Liga BBVA | Atlético
Al Atleti se le acumulan los problemas
Cuando parecía haber encontrado, al fin, su camino, el Atlético ha entrado en barrena. Sus dos últimos partidos han acabado en humillantes derrotas ante Mallorca y Osasuna, dando una imagen lamentable, y la Champions está ya a cinco puntos con nueve jornadas por disputar. En teoría, queda tiempo para reaccionar, pero las vibraciones no son buenas porque Abel tiene demasiados problemas y pocas posibles soluciones.
Agüero no es el mismo de siempre. Su nivel ha bajado y su futuro es incierto
Como es tan bueno, Kun sigue sacando conejos de la chistera, pero la frecuencia ha disminuido alarmantemente. La sensación es que está más fuera que dentro desde del día del Oporto, cuando interpretó la suplencia de Forlán como un detalle de la falta de ambición de la entidad, más pendiente de clasificarse para la próxima Champions que de llegar lejos en esta. Desde entonces, en Italia han arreciado los rumores, él no los ha desmentido con la contundencia de otras ocasiones y su rendimiento ha bajado. El Atleti puede enfrentarse a otro caso Torres al crecer más lento que su estrella.
La defensa, un desastre sin solución. Los fallos individuales son una sangría
Los dos primeros goles de Osasuna llegaron por errores graves de la defensa, el tercero por falta de concentración y el cuarto porque, simplemente, Pablo da lo que da y eso no es demasiado. Y éste es el principal problema, por mucho que se junten las líneas y el resto del equipo ayude con la presión, el drama defensivo del Atlético se produce porque tiene malos defensas. Así de sencillo y de irremediable a estas alturas. Y eso se traduce en groseros fallos individuales que cuestan goles. Por desgracia, de aquí a final de Liga no hay más solución que cruzar los dedos.
Abel no cambia. Los mismos errores que con Aguirre
La trayectoria de Abel, que sustituyó a Aguirre en la jornada 22, ha sido irregular. Sus retoques (presión y líneas más juntas) han sido mero maquillaje, porque los grandes problemas se mantienen: la defensa sigue siendo una verbena y el equipo sólo da la talla ante los grandes, sigue partido al jugar con cuatro atacantes y ha perdido el favor de una parte importante del vestuario. Lo cierto es que el actual Atleti es igual de poco fiable que el del mexicano. Se cambió de entrenador, pero todo lo demás sigue igual.
Otro año sin un cerebro y ya van... la plantilla está muy descompensada
El equipo tiene cinco pivotes, dos defensivos (Assunçao y Camacho), otro indefinido, (Raúl García), un absurdo error (Maniche) y una incógnita (Banega). Todo el mundo sabía que ninguno estaba capacitado para liderar al Atleti, pero los directivos no pagaron por Silva, Diego o Lucho y esto ha marcado la temporada. Si el rival deja espacios y asume el dominio, el Atleti sale rápido y encuentra a sus estrellas sin elaborar. Pero ante un equipo ordenado y que le ceda el balón, puede ni tirar a puerta, como pasó en Mallorca y Oporto. Y Abel no arriesga con Banega, la única esperanza.
El Calderón. La presión paraliza a los jugadores
El Atleti ha entregado media Champions en su casa ante rivales inferiores. Este año, Athletic, Valladolid, Getafe y Osasuna ya han puntuado en el Calderón. Abel se lamentó tras la última derrota de la actitud del público y aseguró que es contraproducente que Seitaridis, Pernía y Luis García reciban silbidos hasta por respirar. Lógicamente, la grada está harta y en cuanto el partido se tuerce, el ambiente se tensa. Como la plantilla no anda sobrada de futbolistas de equipo grande, la presión es insoportable para la mayoría.
Un vestuario sin líderes ni cohesión. No hay mal ambiente, pero van por libre
No hay mal rollo en el vestuario del Atlético. Ni bueno. Cada grupo va a su aire y, aunque no se lleven mal unos con otros, tampoco quedan para cenar juntos. Cordial indiferencia, podríamos decir. Con la llegada de Abel que dio la titularidad a Pablo, Raúl García y Antonio López, el sector español ha ganado importancia, pero no tiene el peso específico ni el carácter necesario para tirar del carro y contagiar ambición. El problema es que esta falta de cohesión se transmite al campo, donde nadie parece demasiado implicado y a menudo cada uno hace la guerra por su cuenta.