Liga BBVA | Sevilla 3 - Mallorca 1
Luis Fabiano se reivindica
La Champions, a un paso. El Mallorca duró 30 minutos.
El Sevilla tiró de su mejor versión, de su perfil más lujoso mostrado este año en casa para consolidarse en el privilegiado tercer puesto. Ofreció un catálogo de argumentos interesantes que acreditaron una actuación certera, digna de un equipo armado en su día para volar muy alto.
Supo reaccionar tras alargar la siesta. La inesperada mandanga inicial de los sevillistas la aprovechó Aduriz para ganarle la espalda a Escudé y poner una bomba en Nervión. Por segundos, los fantasmas revolotearon el Sánchez Pizjuán. Se esfumaron pronto, porque en breve se comprobó que sólo se trató de un despiste. El Sevilla se revolvió para desplegar su estilo más atrevido. Y lo hizo con la calidad de Kanouté, Capel, Navas y Luis Fabiano, curiosamente, lo que pide a gritos la corriente crítica que atosiga a Jiménez.
Al técnico le ha costado entender que este grupo se construyó para salir a arrasar. Para jugar con los asesinos extremos que posee y rematar el ataque con, posiblemente, la mejor delantera de Europa. Dejar a la estrella de la selección brasileña en el banquillo, como hizo en otras ocasiones, es una locura. Inexplicable. Sorprendente. El partido de Luis Fabiano fue sensacional. Exigió con un fútbol de oro su titularidad. Su calidad es asombrosa y se convierte en demoledora cuando acumula confianza, regularidad y se siente importante. Habrá que examinar la razón por la que este año su cuenta goleadora no ha estado a la altura de sus recursos.
Todos esperábamos al Mallorca con el pack de turista: chanclas, pantalones cortos, camisa floreada, gafas, gorrita, botellita de agua y plano de Sevilla. Pero, pese a sus buenas notas, prefirió pasearse con dignidad. Huyó de la comodidad y aprovechó el error inicial del rival, Jurado y Aduriz amenazaron con varias contras y Varela exhibió su poderoso lanzamiento, detenido por Palop. Tras el gol, dibujó un plan: cerrar filas atrás y golpear con salidas habituales. Sólo cuando detectó que el Sevilla no estaba para bromas y que su decisión determinante era ganar, perdió intensidad y sintió que aquella no era su guerra. Entonces, miró hacia otro lado. La tarde la adornaron los goles. Kanouté desplegó su ingenio y calidad en el lanzamiento del penalti, con paradiña incluida. Luis Fabiano irrumpió con la fuerza de un búfalo para llevarse por delante a tres defensas en su explosiva arrancada. Y Navas aprovechó sus cualidades para ejecutar con un fuerte zurdazo. El tercer puesto merecía una exhibición así.