Última estación, El Madrigal

Liga BBVA | Villarreal 3 - Real Madrid 2

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Capdevila sentenció en el 89' tras un fallo de Casillas. Higuaín reactivó a su equipo hasta donde pudo. Bruno elevó al Villarreal. Partido sin pasión

Vaya por delante que no hubo nada ni ligeramente heroico en el partido y alrededores. Nada que permitiera adivinar los alicientes de cada cual. El Villarreal sólo estuvo a la altura de su objetivo, la Champions, cuando temió perderla, a media hora del final, quizá algo más tarde. El Madrid se comportó con cierta diligencia esta vez y podemos señalar que, en el rango de los entusiasmos, lució el nivel máximo de los que van a la oficina cada mañana.

El partido fue una vulgaridad, si somos sinceros, y proclamó campeón al Barcelona sin derramamiento de sangre, ni siquiera de ketchup. La anécdota, para quienes gusten, es que el equipo que aplazó el alirón del Barça lo propició seis días después y el Madrid no tuvo papel ni antes ni luego.

La realidad volvió a ser comida de régimen, lechuga sin sal. El Villarreal no necesitó de su versión más afinada para ganar al Real Madrid, que participa últimamente de la fragilidad de los equipos normales y corrientes, aquellos que pierden jueguen mejor o peor. La inercia ganadora de hace apenas tres semanas, esa inmortalidad, se ha transformado en una melancolía enfermiza y tuberculosa. La excusa oficial, y que todos damos por buena, es que ya no hay objetivos deportivos por los que luchar y buena parte de los jugadores siente en peligro su continuidad en el equipo. Sin embargo, cuesta entender que un futbolista no encuentre motivación en una bonita noche y en un campo cortado a cepillo. Inspiración infantil, si quieren, deseo de jugar a la pelota, sin más, sin la presión de los puntos, correr y respirar profundo. Pues no, el relax no existe, es sueño.

Cambio. Juande, otra víctima de la aflicción general, sorprendió de inicio al alinear a Van der Vaart por Higuaín. La medida admitía cientos de interpretaciones y pensamos, sucesivamente, que quería preservar al argentino del naufragio, rescatar a las mujeres y los niños o morir con bandas. Fuera lo que fuera, no resultó. Van der Vaart le puso ánimo y no llegó más lejos.

El Villarreal, por su parte, arrancó penalizado por un centro del campo que, sin Senna, aparece plagado de mediapuntas (Ibagaza, Cani, Pires), peligroso en los últimos metros pero insustancial en el resto de la pradera. Con eso le bastó para marcar el primero. Cani condujo un contragolpe, Ibagaza centró desde la izquierda y Pires cabeceó como un ariete irlandés.

Tras el descanso, Higuaín sustituyó a Huntelaar (o su fantasma) y el primer balón que tocó fue una asistencia a Van der Vaart. Pellegrini reaccionó colocando a Bruno en el timón y el Villarreal se descubrió de pronto con la espalda derecha. Aun así, fue necesario un regalo de Cannavaro para que Cani marcara el segundo.

A esas alturas el partido ya era una anarquía. Capdevila remató al palo, El Madrigal se despertó entre olés y Medina Cantalejo se arrancó. Primero pasó por alto un penalti a Higuaín y luego anuló un gol de Nihat que pareció cierto. A continuación, Higuaín empató en fuera de juego. Faltaban tres minutos y sobró uno. Casillas se comió un córner y Capdevila aceptó el convite. El mundo quedó en su sitio. Alirón, Champions y sanseacabó.