Liga de Campeones | Panathinaikos 1 - Villarreal 2
El Villarreal sube del infierno al cielo
Tras una primera parte pobre, el Villarreal decidió en una gran segunda mitad. Ibagaza, enorme, marcó un golazo y dio el segundo a Llorente. Mantzios hizo el empate para el Panathinaikos. El árbitro anuló un gol legal a Ibagaza con 0-0.
El 86 cumpleaños del Villarreal será recordado siempre como uno de los días más importantes en la historia de este modesto club del Levante español. El calendario había hecho un guiño al conjunto castellonense colocando en tan señalada fecha el choque, y la jornada salió redonda. El fútbol, caprichoso en tantas ocasiones, fue al fin justo y ganó el equipo que simplemente era mejor. Hubo sufrimiento, quizás menos de lo esperado por el miedo al tan manido infierno griego, pero finalmente los de Pellegrini ingresan en el lujoso club de los ocho mejores equipos de Europa.
La primera parte del encuentro tuvo tan poca historia como juego. El choque no respondía a las expectativas de unos octavos de final de la Champions. Los griegos, sabedores de su fortaleza en casa, no estaban dispuestos a arriesgar el empate logrado en la ida con el mínimo esfuerzo, y pusieron todo el empeño en limitar las ofensivas visitantes. Sólo en tramos puntuales del choque, los pupilos de Ten Cate trataron de buscar la portería de Diego López, timoratos ellos, y esperando poder sacar una buena falta para aprovechar la estrategia.
En ciertas dosis, la actitud 'valiente' de los locales podía venir bien al Villarreal, que podría disponer de mayores espacios. En principio, porque lo que se vio fue bien diferente. El Villarreal se estancó en el toque ante un Panathinaikos bien plantando atrás, y que logró maniatar a los castellonenses con una fórmula sencilla, muchos efectivos tras el balón. Los de Pellegrini no supieron encontrar solución al atasco creado en el centro y con las bandas inoperantes la única alternativa que quedó fueron los tiros lejanos. Así llegaron las tres primeras ocasiones, si pueden llamarse así, de los españoles en este periodo. Las dos mejores las tuvo Nihat, pero sus lanzamientos, siempre forzados, causaron escaso peligro.
La presión del rabioso público griego fue constante durante todo el choque. Aunque la distancia de las gradas con el campo no ayuda, la sensación de estar en un auténtico infierno era palpable hasta por la tele. El Villarreal siguió impasible con su plan de trabajo, toque como somnífero para los cánticos locales y a encontrar un hueco. Los helenos tuvieron también sus opciones. Una falta lanzada por Karagounis a punto estuvo de adelantar a los griegos, que se envalentonaban por momentos y se iban cada vez más al ataque. Aprovechando este factor, en una buena contra guiada por Ibagaza, pudo y debió el argentino hacer el primero para el Villarreal. Y no lo hizo por una incomprensible decisión de Massimo Busacca, que anuló un tanto completamente legal tras un error garrafal de la defensa griega.
Pudo terminar peor la primera parte, pero Diego López volvió a salvar los muebles a su equipo al salir victorioso de un mano a mano a un Mantzios que no tenía hoy su mejor día.
Ibagaza decanta la balanza
Si la primera parte, salvo los últimos minutos, fue un encuentro más propio de dos equipos que no se juegan nada, la segunda mitad fue todo lo contrario. A los cuatro minutos de juego, el Villarreal exhibió su mejor fútbol en una jugada perfecta que culminó Ibagaza con un zurdazo complicadísimo que terminó alojado en la escuadra derecha de la portería de Galinovic. Imparable. Por fin podían los jugadores visitantes sacarse toda la tensión acumulada, pero la alegría duró poco.
Nada más encajar el gol, el Panathinaikos se lanzó en tromba a por la igualada. La tormenta que se avecinaba hizo recordar a todos que lo que quedaba por delante sí que sería un largo infierno. El empuje griego se hizo insoportable, tanto en el césped como desde la grada. La defensa española no exhibía su mejor nivel, con desajustes y despistes constantes. Al final la resistencia duró menos de lo esperado. Sólo seis minutos después, en un córner botado por Karagounis (¿Quién si no?), emergió por encima del resto la figura de un monumental Mantzios, que puso el empate con un gran testarazo. Las gradas se tiñeron de rojo bengala. Estadio sin ley.
El encuentro enloqueció con el empate. Las idas y venidas se sucedían. Unos, los amarillos, atacaban con la cabeza, pensando con frialdad cada movimiento, fieles a su estilo, a pesar de la tensión del momento. Los otros, lastrados por sus condiciones, lo hacían más con el corazón, empujados por una legión de seguidores. Ambos tenían por el momento escaso éxito.
A veinte minutos del final, más de uno comenzaba a pensar en la tortura de la prórroga. Iba camino de ello el encuentro, pero en ese momento volvió a aparecer la figura del gran Ibagaza. De nuevo en una contra, esperó el momento oportuno, le envió el cuero a Llorente, que casi no la había tocado, para que el vasco, en dos movimientos certeros de control y disparo, entrara en la historia del 'Submarino' como el héroe de Atenas.
El gol terminó con las esperanzas griegas por completo. El tiempo que restaba para el pitido final, el que separaba al Villarreal de estar entre los ocho mejores del continente, ni siquiera fue de un gran sufrimiento. Sabían los locales que sólo un milagro haría posible los dos goles necesarios para continuar el sueño que era ya estar en octavos. No se produjo, como era de esperar, y el Villarreal espera ya rival para los cuartos de final de la Liga de Campeones. Que pase el siguiente.