Primera | Atlético de Madrid 4 - Málaga 0
Forlán se luce y el Atleti es líder
Los locales arrollaron al flojo Málaga. Doblete del charrúa. Heitinga y Sinama también mojaron. Dio igual el día gris de Kun. Sólo Baha probó a Coupet
Y sigue la fiesta. Dos partidos en cinco días, 8-0 de parcial, clasificado para la Champions y primer líder de la Liga. Esta es la idílica situación de la que disfrutará el Atlético en este parón de dos semanas, que será el más feliz que su afición recuerda desde hace doce años. Ya le tocaba. Y la demolición a la que sometió ayer al Málaga, que nunca dio la talla, dejó muy buenas señales para los de Aguirre. La más importante, que han aprendido a ganar y brillar sin que Agüero solucione la papeleta.
De hecho, Kun, evidentemente exhausto, fue el más flojo de los rojiblancos y el testigo lo tomó sin inmutarse Forlán, que resucitó ante el Schalke y ya está como nuevo. Él sería el encargado de rubricar la goleada, pero el foco iluminó antes el salto de calidad real de este Atleti: los centrales. La pasada temporada, los de Aguirre regalaron quince puntos y la Copa por errores cómicos de su defensa. Esos tiempos pasaron. Ya el miércoles ante el Schalke, Ujfalusi y Heitinga estuvieron impecables atrás, pero ayer sacaron de la chistera la guinda de su repertorio; son una pesadilla para el rival a balón parado.
Así, tras unos instantes de tanteo en los que el Málaga soñó con plantear batalla, llegó el primer gol. En un córner, Ujfalusi enganchó un buen remate que Heitinga desvió con alguna parte indeterminada entre el esternón y la rodilla. Él intentó apartarse, pero a la gente tan fuerte le sobresalen músculos por todas partes, intuyo. Debe ser incomodísimo.
Con el 1-0, el Málaga levantó la cabeza y vio que se le venía encima el Séptimo de Caballería, con Diego Forlán en plan general Custer civilizado. Los de Tapia trataron de resguardarse, pero fue inútil. El uruguayo avisó con una brillante acción individual que acabó en el palo. No hubo más fogueo. En la siguiente, el uruguayo culminó una fantástica contra con un disparo seco y raso que Arnau se tragó. El remate era traidor, pero el portero no se tiró, cayó a plomo.
Por cierto, el contragolpe nació de un robo con galopada desbocada de Maniche, que si mantiene el cable rojo y el azul separados toda la temporada, es un refuerzo de lujo. Algo similar ocurre con Seitaridis, que ayer cumplió y, cuando le apetece, es el mejor lateral derecho de la plantilla. Veremos si son dos casos de madurez tardía. Eso daría esperanza a mi madre y mi novia. Y a Aguirre, claro.
El Calderón entendió el 2-0 como el pitido final y comenzó a cantar y hacer la ola, pero Forlán no estaba para fiestas prematuras. Primero, situó a Pernía cara a cara con el gol, pero estos se le agotaron en Getafe. Y al poco, transformó un penalti cometido por el decepcionante Weligton sobre Heitinga, que otra vez causaba estragos en el área rival. Por si faltaba alguien por reivindicarse, Coupet sacó una gran mano en un remate acrobático de Baha, el único visitante que no se empequeñeció. Al descanso, 3-0 y el liderato en el punto de mira.
Sin rival.
Nada más volver, Agüero tuvo su único destello de la tarde, pero remató alto y Aguirre, con buen criterio, le dio descanso, como haría cinco minutos después con Forlán. La temporada es larga y, esta vez sí, hay recambios de ciertas garantías. Sinama y Luis García fueron los protagonistas de la segunda parte, en la que rozaron el gol tantas veces que la grada llegó a pensar que el ansiado cuarto y el liderato en solitario nunca llegarían.
Pero lo hicieron en un precioso pase interior de Luis García que Sinama no deslució con un zurdazo a la escuadra. Un gol doblemente terapéutico: el francés acalla a los que le apodan Singol y el catalán demuestra que ha olvidado la lesión en rodilla que le convirtió en un alma en pena. Si ambos confirman lo apuntado, el Atleti tendrá un arsenal completísimo.
En los últimos instantes, Arnau lavó su imagen con dos paradones seguidos a Luis García y Maniche, pero el Málaga salió muy tocado del Manzanares. Si la pretemporada había dejado dudas, lo de ayer dejó certezas: sufrirá. En el Atleti, como siempre, el futuro es una incógnita, pero el presente es una fiesta. Quince días de felicidad no deberían bastarle. Tiene mimbres para más.