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Real Madrid | Se cumplen diez años de la Séptima

"Aquel gol cambió mi vida para siempre..."

Hoy se cumplen diez años de la histórica final de Amsterdam, la de la Séptima. El gol de Mijatovic a la Juve cambió la vida del madridismo. El montenegrino viajó a Amsterdam y se lo contó a Pedro P. San Martín, Tomás Roncero y Carmen Colino.

Pedja Mijatovic
Actualizado a
Pedja Mijatovic
jesús aguilera

A veces me levanto por la mañana en mi casa, me miro al espejo en el cuarto de baño y aparece ante mis ojos la imagen de aquel gol que cambió mi vida. Ese balón entrando en la portería del fondo sur del Amsterdam Arena, mi celebración enloquecida buscando a Fernando Sanz en la banda, la fiesta magnífica en el vestuario, el regreso triunfal por las calles de Madrid con cientos de miles de personas aclamándonos como si fuéramos emperadores de Roma, la subida a la diosa Cibeles en medio del éxtasis, la llegada al Bernabéu con 100.000 hinchas coreando mi nombre y mis compañeros de rodillas en el césped recibiéndome haciéndome la ola. ¡Increíble que ya hayan pasado diez años!

Capítulo 1.

Pero todo empezó mucho antes. La Champions se convirtió para mí en una pesadilla sólo paliada por aquella noche irrepetible de Amsterdam. Es difícil de creer, pero me presenté con el Madrid en la final no habiendo sido capaz de marcar un solo gol en la Champions. Estaba realmente obsesionado con ello. Pero hay un compañero que me ayudó mucho a no perder la confianza en mí a pesar de esa ceguera. Tras derrotar 3-0 al Bayer Leverkusen en la vuelta de los cuartos del final ante nuestra afición, me sentía regular porque a pesar de clasificarnos para semifinales yo seguía negado de cara a la portería. Raúl y Morientes se habían salido. En el vestuario llegó un momento clave para mí. Manolo Sanchís, nuestro capitán, se puso cerca de mí y me dijo: "Tenemos al mejor delantero de Europa en este equipo y eso nos va a ayudar mucho en esta Champions". Me quedé pensativo e imaginé que lo decía por Raúl. Le contesté: "Es verdad, capi. El nene es una maravilla. Raúl va a dar muchos títulos a este club". Sanchís se quedó con cara de póker y me replicó: "Pedja, hablo de ti. Eres el mejor fichaje que ha hecho el Madrid en mucho tiempo". ¡Uffff! Casi rompo a llorar. Eso me dio alas para el resto de aquella Copa de Europa...

Capítulo 2.

La semana previa a Amsterdam fue tremenda por los nervios y la tensión que nos rodeaba en la Liga. En aquella época sólo se clasificaban para la Champions los dos primeros, por lo que lo teníamos crudo dado que el Barça ya había ganado la Liga hacía tiempo y el Athletic y la Real Sociedad estaban por delante. En la última jornada nos adelantaron el partido con el Betis al viernes y les ganamos 1-0 en el Bernabéu, con un gol mío cerca del final. Pero la Real ganó en Mallorca y el Athletic al Zaragoza, por lo que quedamos cuartos y fuimos a Amsterdam sabiendo que una derrota ante la Juventus nos obligaba a jugar la UEFA. ¡Terrible para el club y para nosotros!

Capítulo 3.

El día 17, domingo, entrenamos en el Bernabéu con la intención de olvidarnos de nuestras penurias domésticas. Se nos notaba que estábamos muy concentrados y que sabíamos que esa final podía cambiar las malas caras y hacernos pasar a la historia. Madrugamos mucho el lunes para coger un vuelo rumbo a Amsterdam. Despegamos de Barajas a las nueve y media de la mañana. Recuerdo que fui sentado al lado de Davor, que durmió casi todo el viaje. ¡Este Suker siempre tan feliz! Yo me devoré el AS y estaba tan nervioso que apenas pude pegar ojo. Me sabía el once de la Juve de memoria

Capítulo 4.

Al llegar al aeropuerto de Schippol, todos sonreímos. Nos sentimos bien. Era un buen presagio. Nos instalamos en el centro de concentración de la selección holandesa, en Zeist, cerca de Utrecht. No era un hotel de lujo ni de cinco estrellas, a los que estábamos acostumbrados, pero fue lo mejor para todos. Dos días allí, rodeados de bosques y de un silencio que ayudaba a no distraerse con nada. Suker y yo, siempre juntos como Zipi y Zape, nos hospedamos en la 'Room 5'. Como los yugoslavos somos un poco maniáticos, nos gustó porque el 5 es un número de jerarquía en el fútbol. El asunto se ponía cada vez mejor

Capítulo 5.

