Liga de Campeones | Atlético de Madrid 4 - Schalke 0
Y Agüero bajó de los cielos
El Atlético barrió al Schalke y está en la Champions. Kun marcó un gol y provocó dos más. Forlán, Luis García y Maxi también mojaron. Bien Maniche
Pitó el final el árbitro y estalló el Calderón, media redacción, mi padre en Cádiz, el móvil empezó a echar humo, salió gente a Neptuno y miles de historias felices más, que no conozco, pero imagino. El Atlético está en la Champions y Agüero en su santoral eterno. Se le esperaba con tal ansia que preocupaba que el deseo excesivo le sepultara. Ja. No hay quien apague el sol. Y el que lo intenta se abrasa, como descubrió ayer el Schalke, destrozado por el vendaval Kun.
Había miedo en el ambiente, para qué negarlo. Once años de sinsabores acaban con la moral del más optimista y el mal partido de Gelsenkirchen había instalado el pánico en gran parte de la afición y, por lo que se vio en los primeros instantes, de los jugadores. Nervios evidentes, caras excesivamente serias e imprecisiones en cadena. Malas sensaciones. Entonces Maniche entró fuerte dos veces y Heitinga se metió en una apasionada discusión holandesa-georgiana con Kobiashvili. No fue bonito ni edificante, pero el Calderón se encendió y el Schalke dio dos pasos atrás. Todo juega.
Y en esas llegó un milagro: Perea no puso un buen centro, puso dos. El primero acabó en una aparición salvadora de Bordón bajo palos tras una gran maniobra de Forlán, que fue verse junto a Kun y volver en sí. El segundo lo cabeceó Agüero a la red ante el desbarajuste de los tallos alemanes, que no entendían cómo aquel pequeñajo se les había colado por allí. Sencillo: porque es muy listo, amigos.
Con el 1-0 y liderado por Maniche, que no tardó ni media hora en ganarse el perdón general, el Atleti tocó a rebato. El despliegue físico fue conmovedor, corriendo mucho y precisando menos, pero ayer el factor emocional era medio partido. El Schalke tapaba agujeros como podía, falta de Ernst por aquí, patadita de Bordón por allá. Sólo Westermann, enorme, defendía jugando y Jones era el único que miraba hacia delante. Pero, claro, allí veía a Kuranyi y se le caía el alma a los pies: el enemigo en casa.
Simao fue el más lúcido en esa locura. Primero con una fabulosa jugada por la izquierda, que sólo deslució un mal centro; luego con una rosquita rasa de mucha clase que se estrelló en la cepa del palo. Se rozaba el segundo, pero no llegaba y los pulmones sufrían con los 30 grados del agosto madrileño. El Schalke esperaba agazapado, intuyendo el hundimiento físico rojiblanco en la segunda parte. Los alemanes se fueron al descanso con una sonrisa pícara en los labios. Les gustaba la situación.
Pero el Atleti, en vez de frenar, aceleró al volver del vestuario. En dos minutos, a Kun le faltó un pelo para regalarle un gol a Forlán, Raúl García disparó fuera por poco y Ujfalusi fue a un choque con Altintop del que se levantó silbando mientras el turco intentaba recordar quién era y qué demonios hacía allí. Era el momento. Y, entonces, resucitó Forlán con una maniobra al alcance de muy pocos. Encaró a Bordón, que le tapó el disparo con la derecha. Así que el uruguayo le recortó y cruzó perfecto con la izquierda. Yo tengo problemas para subir un bordillo sin tropezarme y el tipo maneja las dos piernas como manos. El mundo es injusto.
El desenlace.
Con el 2-0, la cosa se complicó. Al Atleti se le agotó la gasolina justo cuando cargaba el Schalke. Esto produjo una terrorífica sucesión en la que Perea casi ensucia su notable partido con un autogol, algún poder extrasensorial evitó que Ernst y Kuranyi empujaran un gol hecho y Leo sacó una gran mano en un remate franco del notable Westermann. Fueron diez minutos, parecieron una vida.
Aguirre se asustó y quitó a Forlán, pero Agüero decidió acabar con el suspense. Dos maravillas marca de la casa acabaron en gol de Luis García y penalti a Simao, que marcó Maxi. Los atléticos llevaban días soportando a su Roncero particular haciendo el chiste de Schalke 0-4 y fue 4-0. Así que la fiesta del Calderón fue espectacular. En el palco, bailaba Maradona. Él sabe la verdad: no es que Kun y su Atleti se merezcan la Champions, es que la Champions se merece a Kun y su Atleti. Y allá van.
Homenaje olímpico a Kun
Antes del partido, Juanma López y Kiko entregaron a Agüero una placa conmemorativa por su reciente oro olímpico. Los dos ex futbolistas también lograron este título en Barcelona 92, con España. En concreto, el delantero gaditano fue la gran estrella de aquella final con dos goles, uno de ellos, el decisivo, en los últimos instantes del partido ante Polonia.