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Liga Adelante | Real Sociedad 1 - Real Zaragoza 1

El fútbol vuelve a casa

El Zaragoza jugó, mandó y llegó. Empate corto en un gran partido. Estupendo Songo'o, decisivo Ander. Abreu hizo el 1-0 y Ewerthon igualó de penalti

<b>BUEN FÚTBOL Y MUCHAS OCASIONES. </b>Arizmendi, que jugó en punta, cabecea muy forzado ante el realista Carlos Martínez.
BUEN FÚTBOL Y MUCHAS OCASIONES. Arizmendi, que jugó en punta, cabecea muy forzado ante el realista Carlos Martínez.

La procelosa tarde del Real Zaragoza en Anoeta certificó la rendición del último teórico de las utopías. No terminábamos de creer a quienes nos anticiparon la deriva de Lillo hacia el pragmatismo, la explotación de las pelotas paradas, el discurso del espacio antes que el balón. Juanma Lillo, aquel pensador de la combinatoria, aquel místico de la defensa en zona, alegre arlequín del juego libre... Ese hombre ha abandonado la quimera y su Real Sociedad juega a que no le metan goles. Y no le sale mal, dicen los números y ratifica el partido de ayer. Porque, en condiciones normales -es decir, cualquier día- el Zaragoza le hubiera hecho tres en los primeros 25 minutos.

Si no lo logró fue por esto o por aquello: una parada de Bravo a volea de Generelo, otra en remate cuerpo a tierra de Arizmendi, un misil alto de Songo'o... Y en medio de ese pasaje de fútbol generoso con el balón, de combinación pensada, de peligro cierto y recreación en el pase, el Loco Abreu encontró el gol imposible, ese que no marcó hace años y lo hizo célebre. Fue una falta lateral que Goni despejó equivocadamente a la frontal del área. Ahí, Labaka la devolvió al meollo y Chus se quedó enganchado en la salida al fuera de juego. El control de Abreu y su toque de zurda fueron deliciosos. Y al mismo tiempo, un golpe abrupto a la lógica y al Zaragoza, que no regresaría de su extrañeza hasta la segunda parte.

Considerado en perspectiva, el empate supone un engaño de doble vuelta. Primero, porque la Real Sociedad no alcanzó el merecimiento preciso para algo así. Su mayor trazo de peligro fueron las faltas perpendiculares que buscaban un peinador: otro detalle de la violenta conversión de Lillo en un personaje alternativo a sí mismo. O tal vez más completo y cabal, por qué no. Mentiroso también porque el Zaragoza, que había acumulado un caudal de juego suficiente para no precisar agentes externos, acabaría empatando en un penalti muy opinable.

Rara justicia.

A veces da la impresión de que al fútbol le gustaría suprimir la figura del portero, porque los porteros cargan en su condición algo de bastardo impedimento de la alegría del juego, que es el gol. De otro modo no se entiende el empeño normativo contra ellos. El árbitro no expulsó a Bravo por tirar a Braulio, pero pudo haberlo hecho según su razonamiento. Braulio encaró al meta tras un pase fatalmente hermoso de Ander, Peter Pan de maduración veloz, con una soberbia percepción espacial del campo y el juego. Bravo fue a los pies de Braulio y alcanzó a tocar la pelota. Desposeído, el delantero chocó contra su abdomen y cayó. Conclusión: a Bravo lo castigaron por no desaparecer. Si no fue penalti, al menos fue justo. Justo con el Zaragoza, esto es. Lo anotó Ewerthon, con un disparo no demasiado feroz que el meta chileno casi logró manotear.

El empate abrió un epílogo visceral, en el que la Real pidió un penalti, porque se había tomado muy mal al colegiado, lo del empate y la fila de tarjetas. Envalentonado el equipo y con la grada en ebullición, intentó a sangre y fuego lo que no había buscado con artes más sutiles. Zapater sacó un embarullado balón que era el 2-1. Pero ese arreón final lo contuvo Goni, providencial en tres cortes soberbios en desventaja.

Implícitamente, la Real admitió en ese tramo postrero cuánto se había humillado ante el Zaragoza, que ejerció el gobierno de la razón con la pelota. Ya anotamos el viraje al toque apuntado con el Levante. Ayer insistió en esa vía, aun con dos futbolistas de despliegue como Zapater y Generelo en el medio. Y alrededor de eso brilló Songo'o que, libra por libra, fue el mejor. Lo decisivo, sin embargo, lo hizo Ander. Cuando él entró y Jorge López pasó al medio, la pelota ganó en las transiciones la rapidez y la profundidad necesarias para no quedar en un mero ejercicio de estilo, para hacerse fútbol realmente distintivo. El Zaragoza empató el partido, pero ganó una idea. Una idea que defender. Una idea para ascender.

Detenidos dos ultras vascos

Dos seguidores de la Real Sociedad fueron detenidos por unos incidentes con aficionados del Zaragoza en las inmediaciones del estadio, una hora antes del partido. Según informó el departamento vasco de Interior, ambos se lanzaron piedras entre sí y a agentes de la Ertzainza, lo que llevó a su detención.