El Madrid tira de talento

Primera | Racing 0 - Real Madrid 2

El Madrid tira de talento

El Madrid tira de talento

De la Red y una genialidad de Van Nistelrooy tumban al Racing. Los locales apretaron, pero no tuvieron pólvora. Higuaín, el mejor de los blancos

Dice la sabiduría popular que en estadios como El Sardinero se ganan las Ligas, señalando que en campos semejantes, de clase media, se define el estilo y la suerte de los campeones. Debe ser cierto, porque es frente a rivales contra los que no existen afrentas históricas cuando se puede medir la capacidad de concentración de un aspirante. La experiencia (visual) nos dicta que es más sencillo vengar con una espada a dos generaciones de aficionados que convencer con palabras a un desconocido. Y estos choques son, en gran medida, dialécticos. En ausencia de un fútbol primoroso, cualidad infrecuente, el partido se decanta, después de mil encontronazos, por un gesto de imaginación o talento. Un argumento, en fin. Y trasladado el combate hasta ese último precipicio, ya no hay duda: gana el Madrid.

El Racing está en su derecho de quejarse de la mala fortuna, que la tuvo, y podrá señalar como excesivo el castigo y el marcador. Sin embargo su derrota se explica y se justifica en dos errores leves entre un centenar de aciertos medianos. Sólo eso, pero suficiente. Porque no basta con esquivar casi todas la balas de un tiroteo. Y en algo así se transforma el Madrid cuando estira el cuerpo y los brazos. Debes, entre otros nudos, atar a Guti, esposar a Higuaín y amordazar a Van Nistelrooy. Y el hilo que se pierde te descose el jersey.

El asunto es mucho más grave sin dinamita. Entonces más que pelea es resistencia. Y el Racing, conviene admitirlo, no dispone de más pólvora que Jonathan Pereira. El chico es un torbellino y desquició durante la primera mitad a los defensas del Madrid. No obstante, necesita un socio capitalista, un amigo con gol y con espaldas. Es así: hay jugadores nacidos para la soltería y otros para la pareja.

Pero ordenemos los acontecimientos. Antes del partido, Schuster sorprendió con la alineación de Rubén de la Red en lugar de Van der Vaart. La novedad añadía un centrocampista puro a cambio de un buen jugador por clasificar y que, precisamente por esa indefinición, ha rotado por varias posiciones sin echar raíces en ninguna. Algo parecido a lo que sucedía con Higuaín hasta que nos alcanzaron las flechas del amor.

El efecto del cambio se notó de inmediato y comprobamos que el Madrid crece cuando tres jugadores comparten el medio campo. Entonces Guti se libera de la estrategia y Diarra siente que no es el único para contener el océano. Entonces De la Red se encuentra protegido. Y juega.

El control. Con esa disposición, 4-3-3, el vigente campeón dominó durante media hora, sin más sustos que los causados por la fogosidad de Cannavaro. Fue precisamente el central italiano quien buscó en largo a Higuaín y lo encontró en los límites del campo del Racing. Allí, sobre la línea de fondo, el argentino regateó a Cristian Fernández y se deslizó sobre la raya que marca los pases de la muerte. Toño interceptó su asistencia mientras Raúl aguardaba detrás relamiéndose. El capitán no volvió a estar cerca del gol, por lo que imaginamos que al bonus se le habrá descontado un punto, si es un carnet, o una vida, si es videojuego.

Al Racing le costó media hora apoderarse del timón. Fue consecuencia de su infatigable esfuerzo por jugar al fútbol. Y ese propósito es digno de mérito, porque impide que un equipo en inferioridad caiga en todas las tentaciones que se presentan: defenderse, pegar y echar los balones al mar.

Pereira probó los reflejos de Casillas con una chilena de poco vuelo. Después no controló un gran pase de Serrano, que se pasó la noche en franca pelea con Ramos y perdió por puntos. Entretanto, Juanjo sumaba golpes de los que no se sancionan, pero tonifican e inyectan coraje.

Guti se lesionó al filo del descanso y Van der Vaart ocupó su lugar, lo que nos permitiría, pensamos, calibrar su capacidad para suplirlo. El experimento, sin embargo, no pudo completarse: a los ocho minutos de la reanudación, el Madrid se adelantó.

Fue a la salida de un barullo en el área de Casillas en el que se reclamó de todo: penalti, obstrucción y atropello. Higuaín escapó de allí con la pelota en el zurr burló a Cristian Fernández, se deshizo de Colsa y recorrió medio campo hasta que divisó a De la Red, que se acomodó y marcó de puntera.

Mejoró el Racing con Tchité, pero el campo ya era cuesta arriba. Y se hizo vertical cuando Van Nistelrooy se inventó un gol como quien saca un conejo de la chistera. Navas lo vio en primera fila. Insinuó un pase y ejecutó un chutazo. Todavía cuesta entenderlo.

Colsa impidió el gol de Cristian, pero ya no era mala suerte, era cruda realidad. Llegados a ese barranco, siempre gana el Madrid.