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Amistoso | Numancia 1 - Zaragoza 0

Boris encañona y empaña la realidad de Marcelino

El Zaragoza cae y aburre ante un Numancia interesante

Jorge Solans
<b>ACTIVO. </b>Arizmendi corrió mucho por la banda derecha, más sin balón que con él, y no logró brillar en su estreno como titular.
ACTIVO. Arizmendi corrió mucho por la banda derecha, más sin balón que con él, y no logró brillar en su estreno como titular.Wilfredo García

El voleón de Boris en la agonía del descuento, viniendo en perpendicular desde el larguero, recordó al penalti córner que hurtó el oro de Hockey hierba a España en Pekín. Ambos goles recordaron a los cañones alemanes Dura o Gustav, de la Segunda Guerra Mundial. Pero, sobre todo, Boris recordó al Zaragoza que el Numancia es hoy por hoy mejor conjunto. Quizá sólo por un centímetro, una centésima o un gramo. Pero lo es. El Zaragoza volvió a aburrir y a sufrir como un equipo de Segunda.

Marcelino sonrió después, lamentando sólo algunos despistes y celebrando la buena nota global del conjunto. Le daremos el beneficio de la duda, la temporada ni ha empezado. Y hay que asumir que el contraste de ver a Messi, Agüero, Di María y compañía sólo unas horas antes es una losa. Del cielo olímpico al infierno nacional hay distancia. Cierto, seamos pacientes.

Pero tampoco callemos. El partido se perdió en el último instante como se anunció en los primeros minutos: a balón parado. La estrategia es una carcoma que el Zaragoza no se logra despegar. El Numancia, con las botas de Barquero y Antón bien afiladas, largó varias faltas cerradas que rebosaban veneno y hacían temblar a López Vallejo, indefenso y débil entre el bosque de cuerpos en el área. Todo lo contrario sucedía en la llanura, donde borró el gol en un mano a mano que Brit se dejó quitar de verlo tan claro y no creerlo.

Orden insulso.

El Zaragoza se mostraba agrupado y ordenado, virtudes que exige y fomenta Marcelino. Pero el Numancia era el que dominaba la pelota con un ramillete de medios dinámicos y precisos. Arizmendi cabalgaba por la derecha sin saborear el balón, que salía nublado por todas partes. Y Oliveira se topó con el poste en una jugada aislada e individual.

El Zaragoza aburría y sufría, decíamos. Diego Milito probó fortuna en la segunda parte, pero en el Zaragoza nunca hubo asociación sino precipitación. Hidalgo falló un remate en las barbas de Juan Pablo al regreso del descanso y se olvidó la brújula que mostró en otros partidos. Al otro lado, salió Quero, un torbellino encerrado en 160 centímetros que alteró el partido con desparpajo y centros. Como el que fue al larguero y encañonó Boris.