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Copa de la UEFA | Sampdoria 1 - Sevilla 0

Aviso: Cerrado por defunción

La cobardía arrasó al Sevilla. Jiménez se atascó y no provocó la reacción. Palop retrasó el drama

<b>HUNDIDO. </b>Andrés Palop fue el mejor del equipo pero no pudo atajar el gol que les apeaba de la Copa de la UEFA.
HUNDIDO. Andrés Palop fue el mejor del equipo pero no pudo atajar el gol que les apeaba de la Copa de la UEFA.

El Sevilla lleva más de un año escapando hacia adelante. Más de un año tapando por cabezonería errores. El miedo a afrontar la realidad le pasó factura la temporada pasada, de la que se fugó sin conseguir ni un solo objetivo, y anoche la realidad volvió a atragantársele. Otra vez más, y ya van unas pocas, Jiménez se apunta otra muesca en su escasa habilidad para manejar los partidos decisivos. La mente se le atasca, no tiene recursos para salir de las trampas. Ante un equipo escaso de recursos, modesto y que regalaba continuamente el balón, fue incapaz de cumplir con su palabra: salir a ganar. Especuló y se quemó. Cuando la cosa se puso complicada, no encontró ninguna escapatoria. Mortal cobardía.

Curiosamente, y supongo que será sólo cuestión del azar (¿o no?), el Sevilla se descompuso en la segunda parte cuando salió al terreno de juego... Mosquera. El Sevilla, sin Konko, perdió el desborde y la fuerza que imprimían en la derecha Navas y él. Los jugadores de la Sampdoria tardaron sólo minutos para entender que por el lado del colombiano podría llegarles la felicidad. El equipo se descompuso. Es la misma historia de siempre, que se niegan a asumir en el club.

Las escuelas de fútbol tienen en esta Sampdoria un perfecto ejemplo de lo que es la filosofía del catenaccio. Para esta vieja escuadra, el tiempo se frenó hace mucho tiempo. Ni siquiera la obligación de ganar le hizo cambiar sus costumbres. Salieron a defender con una línea de... cinco futbolistas. Padalino y Pieri se incorporaban tímidamente al ataque. A la hora de defender, se incrustaban en las esquinas. Con ese panorama el Sevilla necesitaría enormes cargas de explosivos para abrir algún hueco en la cimentada muralla. Pero la pólvora no llegó.

Jiménez, ante el anuncio de un centro del campo excesivamente poblado, apostó por Maresca y Fazio para ganar en pelea. Una artimaña para manejarse en el empate que acabó volviéndose en contra. Renato debía encargarse de tirar líneas de peligro, pero no se acomodó. Con este panorama, los extremos asumían más responsabilidad. Adriano aportaba chispazos. Navas y el colaborador Konko se echaron el peso a la espalda. El Sevilla buscó por el perfil derecho el camino para picar la pared italiana. De un centro de Konko nació un venenoso remate de cabeza de Luis Fabiano, la mejor opción de la primera parte. El brasileño acabó aburrido, solo, rodeado por tres centrales. Decidió abandonar su zona y acudir al centro para activar el factor sorpresa. Acabó cogiéndole asco al partido. Mientras, la Sampdoria no se inmutaba: defendía, atascaba el centro y buscaba en largo a Cassano, cuya calidad le sobró para ser la estrella entre tanto guerrillero humilde.

Pasaba el tiempo y el Sevilla, se acunaba en el empate. Y en un chispazo cambió todo. Los italianos miraban a Mosquera con ilusión, a Fazio y Maresca se les acabó la gasolina, Renato no aparecía y Jiménez se limitaba a llevarse una bronca de Palop por criticarle una salida. Desconcierto. Palop retrasó la ruina con paradas milagrosas. Jiménez jugó con fuego y se quemó. Fue intolerablemente cobarde. Aviso: Cerrado por defunción.