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Holanda 1 - Rusia 3 | Andrei Arshavin según Aritz Gabilondo

El niño abandonado de Leningrado sirve de ejemplo en Rusia

Mejor jugador allí desde 2005

Cada vez que sonríe Andrei Arshavin (Leningrado, 1981) se refl eja en su cara la alegría de haber superado una dura infancia, un tormentoso camino curtido en los suburbios de la fría y humeante ciudad del oeste del país, en pleno golfo de Finlandia. Al poco de nacer, él y su madre fueron abandonados por su padre y tuvieron que ganarse la vida con un escaso jornal y habitando una casa compartida con otras familias, por lo que sólo les correspondía una habitación en la que tuvieron que salir adelante.

Momentos difíciles que siempre estarán en su mente, pero que los superó dando patadas a un balón, lejos de peleas, de problemas, de travesuras. A los 7 años ya desbordaba como un pequeño diablo por los embarrados campos de la escuela de fútbol de Smena. Tenía fútbol en sus botas como para deslumbrar y la gente poco a poco lo fue comprobando. Vinogradov y Gordeev, los dos técnicos que le dirigieron en el tiempo que estuvo allí, no se cansaron de recomendar a varios clubes que le fueran a ver, que su juego estaba fuera de los normal. Y el Zenit fue el primero en comprobarlo. De ahí que se apresurara en ficharlo aún de niño.

Como un chico humilde más en la cantera de un club adinerado, Arshavin fue creciendo en silencio como futbolista y como persona, siempre interesado en la moda por su gran afi ción reconocida por las mujeres. Hasta que en un partido de la Intertoto, en 2002, con apenas 21 años, el técnico Morozov le convocó para el primer equipo y le hizo debutar ante el Bradford. Desde entonces se convirtió en un fijo y fue haciéndose más importante cada año. Desde 2002 hasta 2004 fue nombrado el segundo mejor jugador de Rusia y desde 2005 ocupó ese trono de manera autoritaria. Paralelamente, el Zenit fue haciéndose el dueño del fútbol ruso, lo que defi nitivamente le condujo a debutar con la selección ante Bielorrusia, en 2002.

Único canterano del actual Zenit campeón de la UEFA, en la que además fue nombrado mejor jugador, ahora son los clubes ingleses los que pujan por él. Su contrato dura hasta 2010 y su salario es de 2,6 millones. Mientras, sin olvidar sus orígenes, el pequeño Andrei apadrina un proyecto de la FIFA para niños abandonados.