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Liga Adelante | Zaragoza 2 - Hércules 2

Nada ganado, nada perdido

Pelea nula entre aspirantes. El Zaragoza perdonó y el Hércules remontó con gran fútbol. Delibasic y Farinós, soberbios. Zapater salvó un punto de falta

<b>EL 1-1. </b>Fernando Sales supera a López Vallejo con una vaselina que supuso el empate a uno.
EL 1-1. Fernando Sales supera a López Vallejo con una vaselina que supuso el empate a uno.

Al Zaragoza le amaneció el partido soleado, pero para cuando acabó la tarde cubría el campo una indudable sombra de decepción: había vuelto a quedar en deuda con su hinchada. Es obvio que el esfuerzo del ascenso reclama unidades, pero las proporciones son las que son: en una victoria hay dos partes de fútbol, una de fortuna y otra de apoyo de la grada. En La Romareda se cortó la mayonesa. El Hércules salió vivo de de su titubeante inicio y se recuperó del 1-0 con un ejercicio largo de fútbol que dejó en muy mal lugar al Zaragoza, culminado en un periodo breve de gol: en dos minutos, Fernando Sales y Delibasic le revolearon la ventaja. La cuenta final no nos dice nada que no sepamos del equipo aragonés, siempre fiel a su modelo de comportamiento errático. Mientras, el Hércules da la impresión de caminar con tranco de Primera.

La ciclotimia aragonesa presenta compases diversos: se da por semanas, de un partido a otro y en el mismo encuentro. Su fulgurante salida de ayer, trazada con un fútbol vertical que le remojó las barbas a Calatayud y quedó subrayado con el temprano gol de Ewerthon, derivó luego en una exhibición del Hércules, quizás el equipo con más valores que ha visto La Romareda este año. Le discutirían esa consideración el Xerez y el Huesca. El equipo de Mandiá encontró primero suerte, luego fútbol y, más tarde, gol. Se dejó la victoria porque Zapater rescató de tiro libre (quizás la única posibilidad para el Zaragoza a esas horas) un empate que tenía cierta justicia retrospectiva. Pero a Mandiá le hizo crecer a Mandiá una evidente insatisfacción. Los juicios tienden a posarse en lo cercano, la segunda parte del Hércules. Pero si Mandiá levanta algo más la vista, encontrará en el corte más alejado de su recuerdo la fila de ocasiones inconclusas del Zaragoza. Un partido alterna varias historias posibles y sólo una final. En el de ayer, las líneas de fuga cambiaron a partir de la media hora, más o menos.

Gol anulado. Ewerthon había pescado al tercer minuto en el revuelto que se hicieron Sergio Fernández y Calatayud con la pelota. Tirando de ese hilo y con el profuso empuje de Ponzio, el Zaragoza le entró al Hércules por todas las sisas y obligó a su portero a contener el marcador. Le sacó un remate demasiado barroco al brasileño, que olvidó su mejor valor, la concreción. Luego dio un susto al lamerse la rodilla, y en La Romareda el pueblo contuvo el aliento. Pero Ewerthon volvió. Más o menos. Y a Pulido le negó el árbitro un cabezazo a gol por falta previa, una decisión con muchas incógnitas. Hubo mucho, pero no goles. En ese rato, el Hércules sólo sacó la mano una vez, un pelotazo largo que se merendó Ayala y que Delibasic no embocó. Mandiá había repetido con Tote en la derecha, más Rubén Navarro y Delibasic arriba, modelo que le da al Hércules un vuelo diferente, de equipo grande. Cuando Tote encontró un sendero en el bosque, Delibasic abrió camino y Farinós fue dejando migas de pan para que nadie se perdiera: todos juntos lo recorrieron en la segunda parte.

Después de que el Zaragoza le incendiase el área, el Hércules conquistó primero el medio campo y luego el rancho completo. El crecimiento de Farinós y la incorporación de Sendoa y Fernando Sales por afuera doblaron la estatura del Hércules, que ganó en lo físico, lo táctico y lo futbolístico. El Zaragoza dio o le obligaron a dar un paso atrás. Y todo adquirió la forma de un aviso, sobre todo tres salidas de López Vallejo al encuentro del incontenible Delibasic. Ese gesto forzado del portero le acabaría por confundir. A la cuarta midió mal el viaje ante Fernando Sales y éste cazó el empate con una vaselina de parábola acusada. A continuación, Tote inspiró el segundo, y entre Farinós y Delibasic lo pintaron. El relevo del primero y el 2-2 de Zapater cerraron un resultado con muchas opiniones pero una sola verdad: la batalla de ayer no resuelve nada. No lo hubiera hecho en ningún caso, y menos aún en el caso del empate.