Forlán saca al Atleti de un lío

Liga BBVA | Atlético 3 - Sporting 1

Forlán saca al Atleti de un lío

Forlán saca al Atleti de un lío

El uruguayo hizo un gol y dio los otros dos. Noche tensa en el Calderón. Los de Abel vuelven a la zona europea. El luchador Sporting se mete en descenso

No estaba la noche para florituras y no las hubo. El Atleti ganó a trompicones, sin brillo y con nervios, pero sacó tres puntos fundamentales para seguir soñando con la Champions y evitar la revuelta social en un Calderón que pocas veces se mostró tan dispuesto a tomar La Bastilla. A la tregua momentánea entre equipo, entidad y afición colaboró de manera inestimable el Sporting. Lo intentó con fe y durante casi toda la segunda parte vivió en el área de Leo Franco, pero a los de Preciado se les está escapando la permanencia por en el inicio y el desenlace: juegan bien, pero defienden y rematan como chiquillos.

Como era de esperar, al Atleti le pesó la bronca inicial. Protestas fuera del estadio, pitos, cánticos y pancartas dentro de él. Un castigo esperado y merecido, aunque a ratos cruel, tras la espantada de Santander y que debía medir la entereza de una plantilla bajo sospecha. El arranque no fue halagüeño, con el Sporting metiendo más intensidad y ellos ahogándose, un día más, cuando la pelota caía en su poder. Pero esta vez, las estrellas acudieron al rescate.

El primero fue Agüero, que ayer no predicó con goles sino con el ejemplo. Encaraba, recibía golpes, presionaba con intensidad, disparaba... Y con Kun enchufado, Forlán, que siempre lo está, se sintió más cómodo y empezó a aparecer por esa zona intermedia del campo que para él es una prolongación del área. Pero el gol no llegaba y la grada afilaba rimas y cuchillos, sobre todo tras un despeje de Leo Franco que golpeó en Lora y voló rumbo a la portería durante unos segundos que parecieron minutos. El curtido aficionado atlético se temió otro tanto de vodevil, pero el balón se fue fuera y, una vez más, la fortuna se alió con el poderoso en la siguiente jugada.

En una nueva exhibición de calidad y facilidad en la construcción de juego del Atleti, Ujfalusi soltó un pelotazo a ninguna parte desde su campo y el balón fue directo hacia Neru, que no acertó a despejar. La pelota le cayó a Forlán a 25 metros de la portería y el uruguayo soltó toda su rabia en forma de un derechazo que rozó en el gafado Neru y superó al indefenso Cuéllar. Ese gol fue un armisticio. Breve.

Era el minuto 27 y el Atleti vivió un rato de tranquilidad que permitió dos goles más. El de Simao, antes del descanso, tras una pared con Forlán y el del peleón Agüero, tras otro buen pase del uruguayo, nada más regresar de los vestuarios. Pero ni con el 3-0 llegó la paz al Manzanares, ya que Bilic sólo tardó un minuto en acortar distancias, revivir al Sporting y recrudecer la tormenta.

El resto de la segunda parte fue un catálogo de los problemas que asedian a ambos equipos. El Sporting, mucho más atrevido desde la entrada de Carmelo para acompañar al habilidoso Diego Castro y al insistente Lora, demostró que no le cuesta crear ocasiones porque sus mediapuntas tienen calidad y osadía, pero lo de marcar goles es otra historia. Siempre le falta un centímetro o le sobra un mal bote, así que rara vez tiene el premio que merece su despliegue. Y así ha caído en zona de descenso. Pero, por juego, debe tener esperanza.

Mal rollo. En cuanto al Atleti, al primer susto, le entró un tembleque avivado por la grada al grito de "mercenarios" y con una pitada desproporcionada a Pernía. Todos sus compañeros parecieron sentir la bronca como propia y el equipo se diluyó. La inocencia del Sporting evitó más daño que la exagerada expulsión de Simao, con dos amarillas discutibles en un minuto, pero la herida entre afición y plantilla está abierta.

Quedan cinco jornadas y estos tres puntos devuelven al Atleti a la zona UEFA y le reenganchan a la lucha por la Champions, pero no le queda ningún comodín si quiere reconducir su relación con la grada. Restan tres partidos en el Calderón y, ahora mismo, futbolistas y seguidores no pueden mirarse a los ojos. Los primeros cometieron un grave pecado y los segundos respondieron con inusitada dureza. Sólo la Champions puede arreglar lo que la permanente decepción ha destrozado.