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Liga BBVA | Athletic 2 - Mallorca 1

Miserable, pero riquísimo

El Athletic gana sin merecerlo en una de sus peores noches. El Mallorca puso todo el fútbol y el remate.

Jose L. Artetxe
<b>EL PRIMERO. </b>Yeste recibe las felicitaciones de sus compañeros tras marcar el penalti que puso por delante al Athletic en el marcador.
EL PRIMERO. Yeste recibe las felicitaciones de sus compañeros tras marcar el penalti que puso por delante al Athletic en el marcador.

El Athletic sacó anoche tres puntos de oro macizo, por su valor intrínseco tal y como va el campeonato, así como por la manera en que se los arrebató a un Mallorca, ampliamente acreedor a dicho premio. San Mamés asistió a uno de los peores encuentros de los rojiblancos de la temporada, pero la afición se marchó encantada. Es muy difícil rentabilizar el trabajo como ayer hizo su equipo, pero a veces sucede. Se dirá que ahí radica la grandeza de este deporte, aunque un repaso mínimamente ecuánime del choque invita a una profunda reflexión.

La flauta sólo suena así de Pascuas a Ramos y aún queda mucho calendario. Una enmienda radical se antoja obligatoria porque se comprobó cómo se las gastan los rivales directos y jugando bajo mínimos será complicado ganar a nadie más. Queda dicho que el Mallorca se manejó con una dignidad y unos argumentos que resultaron apabullantes. El único pero que cabe poner a su labor se localiza en la puntería: remató veinte veces y sólo metió una. Increible.

De entrada, agradeció el Athletic la buena vista del linier y adquirió una ventaja inesperada, por temprana y cómoda. Era el primer balón en el área isleña y la mano de Ayoze fue nítida, pero había que verla. Eso fue todo por parte rojiblanca en la primera mitad en el plano ofensivo, muy poco, sobre todo si se opone en una balanza a cuanto probó el Mallorca.

Los hombres de blanco, que así vistieron los de Manzano, se pusieron manos a la obra tras el chasco y firmaron hasta media docena de llegadas de entidad ante Iraizoz. El anfitrión optó por cubrirse, cedió campo y pelota y quedó a la expectativa, intercalando algún envío largo a Llorente.

Los latigazos visitantes casi siempre tuvieron a Aduriz como protagonista. Primero, con escaso ángulo, obligó a Iraizoz a detener en dos tiempos, luego estrelló una volea en un lateral de la portería. Su tercer remate, el más claro: cabeceó con todo y con los centrales mirando un centro de Varela y se le marchó arriba, con Iraizoz absolutamente vendido.

Todo esto, en la primera media hora, dio pie a alguna queja de la grada, disgustada por una actitud reservona, temerosa quizás. En el centro del campo se impuso el sentido táctico y la contundencia del veterano Martí.

En síntesis: el Athletic se retiró al descanso sin haber acumulado los méritos que reflejaba el marcador, pero la fortuna jugó de su parte. Además, se pudo percibir cierto desánimo enfrente, como si la sucesión de ocasiones marradas fuese minando la moral de un conjunto acostumbrado a rascar en los dos últimos meses.

Igual.

Pero el Mallorca perseveró, continuó poniendo todo el fútbol, llegando arriba, rematando, combinando y cogiendo cada balón suelto. Su intensidad empezó a resultar excesiva para un Athletic que se limitaba a aguardar la posición en campo propio. Una vez retirado un disminuido Llorente, su presencia en ataque se redujo a menos que nada.

Y tanto fue el cántaro a la fuente que Jurado terminó por hacer justicia. Pero este término y el fútbol a menudo no casan bien. El minuto 83 fue paradigmático al respecto: Aduriz volvió a elevarse por encima de todo el mundo y cabeceó un córner que Iraola sacó bajo el larguero con Iraizoz superado. En la siguiente jugada, Javi Martínez puso el 2-1.

Era el segundo remate rojiblanco de la noche, pero al igual que sucediera en la primera mitad con el penalti, valió más que todo lo que sumó el Mallorca sobre la hierba. El fútbol, caprichoso él, premió con exageración al Athletic y propinó un severo castigo a un Mallorca que enseñó el porqué de su escalada.