A 500 metros de nuestro 'convento' en Zeist había dos campos de entrenamiento muy bien cuidados. Allí nos entrenamos en la tarde del lunes, más que nada para estirar piernas tras el madrugón y el viaje. Pero el preparador físico de Heynckes, Ángel Vilda, tenía por costumbre hacer ejercicios con saltitos. Fue junto a una valla en el lateral del campo 1. En uno de esos saltos noté un crujido en el gemelo de mi pierna derecha. Me dije: "¡No puede ser. No, por favor!". Veía que podía perderme el partido de mi vida. Por eso me callé, engañé al míster y le dije que ya era bastante, que me iba a la ducha para no arriesgar. Me dirigí en el hotel a Pedro Chueca, que más que un recuperador es un mago. Me puse en sus manos y casi le amenacé de broma: "¡Como no me recuperes te mato!". Dormí con mucho dolor pero no dije nada a casi nadie. Bueno, Davor y Fernando Hierro sí lo sabían. Al día siguiente nos entrenamos en el Amsterdam Arena y yo salté al campo con unas medias blancas subidas hasta la rodilla. Ni los periodistas repararon en lo raro que era eso. Y eso que le dije a Heynckes que no quería ensayar ni para tirar penaltis. Jupp me dijo: "Pero Pedja, debes ensayar porque puede que ganemos el título por penaltis". Yo le respondí: "Tranquilo, míster. Ganaremos a los italianos sin necesidad de prórroga. Esto está ganado, jefe".

Capítulo 6.

Hablando del míster, días antes de la final tuvimos una conversación con nuestro presidente que fue tremenda. Lorenzo Sanz nos reconoció que había hablado con Heynckes y que éste le había confesado que no podía más, que no tenía mando sobre el grupo y que se sentía derrotado. Pero Jupp era muy buena gente y los jugadores recogimos el guante para ayudarle y para ayudarnos a nosotros mismos. No olvido una frase que nos dijimos entre los pesos pesados de la plantilla tras conjurarnos para salir airosos de una situación tan difícil: "Las finales no se juegan, las finales se ganan".

Capítulo 7.

La noche previa a la final fue en la que se gestó nuestra hazaña. Debían ser las once y media y nadie aguantaba tranquilo en su cuarto. Estábamos todos sin poder dormir y de forma espontánea, en nuestra habitación número 5 del complejo KNVB de Zeist, se improvisó una reunión que sirvió para hacer piña y fabricar el espíritu de la Séptima. Hierro, Raúl, Davor, Panucci, Sanchís, Karembeu, Redondo Fue muy bueno porque, por ejemplo, Panucci nos contó cómo defendía Montero y las fisuras que ellos podían tener en defensa si Raúl y yo le cogíamos la espalda por velocidad, a lo que añadió cómo se podía parar a Del Piero haciendo una defensa de ayudas. Karembeu nos habló de la forma idónea para anular a Zidane, como así fue. Para algo era compañero suyo en la selección francesa. Estábamos tirados por las dos camas de la modesta habitación, ¡tenía ventilador de enchufe en vez de aire acondicionado!, y el pequeño sofá que había. Nos dijimos: "Nadie da un duro por nosotros, pero si ganamos vamos a pasar a la historia y no tendremos otra oportunidad como ésta". Tras conjurarnos, a eso de las tres de la madrugada, Fernando Sanz aporreó la puerta de mi habitación, la abrí, se me acercó y me dijo algo que me marcó mentalmente para el partido con los italianos: "Pedja, en la final vas a marcar tu primer gol de esta Champions y nos va a dar la Séptima. He tenido una visión y necesitaba decírtelo". Se me puso la piel de gallina. ¡Bendito profeta!

Capítulo 8.

Por la mañana salimos a pasear por estos espléndidos bosques, que están a una hora en coche desde Amsterdam, y fui dándole vueltas a mi lesión secreta pero convenciéndome de que mi fuerza interior sería más poderosa y que, por tanto, no habría dolor durante el partido con la Juventus. Comimos a la una del mediodía en el restaurante Johan Neskeens y allí la profecía de Fernando Sanz fue tomando cuerpo. Hierro, Panucci y Davor me insistían: "Pedja, hoy te toca a ti". Yo estaba obsesionado, pero esa terapia de grupo con un apoyo tan incondicional de mis compañeros me permitió acudir al Amsterdam Arena sin ningún complejo, convencido de marcar y olvidando que tenía una lesión que según los médicos que consulté días después ¡hubiera necesitado una semana para curarse! Tremendo...

Capítulo 9.

Horas antes de la final vi cómo la mayoría de mis compañeros hablaban con sus mujeres, sus padres, sus hijos o sus amigos más íntimos. Mi situación era diferente por completo. Mis padres estaban en Montenegro y yo estaba divorciado por aquellas fechas, con lo cual mi gran refugio era Davor, mi amigo del alma. Él fue el que me dio más apoyo psicológico en las horas previas al encuentro, porque Suker ya sabía que sería suplente y eso le tenía relajado antes de la final. Fue un buen consejero y me dio fuerza. Davor fue mi familia en aquellos días tan claves de mi vida...

Capítulo 10.

