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Liga Adelante | Real Sociedad 1 - Tenerife 2

Un Tenerife de Primera

Sensacional remontada en Anoeta que cimenta el ascenso.

Manoj Daswani
<b>LA FELICIDAD DEL GOLEADOR. </b>Alfaro acude a felicitar a Nino ya finalizado el partido. El almeriense, radiante, no disimula su alegría.
reportaje gráfico: amaia zabalo

Saben en el Tenerife que no habrá gloria sin sufrimiento ni ascenso sin sudor. Más todavía después de ayer, donde en Anoeta dio el equipo su paso más largo en la escalada a Primera. Con un rival que se jugaba todo a una carta, superó el cuadro de Oltra el examen más exigente de todos cuantos le han testado en esta fase de la competición donde las dificultades se multiplican y las adversidades se agigantan. Así, no es extraño que pareciera durante el partido que era el rival un muro y Anoeta, un fortín. Aún así, no hubo derrota... ni empate. De la final de San Sebastián sale el Tenerife disparado, tal vez con la sensación reconfortante de que nada ni nadie le detiene en una carrera donde empieza a cobrar una ventaja sideral, la que dan los puntos; y otra todavía más importante, la que otorgan las sensaciones. Se presume inabordable el conjunto isleño y tiene razones para saberse bueno, muy bueno, tal vez el mejor. Por lo pronto, ayer durmió líder.

Fue el choque ante la Real una prueba de fuego. Hasta que apareció Nino y tomó el partido tintes blanquiazules, pareció la contienda un combate vibrante, intensísimo, y de primeros espadas. Se apuntó como visitante el cuadro canario a un intercambio de golpes frenético, y si salió sin heridas fue de milagro. Un carrusel de clarísimas ocasiones de la Real bien pudo transformar el encuentro del todo hasta arrimarlo del lado vasco, si bien pecaron los de Lillo de una falta de puntería desquiciante. No se había jugado sino un cuarto de hora y ya se contaban por un puñado las aproximaciones fabricadas por Aranburu, sinónimo de peligro en un toma y daca que arrojaba oportunidades nítidas para los locales, y en cambio pobres para los foráneos. Tardaba en reencontrarse con su versión de siempre el cuadro chicharrero, menguado en el centro del campo por la superioridad numérica de un oponente que le ganaba la batalla.

Sucedió todo ello durante el acto primero, ahí donde quitó el conjunto de Lillo al de Otra a su mejor socio, el balón, provocándole hasta el descanso toda suerte de males. Con panorama tan sombrío, fue la mejor noticia el resultado. El empate sin goles alimentaba las opciones de un Tenerife al que el empate le valía, pero no le contentaba. Tal es así que salió a por todas en la segunda parte, aquella en la que el partido se lo apuntó el representativo con su versión más lúcida y pomposa, la de los mejores días. Primero salió en tromba y luego superó en plan campeón un golazo de Abreu que pudo cambiar el partido. Un penalti cometido sobre Kome y un manifiesto despiste de la zaga realista bastaron a Nino, un fuera de serie, para voltear el marcador y encumbrar a su equipo hasta las faldas del ascenso. Desde anoche, está más cerca.