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liga bbva | racing 1 - barcelona 2

Siempre hay un camino para Messi

El gol 5.000 del Barcelona en Liga llevó la firma de Leo Messi. El argentino entró en la segunda parte y, con dos goles, resucitó a un Barcelona que se había complicado mucho tras una pésima parte y el gol de Zigic de penalti. La entrada del argentino devolvió al partido a los de Guardiola que suman un triunfo fundamental en un partido de mucho sufrimiento y en el que sólo encontraron su fútbol a partir del gol del empate. En la recta final fueron expulsados Márquez y Piqué y el Barcelona acabó con nueve ante un Racing exhausto.

<strong>GENIO.</strong> Mal partido del Barcelona resuelto con la entrada del genial Messi en el segundo tiempo.
GENIO. Mal partido del Barcelona resuelto con la entrada del genial Messi en el segundo tiempo.Reuters

Quizá porque recordaba el 5-0 que encajó su Dream Team en el 95 o quizá porque sabe que El Sardinero es uno de esos campos que esconden trampas. Y más en un duro día invernal, con lluvia y césped irregular, y ante un rival que mide su recuperada autoestima en centímetros: los 202 de Zigic, recuperado para el fútbol en cuanto volvió a vestir la camiseta del Racing, un equipo de esos que miran con un ojo a la zona de descenso y con otro a los puestos UEFA. Quizá porque sabe que sus rivales ansían sus tropiezos por los puntos y por la mermada fe y reciben un nuevo golpe cada vez que su equipo suma de tres en tres.

El caso es que Guardiola, por todo esto, había avisado de que este era un partido para sufrir y para reafirmarse de forma decisiva. Superada la cuesta de enero y su calendario criminal con nota alta, el técnico azulgrana presentó un equipo que era casi el mejor posible. Pero el casi era esta vez casi un abismo: Puyol no estaba por lesión (el precio de disputar Liga y Copa) y Messi descansaba en el banquillo. El argentino es más que jugador porque define dos equipos con su presencia o ausencia. Hay un Barça con él y otro, y El Sardinero lo constató, sin él. Iniesta, chico para todo, ocupó la zona derecha de una delantera a la que volvían Etoo y Henry.

El Racing, por su parte, jugó a su gustó bajo la lluvia y al ámparo del empuje de una grada repleta. Hasta ocho jugadores formaban por detrás del balón con dos avispas en las bandas, Munitis y Jonathan Pereira, y el gigante Zigic en punta. A Muñiz le salió el partido como lo había preparado: con muy poco fútbol y su tela de araña colapsando a un Barcelona, por virtud del rival o demérito propio, carente de magia. La presión racinguista, al toque de corneta de Colsa y Lacen, desconectó la circulación azulgrana, especialmente lenta e imprecisa. Alves colgaba balones sin destinatario; Etoo veía el balón lejos y Xavi e Iniesta buscaban el control del juego sin éxito, acumulando posesión sin espinas, sin filo. Cada vez que el Barcelona conectaba más de dos pases y amenazaba con acelerar hacia el gol, el Racing cortaba el juego. Faltas y más faltas que dieron algunas opciones de tiro directo que no aprovecharon ni Márquez, ni Alves ni Xavi. Ni siquiera cuando Busquets robó muy arriba y montó la contra encontró el Barcelona un resquicio. El centrocampista también estaba opaco, gris, como si la constante batalla de la medular absorviera cualquier energía creadora.

El equipo cántabro, en este escenario, no sólo estaba cómodo sino que pudo irse con ventaja al vestuario. Llegó poco al área pero más que su rival (seis a cinco, un dato impropio de este Barça de Guardiola). Trabajó sin descanso y siempre concentrado, consciente de que tendría pocas ocasiones, y de que estas pasarían por la altura de Zigic y por la velocidad de Jonathan Pereira a la espalda de Alves. La primera opción provocó que cada balón colgado al área de Valdés fuera un drama. Busquets, encargado de emparejarse con el gigante serbio, utilizó todas sus armas, legales o no. En un barullo el Racing pidió penalti por agarrón. En otro, saltaron los manotazos entre ambos jugadores. La opción Pereira, sin embargo, resultó realmente más decisiva. El extremo sacó petróleo por la izquierda y tuvo las mejores ocasiones de su equipo. La más clara la desbarataron entre Valdés y el poste.

