Pavlyuchenko ha perdido cuatro kilos en diez días

Pavlyuchenko es Ronaldo en rubio, un matador indisciplinado y genial. Tiende, como el brasileño, a engordar desmesuradamente incluso durante los meses de competición. Hace poco tiempo que comenzó la Liga de su país, pero al delantero del Spartak ya le ha dado tiempo a ganar los kilos que sudó durante la pretemporada. Cuatro más de lo que debe traía cuando comenzó la concentración de Rusia y Hiddink, que le lleva y le entiende, le puso un plan para que se los quitara en apenas 10 días. "Y los ha perdido", afirma entre flemático y paternal el holandés, que se ha quejado del exceso de peso con el que arribaron muchos de sus jugadores a la previa de la Eurocopa. "Hace una semana no me podía ni mover. Pero ahora estoy fenomenal, ligero. Siento como si pudiera volar. Tengo los músculos tan bien que ni siquiera caben en mi camiseta... ¡Debería llevar una XXL!", confirma eufórico un futbolista que no se prodiga ante los medios.

Pavlyuchenko ha marcado en los tres partidos de preparación, golazo ante Lituania incluido. Nada que ver con un comienzo de Liga rusa en el que anduvo embrujado por los cantos de sirena del Madrid. Ausente, de mente y de físico, el futbolista inició la temporada aquejado por una de sus esporádicas espantás: en la segunda jornada, contra el Dinamo, le expulsaron por golpear a un rival y su club le obligó a entrenarse con el equipo filial. Luego no ha estado muy acertado: 4 goles (dos de penalti) en 10 partidos, lejos de los guarismos de anteriores campañas.

"Tiene un problema: le cuesta competir, pero es un gigante dormido que en cualquier momento puede despertar", define Hiddink entre la reprimenda y el piropo. El italiano Scala, que lo tuvo en las inferiores del Spartak, sólo habla de lo bueno: "Por sus características físicas y técnicas, me recuerda a Van Basten". Comparar es exagerar, pero las bases están puestas: Pavlyuchenko tiene la misma estatura que Marco (1,88 metros), es ambidextro y también golpea mejor el balón con los pies que con la cabeza. Y es ahí, en el cerebro, donde se dispersan casi totalmente sus posibilidades de convertirse en un superclase. Este cabeza loca no ve problemas en hartarse de bollos, irse de marcha o subirse al hotel unas señoritas de dudosa procedencia dos noches antes de un Rusia-Inglaterra. Luego, en el campo, también marcó: dos goles.