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Amistoso | Zaragoza 1 - Villarreal 2

Ibagaza lidera el triunfo del Submarino en Teruel

El Zaragoza opuso seriedad a la clase del Villarreal

Jorge Solans
<b>A BALÓN PARADO. </b>Pavón remata de cabeza en una jugada de estrategia del Zaragoza.
A BALÓN PARADO. Pavón remata de cabeza en una jugada de estrategia del Zaragoza.alfonso reyes

Se puede decir que Ibagaza personificó ayer la distancia que separa la Champions de la Segunda División. Se movió con la soltura del patinador sobre hielo y usó precisión de bisturí. Enfocó la jugada que desembocó en el primer gol poniéndole el balón al pasillo a Matías Fernández y Zaparain mandó a córner. Insuficiente, porque Godín desnudó las carencias ya históricas del Zaragoza a balón parado.

En ventaja, Guille Franco aguantaba y descargaba, de manual y Matías y Pires se asociaban con el Caño. Ante eso, el Zaragoza ponía mucho trabajo a través de Luccin y Gabi, que corrían sin cesar. El Zaragoza no alcanzaba la finura del Villarreal, pero era capaz de sostener su caudal. Coentrao y Braulio fueron los más destacados de la primera parte aragonesa tanto por intención como por profundidad en su juego.

El Zaragoza mudó de piel con el descanso y el Villarreal sólo cambió a do de sus piezas. Y una era Ibagaza. Así que su ausencia y el paso de los minutos fue menguando la anterior superioridad amarilla. Había capacidad para poseer la pelota, pero faltaba esa nota diferencial que significa el Caño. El Zaragoza llegaba de forma directa porque estaba más estirado y porque el balón le quemaba en la zona de construcción. Sólo Hidalgo ponía el criterio necesario.

La conexión entre Ewerthon y Diego Milito puso en algunos apuros a Gonzalo y Cygan. Siempre con acciones verticales y rápidas, pero faltaba precisión, demasiada. El empate llegó sin cocinarse. Ewerthon peinó un pelotazo de López Vallejo y Diego Milito burló a Viera con el nerviosismo de los ancianos antes de pasar por las obras.

El guión del partido parecía encaminado a repetir los penaltis del año pasado, pero Joseba Llorente, de oficio goleador, había salido para algo. No para jugar como Ibagaza, desde luego, pero sí para rematar un centro y empujar el rechace. Su tanto decidió el partido.