Messi y la necesidad despiertan al Barcelona

Tras la batalla del primer tiempo, densa y sórdida, el primer cuarto de hora de la segunda parte precipitó los acontecimientos que legitimaban definitivamente el plan de Muñiz y daban forma a los temores de Guardiola. Los protagonistas fueron, cómo no, Pereira y Zigic. El primero profundizó en el área y fue derribado por Márquez. El segundo transformó en el minuto 9 el primer penalti en contra del Barça de toda la temporada. Para entonces, Messi ya calentaba; poco después, entró en el campo en sustitución de Busquets. Casi al mismo tiempo, Alves debió ser expulsado por una entrada salvaje que lesionó a Toni Moral.

El Racing calibraba su situación. La buena noticia era que tenía el partido exactamente donde quería; la mala, que su buen hacer había obligado a Guardiola a poner en juego a Messi. La sola presencia del argentina impulsó a un Barcelona que ya reaccionó con buen fútbol en Villarreal y con coraje (y Messi) en Pamplona. Sin cinco minutos cumplidos en el césped, Messi remachó a gol un remate de Xavi al larguero que suponía el primer tiro a puerta del Barcelona. Minuto 15 y gol número 15 de Messi en la Liga. Y, lo que era más importante, daños minimizados con el esfuerzo justo para el Barcelona y, todavía, media hora por delante.

El partido cambió. El Barcelona se fue pareciendo a sí mismo y empezó a arrinconar a un Racing para el que defender ya no era un plan de juego sino una estrategia de supervivencia. ¿Todo por la simple presencia de Messi? Eso pareció. Henry llegó con peligro para confirmar que el Barcelona buscaba la redención y los puntos y que para el Racing, con Tchité en el campo para buscar las salidas rápidas, quedaban los minutos más largos, los más difíciles.

De hecho, el equipo de Muñiz no volvió al partido, no tuvo ningún zarpazo en ataque, no robó el balón, no interrumpió. Se encerró atrás, acumuló jugadores pero perdió el orden y se abrazo a la resistencia épica con la mirada fija en el reloj. Pero ahora ya estaba Messi en el campo y el Barcelona era una máquina de ganar metros y de llegar al área. Sin demasiado brillo, sin la excelencia de otras veces, los azulgrana tuvieron hambre e instinto ganador. Se revolvieron en el área primero Iniesta y después Alves. El brasileño recibió, por fingir penalti en una jugada confusa, la tarjeta que no había visto por la entrada brutal a Moral. Cosas del árbitro, que expulsó a Márquez y Piqué en la recta final. Xavi dirigía las operaciones y, en el minuto 35, Messi, siempre Messi, marcó un gol que valía tres puntos y otro paso de gigante hacia la Liga y que, además, suponía el gol 5.000 del Barcelona en Liga: control con el pecho, volea con la derecha y beso al escudo.

El Barcelona, como en Pamplona, arañó tres puntos en un partido en el que por momentos parecía que no podría sumar ni uno. Como en Pamplona tuvo arrestos, hambre y fútbol en el momento justo, y no se acomodó ni sintió pereza a pesar de que su margen en la clasificación restaría dramatismo a cualquier derrota. Como si, más que en su propia ganancia, los de Guardiola pensaran en el golpe moral a sus perseguidores, que apenas tuvieron unos minutos para hacer cábalas, los pocos que pasaron entre el gol de Zigic y la entrada al campo de Messi, el jugador que cambió el partido y que pasará a la historia como el autor del gol 5.000 del Barcelona en Liga. Por eso y por otras muchas cosas, por supuesto.