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Liga BBVA | Numancia 1 - Atlético 1

El Atleti fracasa por engreído

Forlán marcó el primero. Los de Aguirre salieron de paseo tras el descanso. Tres palos del Numancia en su asedio. Un penalti de Perea dio el 1-1 en el 95'

<b>JUGADA POLÉMICA. </b>Leo Franco sacó el balón que ya se colaba a remate de Goiria. Los jugadores del Numancia reclamaron gol, pero no quedó claro si la pelota entró o no.
JUGADA POLÉMICA. Leo Franco sacó el balón que ya se colaba a remate de Goiria. Los jugadores del Numancia reclamaron gol, pero no quedó claro si la pelota entró o no.

Fue patético. El Atlético lo tenía todo de cara en el descanso, Villarreal, Sevilla y Valencia habían perdido puntos, el Numancia parecía un juguete en sus manos y el marcador era favorable. La operación remontada, tan cacareada por Aguirre y sus secuaces, iba viento en popa y, entonces, éstos se creyeron George Clooney y se convirtieron en los hermanos feos de Cantinflas, pero sin gracia. El desenlace, con el empate de penalti en el último instante fue tan rocambolesco como justo. Y el tren de la Champions vuelve a alejarse del Manzanares.

Nada en la primera parte hizo presagiar el postrero disgusto visitante. El Atlético salió serio, muy profesional, con un dominio mate, pero indiscutible. Al frente de las operaciones, de nuevo Forlán, que está dándole un respiro a Agüero como estrella residente del equipo. Y tras un primer aviso en el que Juan Pablo lució reflejos para sacarle un mano a mano, ya no perdonó. Simao le metió un estupendo pase al corazón del área y el rubio remató en carrera como si fuera rutina.

Era el minuto 34 y el Atlético ganaba sin haber metido quinta. Y así, al trantrán, aún pudo sentenciar antes del descanso, pero Juan Pablo reivindicó al futbolista con nombre de pila como denominación artística, una especie en vías de extinción. Como el aguililla de barrio, de cuya resurrección se encargó Quero, de quien hablaremos luego. Pero primero destacó el portero, que evitó el punto final con sendas paradas brillantes a tiros de Forlán y Pernía. Así el Numancia llegó vivo a un vestuario del que ya nunca regresaría el Atleti.

Una buena acción de Maniche nada más empezar, que se topó de nuevo con Juan Pablo, fue un mero espejismo. A partir de ahí, lo que había sido un grupo de competentes profesionales se convirtió en una banda de patos mareados. No es que el Numancia deslumbrará, pero tampoco lo necesitó. Le bastó con recuperar el corte atrevido que lleva luciendo toda la temporada y aprovechar que su rival es incapaz de dar la talla cuando está obligado.

El Atleti se deshizo como un azucarillo ante la jugada más sofisticada del mundo: el saque de banda. Juanra, que en otra existencia debió ser lanzador de peso, ponía cada saque en el punto de penalti y eso bastaba para crear el caos en el área. Leo Franco y Ujfalusi, enormes ambos, apagaban fuegos mientras sus compañeros miraban distraídos. Y empezó a mascarse la tragedia rojiblanca.

El que lo vio más claro fue Quero. 160 centímetros y 53 kilos de malas intenciones, picardía y habilidad. Por primera vez en mucho tiempo, un atacante encaró una y otra vez a Perea haciéndole parecer un simple humano en lugar de un guepardo. El chico lo tenía claro: históricamente, si la pelota ronda con frecuencia el área del Atleti, suceden cosas extrañas. Y fue empezar y no parar.

Asedio local. A los 66', Ortega cabeceó al larguero y lo que pudo ser un toque de atención para las apáticas estrellitas de pastel, se convirtió en el comienzo de su fin. Las contras del Atlético pasaron de intermitentes a inexistentes y el resto fue un plano fijo del área de Leo Franco, sobre todo desde que entró Brit y el Numancia pasó a jugar con dos delanteros.

En los últimos 20 minutos se sucedieron los acontecimientos: Nagore remató al palo tras una gran acción de Quero que Maxi sacó in extremis; Assunçao cometió un penalti sobre Brit, que el árbitro no señal Leo sacó de forma inverosímil un cabezazo de Goiria que si no llegó a entrar, le faltó un suspiro, y Brit pareció acabar con las esperanzas sorianas con una volea al poste y una chilena alta.

Pero no. Aún quedaba un último acto de justicia poética en forma de torpeza de Perea cuando el árbitro ya se llevaba el silbato a la boca para pitar el final. En vez de eso, señaló penalti porque el colombiano empujó sin sentido a Brit, que no habría alcanzado el balón ni con muelles en los pies. Barkero se encargó de marcar y darle una lección al Atlético: no es tan guapo como se cree ni tan listo como debiera. Y la Champions sigue lejos.