Primera | Deportivo 2 - Real Madrid 1
Riazor no perdona
El Depor tumba al Madrid con dos cabezazos. El campeón dominó sin peligro. Mista abrió el marcador y Lopo compensó el gol de Van Nistelrooy
Morir de éxito es una enfermedad que no se cura con pastillas, sino con humildad. Es frecuente que quien triunfa se sienta infalible y desprecie la suerte o la casualidad. El triunfador no cambia de plan, sólo de coche. Y algo así le ha sucedido al Real Madrid, vigente campeón, ganador dos veces consecutivas. Ha pensado que habitar en el alambre, colgado de la épica, es un modo de vida. Y ha creído que la Supercopa, aquel triunfo con nueve, le daba la razón.
Ignoro si se equivoca, pero se equivocó en Riazor. Allí la inercia es negativa y no acompañan los últimos minutos, los arreones, el talento espontáneo. Allí se exige algo más que voluntad, se necesita una idea, preferiblemente buena. Porque el Deportivo sabe cómo ganar al Madrid y lo transmite de generación en generación. Es como si se hubiera liberado de ese respeto que se mezcla con el miedo, de la aflicción de los inferiores. Confiar es el primer paso y en Riazor confían desde hace 18 años.
No hay excusas, ni podrá escudarse el Madrid en la baja de Robinho, que jamás se caracterizó por pedalear en plazas adversas. Tampoco parece que Van der Vaar, buen futbolista, pese tanto. La plantilla es la requerida y el entrenador ya conoce el club y los mimbres. Sabe, supongo, que llegados a este punto, sólo se le mira a él.
Es el primer partido, nada más. Y el Deportivo es consciente de las dificultades, pues en su Liga son más temibles los iguales que los poderosos. De la misma manera, el Madrid tampoco se condena por la derrota. Pero recibe la advertencia de su fragilidad. Tampoco este año podrá respirar tranquilo.
Por lo que se refiere al encuentro, el Deportivo no fue traidor: avisó en el primer minuto. Pablo Álvarez recortó a Marcelo y su centro lo remató Mista. El balón tocó en Pepe y se estrelló en el larguero con cierto estruendo y sin tiempo a que el público se acomodara en los asientos. En la jugada se retrataron dolorosamente Marcelo y un impasible Casillas.
Lo que siguió al suspiro nos descubrió a Robben instalado en la banda derecha, sin disimulos. Ese trazo en la pizarra tuvo efectos demoledores: taponó las subidas de Sergio Ramos y dejó desguarnecida la izquierda, donde Marcelo encontró demasiado campo y muy pocas ayudas.
Destacó Robben, a pesar del colapso táctico, y quedó claro que los defensas le respetan, pues le regalan dos metros de parcela para evitar sus regates. Sin embargo, la salida natural de un zurdo es el interior y eso lo saben también los defensas, que se concentraron en ese callejón.
Dirán en el Real Madrid que con esa falta de simetría se conquistó un campeonato el pasado año y podrán argumentar que un extremo en su banda natural es un recurso demasiado evidente y que jugar con dos alas está tan pasado de moda como los pantalones de campana. Yo digo, simplemente, que el Madrid juega, y muchas veces gana, con un brazo atado a la espalda. Y que las campanas vuelven.
Ese planteamiento hizo que el Madrid disfrutara de sus mejores oportunidades en los contragolpes, cuando los espacios se abren solos. Y hasta en esos momentos se notó que Robben vive camuflado en la derecha. El holandés condujo con maestría un contragolpe hasta que le tocó disparar con la diestra. Se negó y chutó con la zurda, descomponiendo la figura y el disparo. Debería existir un castigo para eso: mil tiros con la de palo hasta que le salgan los dedos.
Velocidad.
La principal virtud del Deportivo fue mover rápido la pelota. Es un mérito su resistencia y es un valor la disciplina, pero es la agilidad lo que le permite ser un equipo inteligente y atrevido. Cualquier otro entrenador con semejante plantilla (ajustada, siendo generoso) hubiera optado por ser conservador y enviar pelotas a la carrera de Guardado, que jala como un galgo. Pero Lotina ha sido más sutil. Ha apostado por la velocidad y ha exigido fútbol: tres toques penalizan, dos se perdonan y uno solo tiene premio. Así se ocultan carencias y se potencian fortalezas. Nada sobra, nada falta. Habla poco y parecerás listo.
No obstante, el primer gol del Deportivo se vio más favorecido por el error del rival que por los estudios propios. Sergio sacó un córner en corto y Guardado puso la pelota en la olla. Pues ese centro, que suele ser lotería, se convierte en el área del Madrid en regalo sin sorteo. Casillas no salió y los defensas no entraron, de modo que Mista pudo cabecear picado y picudo, pero con fortuna: el balón botó tan alto que se coló por la escuadra.
El Madrid, después de algunas dudas, se apoderó del balón, pero lo manoseó en los terrenos neutrales. La secuencia es conocida: Pepe, Ramos, Diarra, vuelta a empezar, quizá Guti o Robben y, salvo inspiración, vuelta a empezar. No se maneja alternativa. Diarra sólo aporta trabajos básicos e Higuaín se pierde en lo que sería tierra de nadie si no fuera tierra de Raúl. El capitán, de nuevo, fue un cero a la izquierda.
Reacción.
Aunque el Deportivo sobrevivía con cierta comodidad, el partido dio la impresión de inclinarse en favor del Madrid cuando Van Nistelrooy logró el empate. Lo marcó en el segundo minuto de la segunda mitad, aprovechando una jugada desangelada, con un tiro de Raúl que tropezó en Zé Castro y aterrizó después en el radio de sus piernas telescópicas.
El Madrid se rehabilita así muchas veces, con acciones llovidas, como si le empujaran brazos invisibles. Pero no fue de esa manera en esta ocasión. Lopo tardó cinco minutos en poner por delante al anfitrión y lo hizo metiendo el dedo en la llaga. El central cabeceó sin molestias un córner botado por Guardado.
Creo que el Madrid supo que no sería su noche. El equipo insistió y hasta descubrió una grieta en la seguridad de Aranzubia, que empezó a sentir los balones aéreos como merluzas submarinas. Queda en su mérito, no obstante, una magnífica parada a un testarazo de Diarra.
El partido se enredó con la colaboración del árbitro, señor Muñiz Fernández, que pitó mucho y casi siempre mal. Se soltaron patadas por ambos bandos y las interrupciones elevaron la moral del Deportivo, que miraba el reloj con el rabillo del ojo.
Schuster sustituyó a Guti y Raúl por De la Red y Drenthe, y entonces recordamos lo que habita en el banquillo. Riki, relevo de Mista, cayó como si le hubiera alcanzado una flecha y Lotina nos mostró al mexicano Omar Bravo.
No ocurrió mucho más: un tiro lejano de Higuaín y una falta que lanzó el argentino en el tiempo añadido cuando la reclamaba Sergio Ramos. El público ya celebraba la victoria. "Que salga Robinho, que salga Cristiano", gritaban desde las gradas. Son crueles los triunfadores.
El detalle. "¡Que salga Robinho...!"
Los minutos finales del partido fueron una auténtica fiesta para los aficionados del Deportivo, ya con 2-1 en el marcador y el choque prácticamente resuelto. Tanto que no dudaron en corear cánticos en contra del rival. Y para hacer más daño, se acordaron de los ausentes: "¡Qué salga Robinho...!", se escuchó desde los Fondos de Riazor. También se acordaron de Cristiano Ronaldo, que finalmente no fichó por el club blanco.