fútbol | españa 1 - turquía 0
Suma y sigue en versión funcionarial
En un Bernabéu lleno y con un ambiente excelente antes del partido, España dejó una actuación muy por debajo de lo que venía siendo norma tras la Eurocopa. Fría e imprecisa, la selección encontró un triunfo de oro gracias a un gol de Piqué en una acción a balón parado al cuarto de hora de la segunda parte. Hasta entonces, Turquía había vivido tranquila y había tenido las mejores ocasiones ante una España que no mostró casi ninguno de sus rasgos más brillantes pero que no olvidó a la postre el más importante: su imparable inercia ganadora.
Una España oscura en muchas fases y poco más que funcionarial en las mejores solventó un nuevo escollo, uno de los más incómodos, en el camino ya totalmente cuesta abajo que le conduce de forma irremisible hacia el Mundial 2010. Con el rácano triunfo (1-0) en un Bernabéu ardiente primero, aburrido después y plácido al final, la selección suma y sigue además en una racha que amontona récords: ya son 30 partidos sin perder, a uno de la marca de Clemente, y diez victorias consecutivas.
Cuando casi nadie lo esperaba España se convirtió en un equipo tibio, casi tímido, sorprendentemente apocado. No fue España y ni siquiera fue capaz de buscarse. El equipo que tan bien acostumbrados nos tiene congeló esta vez un Bernabéu de aspecto imponente en una conspiración en la que participaron el clima, frío y desapacible, y la propia Turquía. El equipo de Terim se plantó en el campo con un plan claro. Salió a anular a España pero también a proponer juego, a tocar rápido, a buscar las cosquillas, casi siempre por la banda derecha con Tuncay y Nihat. Estrechó el campo defendiendo y lo ensanchó cuando atacaba con una ocupación óptima que hirió la asimetría de la alineación española. Por eso las ocasiones fueran suyas. Pocas, pero las mejores: en el arranque, Nihat remató raso y pegado al poste y Senturk probó a Casillas, que se estiró con mérito en una portería, la del Bernabéu, que es su casa, escenario de tantos milagros del guardameta que suma ya 90 partidos con la selección, cada vez más cerca Raúl e incluso, si nada se tuerce, Zubizarreta, hasta ahora inamovible con sus 126 partidos internacionales.
España, por el contrario, no tiró a puerta hasta que Torres controló y remató seco para obligar por vez primera al irregular Demirel. Era el minuto 42 y seguramente el dato explique por sí mismo todas las miserias del campeón de Europa que se dejó ir sin remedio hacia el partido que querían los turcos. Tocando lento y sin precisión en zona de nadie, muy lejos del peligro y buscando el área sólo en acciones de jugadores (Cazorla, Villa, Torres...) siempre demasiado solos.
Lo mejor llegó con detalles de Xabi Alonso y Xavi, ambos en perpetuo estado de gracia, pero ineficaces ante la falta de movilidad de los atacantes y la ausencia de socios en el centro del campo. El 'tiqui taca' se oscureció con Silva en el banquillo y Cesc e Iniesta fuera de la convocatoria. España no mejoró cuando por fin rompió la colocación demasiado paralela de Senna y Xabi ni cuando trató de adaptarse a un 4-1-4-1 que remediara su abandono de la banda derecha y las consecuencias de una organización que oscurecía el ataque y trababa el repliegue defensivo, un galimatías cuando Turquía subía una marcha en su ritmo. Sucedió pocas veces pero debieron ser aún menos porque, pese a los méritos del equipo turco, España demostró una superioridad evidente cuando se conectó al partido, encerró al rival y tocó con más brío en las proximidades del área. Todo bajo el mando de Xavi pero todo un espejismo que duró unos pocos minutos en torno a la media hora de juego.
Piqué encuentra petróleo a balón parado
Si el planteamiento de Del Bosque provocó dudas de salida, más lo hizo su persistencia en lo que no funcionaba tras el descanso. Aunque Cazorla, más voluntarioso que acertado toda la noche, puso un buen centro que Ramos no concretó, la mejor ocasión volvió a ser para Turquía, con un violento remate de Tuncay, una molestia tozuda para la joven pareja Albiol - Piqué, que salió por encima del larguero de Casillas.
El ritmo seguía siendo lento, por momentos indolente. España no masticaba el partido con su tiralíneas habitual sino que se enredaba en zona de tres cuartos como si el partido fuera un traje de talla equivocada con el que nunca se encontró incómodo. Las acciones de Turquía, también dosificadas en un duelo cada vez más espeso y aburrido, acababan también en el limbo pero destilaban más intención. El campeón de Europa se escasquillaba precisamente en el marco incomparable del Bernabéu y el equipo de Terim, meritorio en muchas cosas, perdió la ocasión de buscar la dentellada mortal. Evitó la guerra del K.O. y peleó por el triunfo a los puntos.
Y, claro, a los puntos se encontró con una España que se ha descubierto, Eurocopa mediante, como un equipo grande, que enamora cuando juega bien y salva los muebles cuando juega mal. Siempre con un denominador común: sumar. Por eso al cuarto de hora España se encontró con el gol sin merecerlo. Tantos y tantos grandes campeones suscribirían esta historia. El gol fue feo, como el partido, pero de oro, como los puntos. Ramos recibió en semifallo un centro al segundo palo y el balón atravesó el área para acabar en los pies de Piqué, que remachó a bocajarro. Poco después, la selección se reencontró también con un dibujo más simétrico y más natural para su esencia gracias al debut de Mata, que suplió a Villa. Y, de repente, el trabajo estaba hecho y las sensaciones mejoraron. El Bernabéu seguía sin rugir, pero al menos silbaba tranquilo: alivio en una noche difícil y diferencia sideral en la clasificación de un grupo en el que ahora es Bosnia la que más cerca (pero muy lejos) persigue a España.
Turquía resultó enormemente damnificada por un gol que anulaba su plan A y le descubría como un equipo sin plan B, ni siquiera la épica que se le reconoce a una selección pasional y aguerrida que rozó la final de la pasada Eurocopa. Los turcos no cambiaron de ritmo, no se lanzaron a por el empate. O porque no tenían armas o porque España ya se sentía ganadora o quizá porque había vivido con tanta calma hasta entonces que el susto de Piqué le dejó sin reacción, pasmada.
En el último cuarto de partido, España dejó detalles, intentó combinaciones en las que, sin la precisión habitual, se pareció al menos un poco más a sí misma. Mata se involucró al momento y Silva entró en el campo. Ambos rozaron el 2-0, igual que Xabi Alonso y Ramos. La excelencia, sin embargo, siguió por una vez en el limbo. Una España un poco más España siguió acumulando imprecisiones y fútbol plano, pero controló el partido y nunca ofreció resquicios para que Turquía se lanzara a por el empate. Pareció, y seguramente fuera así, que equipo y público entendieron que era una noche para cerrar la puerta cuanto antes con los puntos ya en la salita de estar. La historia de los grandes equipos se escribe así, entre noches brillantes y otras como esta, en las que también se gana y se mantiene una inercia de confianza y seguridad que permite un pequeño borrón del que nadie se acordará porque la realidad es dulce: la venenosa a priori visita a Turquía se afronta con 15 puntos tras cinco victorias en cinco partidos. Con Bosnia a 6 y los turcos a siete. Ese es, incluso en un día gris, el verdadero santo y seña del campeón de Europa.