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Primera | Athletic

Iturraspe: "Ahora el fútbol me gusta un montón"

Cambió Lezama por sus amigos a los 14 años y ya lo tiene todo

Actualizado a
Iturraspe disfruta con sus amigos.

Ander Iturraspe ya es feliz del todo. Tiene Athletic y tiempo para sus amigos, una mezcla que en su día entendió imposible. El martes por la tarde todavía le duraba la sonrisa del debutante, como imagino le sucederá a su padre, quien se metió diez horas de coche hasta Málaga para asistir al parto de un futbolista con fenomenal pinta. Debió sollozar, porque su niño mayor está en la élite de auténtico milagro. Y es que se pudo quedar en mitad del camino por voluntad propia. Cambió Lezama por sus amigos a los 14 años, la edad a la que actúa su hermano Gorka, clon físico y técnico, en un cadete del Athletic. La pájara infantil sólo duró doce meses. Le ha venido de perlas para valorar desde fuera lo que tenía entre sus botas.

Su irrupción supone un soplo de aire fresco para el timorato y angustiado Athletic. No hay más que hablar con él en su otro entorno diario, en Matiena, compartir unos minutos con la pandilla a la que echó tanto de menos. Se reúnen a diario en una lonja céntrica para jugar a la Play Station, echar risas y ver la televisión. Desde el lunes, se han rascado el bolsillo para suscribirse a Digital +. No se quieren perder un solo partido de Itu. Es el orgullo de sus colegas, aunque haya un infiltrado de la Real que está tan contento como el resto. Otro de su quinta compartió prueba con él, con peor suerte. Fue a los diez años en Lezama, donde llegó de la mano de Rafa Iraurgi. Varios componentes del grupo formaban parte del Abadiño cadete en el que se integró Ander en aquel lapsus rojiblanco.

"¿O sea, que estos son los culpables de que dejases el Athletic?", cuestionó AS al nuevo león. "No, ¡qué va!", fue una historia mía. Iturraspe, un tímido con labia, no tiene reparos en explicarlo.

"Me quería ir del Athletic a toda costa. No estaba a gusto, no tenía tiempo libre para estar con los amigos, ni pensaba en ser futbolista profesional", argumenta sentado en la terraza de un pub irlandés, con medio Abadiño mirándole de refilón. Ya no está sólo Ustaritz, su protector, en el pueblo. "No fue un problema con nadie en especial. Encima andaba increíble, recuerdo que en mi último partido con el Athletic, en Las Palmas, me dieron el trofeo al mejor jugador". Nadie pudo convencerle para que se quedase. Ni su padre. "No quería que me fuese, me decía que no iba a estar mejor en ningún sitio, pero yo lloré y todo porque quería marcharme", recuerda. Era su decisión, con la misma personalidad por encima de sus años que utiliza con la pelota.

"Me fui al Abadiño y estábamos en el mismo grupo que el Athletic. Me ponían de mediapunta y jugaba a mi aire, pero sólo veía pasar el balón por encima. Caímos 6-0 en Lezama y apenas rasqué la bola, aunque nada más empezar me dio tiempo a hacerle una ruleta a Ander Larrea, lateral del Bilbao Athletic. Me dijo: "¡Cabrón, no has perdido la calidad!". Ese regate es copiado a su ídolo, Zidane, aunque se identifique por su posición con Vieira.

Apareció una figura clave en su carrera, Kike Liñero, quien por su cuenta y riesgo llamó a su padre para que al menos fuese a entrenar una vez a la semana a Lezama con la generación a la que había abandonado. Miguel Ángel Gómez Michelo también aportó su granito de arena. Dio resultado, al final de temporada Iturraspe estaba de nuevo en el Athletic para satisfacción del último técnico que había tenido, Txirri, ahora responsable de captación. "Eo que, en el fondo, soy su ojito derecho", dice sin rubor.

Un esguince de tobillo impidió que jugase más partidos en el Bilbao Athletic el año pasado, donde Liñero apostó por él tras empezar la campaña en el Basconia. Caparrós se lo llevó a un amistoso en Zalla y se encadiló con su desparpajo. "Me dio la enhorabuena y dijo que me tenían que poner tibio a chuletones. Le ordenó a Xabi Clemente que me organizase un plan específico", desvela.

La pretemporada sirvió para que el utrerano confirmase que había tenido buen ojo subiéndole, aunque prefirió que se rodase en el filial. La mala actuación ante el Almería hizo que cambiase de golpe sus planes. "Noté que podía jugar el jueves, cuando me puso en el once a puerta cerrada, pero no me enteré hasta la charla. No pude echar la siesta y eso que en la habitación tratamos de desconectar del fútbol", subraya este diamante por pulir.

Su primera pelea por los puntos en el fútbol profesional no le ha asustado. "Creo que es más fácil jugar en Primera, tienes más líneas de pase, pero es más difícil robar la pelota. O ajustas bien la presión o te vuelven loco", explica. Siguió los consejos de Ustaritz, Etxeberria y el míster, "asegurar bien los primeros pases para ir cogiendo confianza". No quiere generarse ilusiones falsas de debutar el domingo en San Mamés: "Tiene que ser increíble".

Mientras su padre guarda en un álbum los recortes de prensa que Ander apenas quiere ver, su hermano "flipa" con tener a un león en casa y sus agentes (Medina y Lanbarri) tratan de guiarle "con cariño", es consciente de que le queda todo y más por mejorar. Se fija en Pablo Orbaiz, en el campo y fuera. "Tengo que mejorar los cambios de orientación, en el disparo a puerta y en el remate de cabeza. Sólo la uso para despejar", reconoce.

"La Premier es la mejor Liga, pero como el Athletic no hay nada. Ahora el fútbol me gusta un montón", sentencia. Por ahora no quiere seguir los pasos de sus compañeros de generación San José y Berchiche. Pues nada, a disfrutar de él y con él.