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Liga Adelante | Tenerife 2 - Éibar 0

Un domingo de fiesta

Triunfo espartano del Tenerife ante un Éibar atrevido

Manoj Daswani
Actualizado a
<b>ATENTOS EN DEFENSA. </b>Cada acción a balón parado del Éibar fue defendida con atención por el Tenerife.
ATENTOS EN DEFENSA. Cada acción a balón parado del Éibar fue defendida con atención por el Tenerife.reportaje gra?fico: juan garcía cruz / acan

El Tenerife jugó con fuego y no se quemó. Su victoria ante el Éibar, celebradísima, es consecuencia directa de que viva instalado en medio de una espiral de triunfos que ayer encontró continuación con otro resultado venturoso. No fueron las formas aquellas que acostumbra el equipo, amante y preconizador de un juego virtuoso y atrevido que ayer nadie vio. En realidad, fue lo de menos. En una tarde donde sólo valía era ganar -por muchos motivos, pero sobre todo para dedicar el partido a una afición entregada- lo consiguió el Tenerife y firmó así un triunfo espartano, sufrido, laborioso. Ganar así también vale, y eso es lo que queda.

Sea como fuere, y si nada trunca la línea alcista del Tenerife, bueno será que antes se ocupen en el club de repartir tila y valeriana entre aficionados y jugadores por si se repiten tardes como ésta. Ningún equipo marcó nunca el segundo gol antes que el primero, lo cual debe saberse en las filas de un equipo al que la ambición a veces le juega malas pasadas. Ocurrió ante un Éibar respondón, sólido, con más ideas y argumentos de los previstos. Faltó templanza en el equipo de Oltra y faltó Ricardo, a quien nadie suple con garantías. Salvó la papeleta Aragoneses, inconmensurable, camino de ser santificado.

El domingo de fiesta amaneció en Tenerife con hambre de fútbol y ganas de gloria. Las tiene una afición ávida de reverdecer los laureles de su equipo de fútbol en una temporada concebida para ello. Resultará extraño lejos de estas latitudes saber que se congregaron 18.000 fieles para un partido ante el Éibar, no un derbi ni una final, pero la atención y el cariño se lo merece el equipo hasta cuando le salen días feos. Iba a serlo el de ayer pero lo evitó la irrupción espléndida de Pablo Sicilia, defensa que cotiza al alza y emana compromiso, dedicación. Un cabezazo inapelable e imponente bastó a su equipo para ponerse por delante y trasladar su dominio al marcador. Pareció entonces que fuera el gol el inicio de otro partido, otra historia. No lo fue, y conviene analizar el porqué.

Siguió entonces el Éibar sin bajar la guardia en su cita particular con la desdicha. Atrás corrigió sus carencias con una dureza inusitada; arriba, mientras, se encomendó al empuje de Arruabarrena y a su fe en que llegaría un gol al que esperó hasta el final. O mejor dicho, hasta que llegó Nino. No sabían los de Ipurúa que no expira un partido si no marca el almeriense, y eso fue lo que hizo, astuto, en un error flagrante de Zigor. Su acierto no fue sólo anécdota, sino la culminación de una fiesta gigantesca. Si el fútbol es para la gente, lo es también este Tenerife disparado y que reparte felicidad en una isla entera que ahora vibra como lo hizo el Heliodoro. La fiesta, esta vez, fue completa.