Sin alardes y sin agobios

Liga BBVA | Real Madrid 1 - Recreativo 0

Sin alardes y sin agobios

Sin alardes y sin agobios

El Madrid impuso su calidad ante un Recre animoso. Snejider marcó y el árbitro repartió errores

Las primas, ya sean monetarias o carnales, siempre resultan estimulantes, sin embargo es difícil evaluar su influencia en el partido de ayer. Aparentemente, el incentivo económico propuesto por el presidente para los cinco próximos partidos (los jugadores subieron la apuesta a siete) no afectó en absoluto al ánimo de los futbolistas del Real Madrid, que ganaron como suelen y jugaron parecido, quizá porque ofrecer dinero a quien lo disfruta generosamente es como alentar a un panadero asomando un fajo de colines.

Al margen de la prima, obsequio que da por supuesto que el parné aligera las piernas y mejora el carácter, hay que destacar la importancia terapéutica de la victoria. Para empezar, Schuster salvó el cargo y el club afrontará los siguientes desafíos con tranquilidad y sin intervenciones públicas de sus sobresalientes mandatarios.

Más allá de la influencia espiritual del triunfo, el Madrid salió con algunos rasguños del partido. Sneijder, autor del gol, se retiró con molestias en una pierna e Higuaín, trabajador incansable, tuvo que abandonar al campo en camilla a causa de un esguince en el tobillo izquierdo. Hay que reconocer que cuando hablamos del Madrid el infortunio es un francotirador. Los heridos, en principio, quedan pendientes de diagnóstico.

Si se pudiera dejar aparte la victoria, nada distinguió al Madrid de otras ocasiones; si acaso, el rival. El Recreativo hizo cuanto pudo y ni siquiera así le alcanzó. No se le puede reprochar ni el esfuerzo ni el valor, y hasta se podría salvar su fútbol de espadas con corcho si no existieran las porterías, el último metro y el instante final.

Habrá que recordar, no obstante, que el equipo de Alcaraz dominó durante ocho minutos espléndidos, los iniciales, cuando concentró tres ocasiones. En la primera, Pepe arrebató el balón a Akalé cuando se disponía rematar. En la segunda, Casillas detuvo un disparo de Camuñas, y en la última, Camuñas otra vez, mandó al cielo un regalo de Javi Guerrero que sólo pedía rebotar en algo, valía una farola o una pierna de cordero.

Novedades. Salvado ese trance, y sin dar tiempo a que el público asimilara lo ocurrido (y lo que pudo ocurrir), el Madrid se recompuso. Le favoreció el deseo del rival de jugar al fútbol y le benefició el regreso de Pepe y la reubicación de Ramos, que volvió a jugar de central. Con ellos, el equipo no sólo gana agilidad defensiva, también es capaz de iniciar el juego desde la defensa. Con Torres, en la función de lateral aseado, no se pierde nada.

Sumemos a ello que Guti se sentía inspirado (por lo que fuera) y Gago limpiaba la plata. El resultado es que el anfitrión circulaba la pelota con soltura y se inclinaba hacia la única banda abierta, la izquierda, la de Drenthe. Al chico no se le puede negar la disposición. Encaró cuando tuvo ocasión y cuando no, también. Sus apariciones alargaron el campo lo suficiente para romper al rival. A los diez minutos, penetró desmelenado, como es él, y Sneijder cabeceó alto y en escorzo.

Acto seguido, Higuaín pudo marcar el primero de la noche. Sneijder le descubrió entre líneas y el argentino burló la salida de Riesgo con un regate largo y poderoso. Sólo se equivocó al final: con la portería rendida, golpeó flojo, abrumado por la facilidad. Morris despejó bajo palos y el balón volvió a Higuaín, que es un futbolista de envergadura kilométrica. Entonces caracoleó sobre la línea de fondo y asistió a Sneijder, que marcó mientras el asistente levantaba la bandera para señalar que la pelota había salido, aunque no lo hizo.

En los minutos que siguieron todo lo firmó el Madrid, hasta que el gol se convirtió en una consecuencia casi matemática. Guti avanzó y cuando le cerraron las puertas abrió a su derecha sin mirar, fingiéndose distraído, pero consciente de que por allí cabalgaba Sneijder. Su compañero no le dejó mal, controló y disparó al tiempo; la pelota, que venía dura, se hizo mortal al tocar en la pierna de Beto.

Cambio. Tras el descanso, Alcaraz apostó por la corpulencia del turco Ersen Martin (1,96), que sustituyó a Akalé. Se equivocó. Se trata de un jugador de asedio, apto si sacas una docena de córners y esperas que empuje un balón o le rebote en las nalgas. Pero el Recreativo precisaba más flechas que martillos. Martin no colaboró en el juego y tampoco pudo sacar ventaja de las jugadas a balón parado, pues apenas hubo.

Pese a todo, el Recreativo dio un paso adelante que coincidió con la pierna que atrasó el Madrid. La entrada en el campo de Adrián Colunga y Van der Vaart no fue casualidad. Mientras el primero impulsó a su equipo, el segundo se confundió entre la multitud de 22.

A falta de 21 minutos para el final, el Recreativo reclamó penalti de Pepe, que manoteó la pelota como si espantara una mosca. Muñiz Fernández debió pensar que se trataba de un palmeo involuntario o de un insecto asesino, pero, aunque hubiera sido el caso, debió señalar la pena. Por otro lado, Pepe fue víctima (sin castigo) de su absoluta corporalidad: defiende hasta con las pestañas y pega con ellas si hace falta. Ha vuelto, para desgracia de los delanteros.

Pasaron doce minutos sin más incidencia que la lesión de Higuaín y la muerte del cochecito sanitario, que abandonó el campo a empujones. Después regresó el Recreativo, que parecía en pelea contra un muchacho de un curso superior. Su empeño era encomiable, pero totalmente inofensivo. Entretanto, el Madrid desperdiciaba ocasiones por gula. Guti tuvo el segundo en la cabeza, pero le falló el cráneo rematador; Raúl chutaba sin tino...

Schuster, saleroso, nos regaló cinco minutos de Alberto Bueno, que apenas tuvo tiempo de mostrarnos el peinado. Y para acabar, como es costumbre, el visitante provocó un último susto. Voló un balón sobre la olla y Casillas lo persiguió como si agitara un cazamariposas. No pasó nada, pero sirvió para recordarnos dónde estamos y de dónde venimos.