Liga de Campeones|Oporto 0-Atlético 0
La despedida más triste
El planteamiento de Abel, demasiado conservador, lastró al equipo, que no tuvo ni una ocasión clara. El Oporto, que estrelló dos balones en los palos, pudo sentenciar en la segunda mitad. El Atlético se despide de la Champions sin haber perder ningún encuentro.
Triste despedida ha tenido el Atlético de Madrid de la Liga de Campeones. Los colchoneros, que tras sus actuaciones ante Madrid y Barcelona llegaban con las máximas esperanzas a este encuentro, fueron incapaces en los noventa minutos de hacerse acreedores de estar entre los ocho mejores del continente. Duele la eliminación, como duele la forma de producirse, con un equipo impotente, que mereció encajar más de un gol y que nunca dio sensación de creer en sus posibilidades. La falta de ambición acabó con el sueño rojiblanco.
La previa del encuentro dejó a la afición rojiblanca en estado de shock. Abel dejaba en el banquillo, en el partido más importante de la temporada, a su mejor delantero, al hombre que puede convertir en gol la más inverosímil de las jugadas. Diego Forlán no era de la partida, y la decisión del toledano recordaba a alguna de las locuras de Aguirre.
La presencia de un hombre más en la contención tuvo los efectos esperados en la primera mitad, y después de ver el comienzo del encuentro, el empuje con el que salió el Oporto, que fue brutal, la decisión de Abel había superado la primera prueba. El problema llegó cuando tocó atacar. El juego ofensivo del equipo colchonero se vio seriamente afectado, como es lógico si te falta uno de los mejores delanteros del planeta. El equipo no tuvo nunca la mordiente necesaria, ni siquiera transmitían los jugadores la fe necesaria en conseguir el objetivo con lo que había sobre el campo. Abel renunció al gol, y el fútbol le pasó factura.
Decíamos, el Oporto salió con todo a un Do Dragao que no registró una entrada todo lo bueno de lo esperado. Las aproximaciones al marco de Leo Franco comenzaron a producirse de forma ininterrumpida desde el primer minuto, pero los portugueses no dispusieron de ocasiones claras hasta mediada la primera mitad. Un buen Pablo, expeditivo lejos del área y seguro cerca de esta, y un Ujfalusi en la línea de siempre se bastaban para frenar las embestidas locales, que facilitaban la labor por el abandono al que tenían sometidas a sus bandas. Ni 'Cebolla' Rodríguez ni Hulk lograron abrir el campo y el Atlético, según pasaba el tiempo y comprobaba que jugaba más contra sí mismo que contra el rival, fue perdiendo el miedo y estirándose para buscar el gol.
Los rojiblancos fueron los primeros en avisar a Helton, que pasa por ser el peor portero de esta Champions con diferencia. Perea, en una de sus pocas subidas por la banda, probó suerte con la zurda en un disparo muy escorado que dejó entrever lo que se cuece bajo la portería del bicampeón de Europa. Corría el minuto 15, y de ahí en adelante el dominio del encuentro correspondió al Atlético, que trató de dormir el encuentro a base de toque y por momentos incluso parecía olvidarse de la obligación de marcar. No llegaron ocasiones claras.
La tarea era complicada, desde luego. Agüero, sobre el que se centraba toda la atención de la zaga portuguesa, estaba vigilado por tres hombres cada vez que recibía el balón, casi siempre de espaldas, y sus compañeros tampoco es que aprovecharan ese celo de la defensa con el argentino. Se echó de menos una mayor llegada de Raúl García, mientras que Maxi demuestra que cada día está más lejos de aquel jugador atemorizaba con su sola mirada.
Y cuando las pulsaciones de los más de 3.000 aficionados colchoneros comenzaban a disminuir, llegó el gran susto de la primera parte, en una volea de Fernando, que cazó un rechace y obligó a Leo Franco a realizar el paradón del encuentro. El meta seguía con su gran momento de forma. Todo lo contrario que Helton. Por el camino quedó un posible penalti a Simao, difícil de ver hasta por televisión, pero al descanso el Atlético estaba muy vivo. Lo hubiéramos firmado antes del encuentro.
Leo Franco mantiene vivo al Atlético
La reanudación del encuentro mostró a un Oporto mucho más comedido, con un ojo en el crono, con más miedo a perder que confianza en lograr la victoria. El Atlético, por el contrario, escogió el único camino que le quedaba, el que terminaba en la portería de Helton. Pero la voluntad no lo es todo, y esa era prácticamente la única virtud colchonera.
Poco después de reiniciarse el juego Abel dio entrada a Forlán, cuando los ánimos rivales y las necesidades propias no daban otra opción. No mejoró en exceso el juego. A Maxi, por cierto, le sentó el cambio como una patada en ciertas partes, y se encargó de mostrarlo con su reacción. Pero lo importante ocurría sobre el césped, donde Simao y Sinama pasaban casi desapercibidos. Sin bandas, las posibilidades de este Atlético se reducían notablemente ante un Oporto bien plantado, y ni el ímpetu de Forlán pudo solucionar eso. Después de 20 minutos la mejor ocasión rojiblanca había llegado en un córner (que regaló un cómico Helton) rematado por Pablo. Demasiado poco para merecer estar en cuartos de la Liga de Campeones.
A todo esto se sumaba que el Oporto iba recuperando la autoestima poco a poco, y creando peligro a balón parado principalmente. La defensa atlética comenzó a dar los primeros síntomas de debilidad, y Leo Franco volvió a ser salvador en un remate de Rolando a la salida de un córner.
Lo que siguió fue aún peor. Un más que posible penalti sobre Lisandro que Pieter Vink tampoco pitó. El Oporto se venía arriba y acto seguido Lucho a punto estuvo de sorprender a Leo franco al rematar uno de los muchos rechaces que la defensa colchonera dejaba en la frontal de su área. Poco después un córner botado por Cristian González se estrelló directamente contra el larguero. Y el torrente continuaba. Lisandro rozó el gol tras superar a Leo Franco, pero su disparo, muy escorado ya, se estrelló en el palo.
El Atlético simplemente no podía. Abel, que ya había dado entrada a Maniche, recurrió como último cartucho a Miguel de las Cuevas, pero bastante tenía el equipo con mantener el resultado a la espera de esa última oportunidad que la fortuna siempre brinda. Pero ni siquiera eso ocurrió. Sólo en los últimos minutos el Atlético tuvo encerrado al Oporto, pero no fue capaz ni de crear ni de encontrar esa última opción. El Atlético dijo adiós a la competición más grande de mala manera, y lo más curioso, sin perder un solo encuentro.