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Liga Adelante | Zaragoza 3 - Celta 0

Ander da a luz mellizos

En un par de minutos alumbró dos pases que fueron gol Victoria plácida frente a un Celta inocuo Volvió a marcar Ewerthon Y Vicente Pascual gritó su primero

<b>SIN LLEGADA. </b>Pulido trata de contener el avance de Dinei.
SIN LLEGADA. Pulido trata de contener el avance de Dinei.

Los dos primeros goles del Zaragoza tuvieron la doble virtud de solucionar la tarde y resumirla. Ambas jugadas construyeron un breve pero implacable tratado de las bondades de la pausa con la pelota y el uso del espacio sin ella. Hasta ese instante de epifanía, de luminosa revelación, el Zaragoza había extrañado la porción de calma necesaria para manejarse frente a la desigual maraña de formas contradictorias que presentó el Celta. Después de ese acceso de gol que patrocinó Ander Herrera, el equipo aragonés vivió uno de los encuentros más apacibles que pudiera imaginar a estas alturas. Mientras el Hércules y el Rayo goleaban con profusión y velocidad, el Zaragoza caminó con calma para resolver deprisa.

El Celta quiso proclamar la ley del embudo: el lado ancho para sí y el estrecho para el mundo. Tal idea la defendieron los del medio, pero los demás no se dieron por enterados. Sobre todo los del fondo. Aplicado en la tarea, Rosada le construyó al Zaragoza un angosto pasadizo a cielo abierto, trampa de generosidad disculpable porque en el fútbol, que se maneja en un orden moral distinto, el engaño forma parte de las estrategias. El Celta aleteó en un abanico que viraba del 4-3-3 con el balón a un 4-1-4-1 cuando era de propiedad local. Al Zaragoza le tomó cierto tiempo desbrozar las posibilidades ocultas en ese tapiz, lo que produjo una sensación como de inconstancia.

Eso sí, cada vez que el conjunto aragonés consiguió un trazo de juego que lo llevara al otro lado, le construía un problema inmediato al Celta. Ocurrió dos veces entre el minuto 18 y el 20, y ambas culminaron en gol movimientos prestigiados por la inteligencia del concepto y la sutileza de la ejecución. Tres desmarques consecutivos de Arizmendi, Ander y Ewerthon, todos al espacio, todos con sentido, concluyeron en un 1-0 sencillísimo para el brasileño, que no tuvo más que empujar un balón entregado con suma finura por Ander. Cuando la dificultad de la construcción se conjura con tal habilidad, la finalización se simplifica. Sobra la retórica.

Dos minutos después del primero vino otro más. Resultó que Ander había parido mellizos a los 19 años, de forma que el segundo se pareció un poco al primero, aun siendo diferentes. Las cosas de la genética. El toquecito ingrávido con el que Ander desairó a Jordi tuvo una delicadeza mortal. Fue un balón elevado al área en dirección al pique ventajoso de Ewerthon. El rematito escorado del brasileño traqueteó después de tocar en Jordi y quedó lloriqueando a la puerta del gol. Jorge López sólo hizo lo que cualquiera hubiera hecho al encontrarse una criatura tan dulce en su zaguán: arroparlo en las redes con un gesto paternal del interior del pie.

Sin peligro.

Y así, con naturalidad, el Zaragoza había solucionado el partido. El Celta no se salió ni un momento de su fútbol monocorde, afectado de asimetría: el interesante trabajo en el medio lo contradecía el gesto laxo de los cuatro del fondo, que concedieron espacio y tiempo. Pero, por encima de todo, el Celta se caracterizó por su absoluta inocuidad en el frente, a pesar de los buenos futbolistas. Toni Doblas se acomodó poco a poco en la favorable placidez de la tarde. La única llamada que debió atender fue un balón alborotado sobre el área pequeña que embistieron entre Noguerol y Jordi y frente al cual el portero sevillano se jugó un cuarto de su físico. No lo perdió y ganó la pelota. Lo demás fue apenas nada. Un disparo de falta de Jordi tan mal ejecutada que dio lástima.

Subido en esa tranquilidad, el Zaragoza buscó más goles sin mayor afectación. Siempre que rebasó la compuerta del argentino Rosada, pisó el área y olió la red. Songo'o vio pasar varios pero no llegó a atraparlos. Ander le dibujó otro a Ponzio, que la tiró arriba. Si Ander llega a dar a luz trillizos lo nombran ministro de Igualdad. A cambio, le hizo un caño de taco a Jordi de esos que sólo se ven en las maquinitas. Y cuando la cosa se acababa, Vicente Pascual alcanzó el tercero y se dio un alegrón colectivo. Después de tanto infortunio, lo merecía.