Liga de campeones | Bayern Múnich 1 - Barcelona 1
Que pase el siguiente
El Barça se planta en semifinales como favorito. No hubo milagro alemán. Toni tuvo el 1-0 a los seis minutos, pero falló. Ribéry marcó y se esfumó
El único milagro alemán que quedará en la historia es el de la reconstrucción del país después de la II Guerra Mundial. Si alguien esperaba que el Bayern Múnich resurgiera del fango en el que se hundió hace una semana, en el Camp Nou, que lo nombren ministro de Economía, porque a optimista no le gana nadie; otro cantar es si posee algún signo de realismo.
El Barcelona se ajustó al guión prestablecido por Pep Guardiola, ayer espectador desde la grada, y se bastó con hacer algo que le sale como a nadie: cuidar la pelota. Ni salió decididamente al ataque, como había prometido su entrenador, ni tampoco se mantuvo replegado, porque no ha sido fabricado para eso. Este Barça tiene su razón de ser en la posesión del balón, e incluso en partidos de trámite como el de anoche sale airoso y deja detalles para grabar en vídeo. Ahora, en semifinales, le espera el Chelsea, vencedor de la épica eliminatoria ante el Liverpool, y quizás la primera prueba de altura en este camino tan sencillo por Europa.
El Allianz Arena es precioso, pero carece de la magia de aquel Olímpico muniqués donde en otros tiempos se enseñorearon Beckenbauer, Gerd Müller, Rummenigge, Augenthaler y tantos otros rojiblancos de los que imponían respeto y generaban admiración. Jürgen Klinsmann, a quien muchos ya veían como un cadáver incluso antes de la ida en el Camp Nou (4-0), anunció sus intenciones desde la alineación: más pendiente de la Bundesliga, donde aspira al título, el técnico reservó a los jugadores que arrastraban molestias (Oddo y Schweinsteiger) y dejó fuera del banquillo al único delantero suplente que había entrado en la convocatoria (Podolski). Si se trataba de remontar la goleada había que echarse en brazos de Ribéry y Toni, más la aportación que desde atrás pudieran hacer tipos más preparados para rascar, como Van Bommel o Zé Roberto.
Hizo todo lo posible Ribéry, el indiscutible crack de este Bayern, quien se llevó dos entradas groseras, de Alves y Puyol, ambas castigadas con amarilla. Pero no tuvo la noche Toni, que a los seis minutos falló un gol cantado, cuando pifió un cabezazo tras un centro de Sosa; quién sabe si ese gol madrugador hubiese cambiado el tono de los bávaros, que nunca llegó a ser intimidador más que en las patadas de Lell y Van Bommel. La llegada frustrada del italiano, un disparo alto de Ribéry y un discutible penalti de Abidal a Lell en el minuto añadido antes del descanso fue todo lo que aportó un Bayern que ni obligado a salir en tromba consiguió despeinar al Barça.
La reanudación llevó la esperanza al corazón de los alemanes. Zé Roberto metió un pase hacia la izquierda, Piqué se quedó muy atrás, rompiendo el fuera de juego, y Ribéry se quedó solo ante Valdés: controló, se frenó, aguantó más que el portero, lo venció con un toque suave hacia la derecha y marcó con una frialdad aterradora. Valdés concedió el primer tanto después de cinco partidos, desde que lo batiera Juninho, en la anterior ronda de la Champions, ante el Olympique de Lyon.
Xavi e Iniesta. No cambió el Barça, aunque en algunos planos servidos por televisión Pep Guardiola aparecía inquieto. Xavi e Iniesta continuaron fieles al libreto: tocar y tocar, mover al equipo de un lado a otro, buscar los espacios por detrás de la línea de contención del Bayern. Alves puso un centro precioso que Lucio le despejó con la cara a Messi en la boca del gol. Luego hubo otra jugada para la moviola: Piqué pareció agarrar a Toni hasta hacerlo caer en el área, pero el árbitro decidió que no había pasado nada, cuando acaso se agarraron entre los dos.
Y poco después llegó el golazo, el detalle para grabar del Barça: Iniesta, por la izquierda, tocó con Etoo, que le devolvió, para que Iniesta se la reenviase; entonces el camerunés buscó a Xavi, que con el radar encontró a Keita, autor de un zurdazo estelar desde fuera del área, imposible para Butt. Se acabó. Lo celebró Guardiola y lo sufrió Klinsmann, que quería un triunfo "para salvar el honor". Sabía que no habría milagro alemán. Ahora, que pase el siguiente, ese Chelsea.