular, esta vez al culminar con un disparo raso un centro de Richi, mientras que Marc Bertrán, cinco minutos después, con otro gran tiro pero desde fuera del área, se sumó también al festín.

Con ambos equipos casi que ya resignados a lo acaecido tanto en el terreno de juego como en el marcador transcurrieron los minutos restantes hasta el pitido final, aderezado este periodo por el júbilo local por verse cada vez más cerca la cúspide final.