Más de 12 años hacía que el Hércules no se veía en lo más alto de la clasificación en Segunda. Hoy lo puede hacer. Vale que es la primera jornada y que el liderato es mera anécdota pero lo que de verdad importa es que al Hércules se le vieron ayer hechuras de equipo grande. Metió tres pero antes del descanso el Córdoba ya se podía haber llevado cinco goles al saco. El debut sirvió para comprobar que, de verdad, este año Mandiá tiene equipo, a expensas de que, durante el día de hoy, el club ponga la guinda a un pastel que huele muy bien.
Y no es que el Córdoba no lo intentara. Los hombres de José González salieron dispuestos a jugarle de tú a tú al Hércules. Incluso fueron ligeramente superiores en la primera media hora. Pero en ese minuto 30, fatídico para ellos, la defensa blanquiverde decidió hacerse el harakiri.
Fue un cuarto de hora de desasosiego cordobesista y vendaval blanquiazul. Primero marcó Delibasic a la salida de un córner. Conectó el montenegrino pero también lo podía haber hecho Sergio Fernández, que llegaba solo por detrás. Imperdonable para una zaga que ya había dimitido.
Y con ella, el resto del Córdoba. Hasta entonces un bloque sólido pero a partir de ahí un flan de vainilla. Tuni vio que el miedo se había instalado en los cuatro defensores locales y percutió por la izquierda. Mario fue su víctima. Un pase suyo dejó a Delibasic en otro mano a mano ante un apabullado Navas. El killer herculano conectó de primeras por arriba. Era gol pero por si acaso porfió y la empujó de cabeza.
Aturdido.
El segundo de Delibasic hundió al Córdoba, pero la miseria pudo ser mayor si otra vez Delibasic, Rodri y Sendoa hubieran definido mejor en tres contras que dirigió desde su poltrona Tote. El vasco fue el que más cerca estuvo de la sentencia. Su zurdazo se estrelló en el poste.
La campana había salvado a un Córdoba aturdido por la continuidad y la contundencia de los golpes alicantinos. La remontada parecía utópica pero un gol en los primeros minutos podía cambiar el panorama.
González le encomendó a Ito la tarea de darle la vuelta a un partido que estaba muy cuesta arriba. Y lo cierto es que lo intentó y llegó a pisar el área visitante al principio del segundo acto. Sin embargo, poco a poco fue cerciorándose de la solidez de la zaga y los reflejos de Catalayud y la rampa se convirtió en el Everest.
A base de oficio, el Hércules minó la moral cordobesista. El alto calor reinante y que la gasolina está justita a estas alturas de la temporada hizo el resto. Mandiá movió sus bazas y los cambios (más la estrategia ensayada ) le ofrecieron la sentencia. Aguilar peinó un balón y Morán remachó.