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Copa del Rey | Athletic 0 - Sporting 0

El Sporting baja de la nube al Athletic

Control absoluto y mejor fútbol del equipo gijonés. Llorente erró un penalti que sólo vio Medina

Jose L. Artetxe
<b>SIN PEGADA. </b>Ion Vélez intenta controlar un balón en el área del Sporting con Barral a su lado y ante la atenta mirada de Amorebieta.
SIN PEGADA. Ion Vélez intenta controlar un balón en el área del Sporting con Barral a su lado y ante la atenta mirada de Amorebieta.

El Molinón decidirá la identidad del semifinalista. Así lo dicta el desenlace de los primeros noventa minutos de la eliminatoria: no hubo goles en San Mamés. De modo que el Sporting aparece como vencedor moral no sólo por el resultado cosechado, sino por la imagen ofrecida. Supo desarrollar el partido que le convenía, maniató a su rival y con ello rebajó en muchos enteros el clima de euforia que se había instalado alrededor del equipo de Joaquín Caparrós, que ayer fue una sombra del que ha venido actuando en las últimas semanas.

La decepcionante puesta en escena del Athletic ha de ponerse en el haber de un Sporting que no se limitó a gestionar la ida pensando en la vuelta. Al margen de desactivar el potencial ofensivo del anfitrión, los asturianos jugaron más y mejor al fútbol. En realidad, el Sporting recuperó las sensaciones que creía perdidas a domicilio y que durante varios meses causaron admiración en la Liga.

Para ilustrar lo ocurrido, podría tomarse como exponente la actuación de Sergio, quien básicamente se limitó a blocar envíos por alto. Paradas, lo que se dice paradas, ninguna destacable porque nadie le puso realmente a prueba. Iraizoz no puede decir lo mismo: al menos en tres lances evitó un disgusto aún mayor a la incrédula concurrencia de La Catedral, mal acostumbrada por la marcha triunfal de su equipo desde noviembre.

Sabía Preciado de lo que hablaba cuando la víspera advirtió que lo de anoche tendría muy poco que ver con lo presenciado en la visita liguera de su equipo a Bilbao, que fue un paseo para el Athletic. Lo sabía porque no se lo podía permitir y para ello dispuso a sus jugadores de otra manera y le resultó.

La clave estuvo en la pareja formada por Camacho y Míchel. Entre los dos situaron a su equipo donde convenía para, por un lado, ahogar el suministro a Llorente en los balones directos por alto y, por otro, ganar en presencia en el círculo central a fin de permitir la salida del equipo hacia arriba.

El Sporting se defendió mejor, lejos de su área y sus hombres más ofensivos dispusieron de bastante posesión, impidiendo que enfrente establecieran un ritmo y se adueñasen de la iniciativa. El paso de los minutos certificó la incomodidad local, apenas hubo acciones reseñables y los errores empezaron a menudear, coincidiendo con el paulatino afianzamiento del conjunto gijonés.

El penalti.

Que no hubiera jugadas reseñables en casi media hora fue el primer éxito del Sporting. Pero su plan estuvo a punto de irse al traste cuando Medina Cantalejo vio penalti sobre Llorente en un forcejeo limpio con los centrales. No hubo nada, pero señaló los once metros. El goleador volvió a tomar la responsabilidad, aunque en esta ocasión se excedió en su afán por ajustar el chut.

La pérdida de semejante oportunidad para adquirir ventaja y romper por fin la resistencia visitante tuvo un efecto inmediato. De ahí hasta el descanso, el Sporting aún se soltó más, hasta el punto de que se anotó todos los remates, hasta cuatro, dos de los cuales, de Lora y de Barral, forzaron bastante a Iraizoz.

En las gradas se escucharon ya las primeras manifestaciones de enfado, ante la impotencia que exhibía el conjunto de Caparrós, que ordenó calentar a David López. Preciado, que desde su enfado por el asunto del penalti se había quedado en mangas de camisa, jaleaba a los suyos para que ganasen metros sin complejos, tenía el partido donde quería.

No varió el panorama en la reanudación. El Sporting siguió a lo suyo, serio y firme atrás y tratando de avanzar con la pelota por abajo en todo momento. Un estilo que le dio para merodear a Iraizoz con remates de Barral y Sastre.

El esfuerzo de Orbaiz por dotar de cordura a las evoluciones rojiblancas no hallaba acompañamiento. Las bandas eran terreno prohibido y la movilidad de Vélez tampoco producía. Salió Etxeberria y poco después también Preciado metía frescura arriba con Kike Mateo.

El partido no se rompía por ningún lado y había muy poca profundidad, menos en los locales, cuya mejor oportunidad nació en un córner que Llorente cabeceó sin oposición y Castro, que cubría el primer palo, frustró. El ariete, vital en tantos y tantos encuentros, apenas entraba en juego, quedando así inutilizada la principal baza ofensiva del conjunto de Caparrós.

Dispuso de otro remate Llorente a la salida de un córner, pero no le dio potencia y ahí terminó todo. El Sporting hacía bastantes minutos que había dejado de inquietar en ataque, si bien nunca perdió el control del choque. Aguantó con eficiencia los estériles coletazos del Athletic y no se olvidó de combinar.

Dentro de una semana hará falta que alguien se muestre más acertado en los metros finales. De momento, el Sporting cobra ventaja anímica sobre un Athletic sin chispa.

Un antecedente de ida sin goles

En la Copa 83-84, cuando el Athletic acabó alzándose con el título, el último que figura en su palmarés, los rojiblancos empataron a cero en San Mamés en la ida frente a la Real Sociedad. En Atocha empataron a uno, con gol de Sarabia, y en cuartos se cruzaron con el Sporting, al que superaron con un resultado global de 3-2. En semifinales, derrotaron al Madrid y en la final al Barcelona de Maradona.