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Liga Adelante | Zaragoza 2 - Huesca 2

Ewerthon le da caza al Huesca

La Flecha igualó el 0-2 Las rojas a Arizmendi y Helguera definieron el choque El Huesca mandó con el balón Derbi caliente dentro y tranquilo fuera

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<b>PROVIDENCIAL. </b>Ewerthon celebra eufórico el gol del empate frente al Huesca. El delantero brasileño suma ya 11 dianas en 15 jornadas.
PROVIDENCIAL. Ewerthon celebra eufórico el gol del empate frente al Huesca. El delantero brasileño suma ya 11 dianas en 15 jornadas.

En un derbi, en este derbi, las circunstancias conspiraron hacia lo excesivo. El encuentro tuvo la desasosegante hermosura de las pasiones. Hubo dos expulsiones en el campo y otra en el banquillo; un gol anulado; un penalti posible en un lado y otro probable en el contrario; algunos codos voladores, la telúrica fiesta de la grada y el violento penduleo del marcador, que dio como resultante un empate interpretable en todas las direcciones. Bajo el abrupto perfil de la noche, el recuento favorece al Huesca en muchos aspectos y salva al Zaragoza en otros. En el fondo, los dos se comportaron de manera muy fiel a su personalidad: el Huesca le dio más pensamiento a la pelota; el Zaragoza le puso más velocidad y peligro.

El equipo de Marcelino posee la virtud del arrojo, la constancia y la decisión. Pero sobre todo, posee a Ewerthon. Por eso la posibilidad más inteligente quizás sea dejar pasar el tiempo, en cada partido y en el conjunto de la temporada. Dejar pasar el tiempo y no hacer demasiadas preguntas. El Zaragoza juega del modo que su entrenador prefiere, sostenido en valores de difícil admiración que, sin embargo, tienden a la eficacia. Cada día crece la evidencia de que la lógica ordena el destino de un equipo con algunas superioridades irrebatibles.

La primera mitad, con ambos equipos en plenitud de facultades, dibujó el perfil de cada uno de ellos: el Huesca llegaba tocando; el Zaragoza lo hacía corriendo a la contra. El inflamado equilibrio en el que se jugó hasta el descanso reventó con la roja a Arizmendi, jugador que sale muy tocado del partido: falló dos goles contra Edu (uno lo mató antes de nacer, con un control impropio) y recolectó dos amarillas en cuatro minutos. El partido iba a tener mucho que ver con la psicología. Camacho supo explotar mejor que nadie esa circunstancia: se encarnó en abanderado de una conciencia oscura, la de aquellos jugadores desechados por una cantera y reunidos en el barrio de enfrente. Jugó un partido de fútbol y otro de ajedrez mental. Y lo jugó como jugaría Hannibal Lecter contra los guardias de su manicomio. Con clarividente perversidad: su víctima fue Arizmendi, al que se cenó regado con un Chianti, mientras escuchaba las Variaciones Goldberg con gesto psicalíptico.

Doble golpe.

Por el agujero que abrió Arizmendi entró el Huesca entero, con todo su fútbol. La inferioridad local le otorgó espacios. Marcelino sostuvo a los dos puntas y adelgazó el medio. Calderón produjo más aire al abrir su medio campo en rombo, con el prolijo José Vegar por dentro y Sastre creando desde afuera. Ambos jugaron papeles principales en el pasaje que posibilitó el 0-2. Primero un penalti tontamente involuntario de Chus cuando trataba de contener a Rubén Castro, que lo cobró con una ejecución engañosa. Después, un largo monólogo pasepasista del Huesca frente a un Zaragoza rendido, incapaz de comprender lo que había sucedido y pasmado frente a la creciente ira de la hinchada. Sastre hizo triángulo lejano con Rubén y José Vegar, que empujó apenas el 0-2 con un cabezazo ventajoso.

Si el Zaragoza regresó de su condena fue gracias a Ewerthon, que le entregó la fe en la forma de un gol. Lo permitió Borrego al medir muy mal su salida a un pase horizontal de Gabi, el único superviviente del naufragio zaragocista en el medio. El fútbol del Huesca tiene ahí su núcleo, un organismo diverso que rigen Sastre, Luis Helguera y Camacho. Marcelino dejó a tres en el fondo e invitó a los suyos a la heroicidad. Oliveira ya se había ido, aunque en realidad nunca llegó al partido. La roja a Helguera, viga central del Huesca, arrastró a los azulgranas hacia su lado y envalentonó al Zaragoza. Camacho perseguía a Ewerthon, el último detalle táctico de Calderón. Fue inútil. Otra pelota de Gabi desde la derecha terminó en un cabezazo puntiagudo del brasileño, que apagó la hoguera. Ewerthon, el factor incontrolable, había perseguido al Huesca hasta darle alcance. Y lo hizo.

Marcelino, roja e incidentes

Hevia Obras expulsó a Marcelino en el minuto 74 por dirigirse a él "con gestos ostensibles" y entrar en el campo, según reflejó en el acta. No fue una noche agradable para el técnico, que fue increpado y se encaró con un sector del público cercano al túnel de vestuarios tras la expulsión de Arizmendi.