Y llegó la hora. En el párking del Amsterdam Arena me llamó la atención contemplar el autobús que trasladó a la Juventus. ¡Qué lujazo! Estaba tuneado con los rostros de Zidane, Del Piero y Davids. Cuando se bajaron, estaban todos impecables, con esos trajes italianos de seda que nadie sabe lucir como ellos, unas gafas de sol impecables y un aire triunfal que les hacía parecer césares. Si fuera por la pinta estábamos perdidos. Pero eso nos motivó todavía más. Al llegar al vestuario fue impresionante. Hierro gritó el primero y todos nos fuimos abrazando y deseándonos suerte con un ritual que todavía me pone los pelos de punta. No hacía falta decir nada más. Con mirarnos a los ojos ya sabíamos que teníamos la Séptima metida entre ceja y ceja. En ese vestuario no se oía nada, ni siquiera a Los del Río y su Macarena, que estaban poniendo a nuestra afición a cien por hora...

Capítulo 11.

Los montenegrinos creemos en los fetiches y en los símbolos que ayudan a ver cumplidos tus sueños. Yo no me sabía de memoria la historia del Madrid, pero sí que llevaba 32 años sin ganar la Copa de Europa y que en 1981 perdió una final con el Liverpool. También sabía que su última conquista fue en 1966 porque su víctima fue ¡mi Partizán del alma! Yo ni siquiera había nacido cuando se jugó aquel partido, pero crecí de niño amando los colores del Partizán y escuchando historias sobre aquella final del estadio Heysel de Bruselas. Me llamó la atención que la Juve vistiese con rayas negras y blancas, como mi Partizán. Y qué curioso, mi gol a Peruzzi llegó en el minuto 66, el mismo número del año de la final de los Ye-yés. Estaba escrito que un hincha del Partizán viajaría en la historia para ayudar al Madrid a ganar su primera Copa de Europa desde aquella final de Heysel. Yo sí creo en esas cosas

Capítulo 12.

Durante el partido sucedieron cosas muy curiosas. Por ejemplo, con Di Livio me crucé varias veces y vi que llevaba tatuado en el brazo un 1, un punto y un 0. Creí que era una apuesta por el resultado del partido, pero le pregunté y me dijo que era el millón de liras que tenían por ganarnos en la final. Luego me reí mucho de la anécdota porque resultó premonitorio. Efectivamente, 1-0 iba a ser el resultado del partido más importante de nuestra carrera. ¡Y encima con un gol mío! Al meter aquel tanto creí que iba a volar

Capítulo 13.

Llegó el minuto 66. La jugada la inició Panucci desde la derecha, Roberto Carlos remató, el balón quedó rechazado por un defensa, cogí la pelota escorado en el área pequeña, eludí a Peruzzi con un regate exterior y casi sin ángulo rematé con la pierna sana, la izquierda. El balón no lo sacó Montero en la línea de gol por un milímetro. Enloquecí. Busqué a Fernando Sanz y me tiré al suelo a abrazarle en la banda. ¡Él lo predijo todo! Por cierto, de fuera de juego nada de nada. Pessotto lo rompía porque se quedó enganchado. Por eso no protestó el gol ningún jugador de la Juve...

Capítulo 14.

La ceremonia de campeones fue una pasada. En el césped nos abrazábamos todos como si estuviéramos en una nube. Padres con niños, señores mayores y hasta mujeres, que se nos abrazaban desde la grada con lágrimas en los ojos. En ese momento de locura entendí emocionado que mi gol había cambiado la vida de muchas personas. ¡Empezando por la mía!

Capítulo 15.

Al llegar al vestuario los utilleros se movilizaron porque no teníamos previsto ningún festejo de antemano. Como era de imaginar, la Juve tenía su vestuario lleno de cajas con botellas de champán frío y dispuesto a ser saboreado por los campeones. Se comportaron como señores y nos las dieron sin problemas. ¡Ahí empezó el fiestón!

Y capítulo 16.

No dormimos en toda la noche. Aterrizamos en Madrid a primera hora de la tarde del día 21 y ahí empecé a entender la grandeza de este club. Ya en Barajas se veía a miles de personas apiñadas en las barandillas esperándonos. Pero lo mejor llegó cuando nos montamos en unos coches descapotables. De niño nos hacían salir de los colegios en Montenegro cuando llegaba Tito para jalearle desde las aceras. Yo pensaba: "Qué grande hay que ser para que el pueblo salga a aclamarte a la calle. Ojalá algún día me pase a mí". Así fue. Luego llegó lo de Cibeles y el Bernabéu, pero esa historia ya la conocen todos ustedes...

Hoy con AS, el Informe Robinson

Hoy con AS y a un precio de 0,50 euros, todos aquellos aficionados madridistas que lo deseen pueden adquirir el DVD del programa 'Informe Robinson' donde se cuenta todo lo ocurrido en los días previos a la final del 20 de mayo de 1998. Es un documento único donde los grandes protagonistas que lograron la Séptima Copa de Europa cuentan sus vivencias y recuerdan las mejores anécdotas de aquellos días. Relatan sus sensaciones durante los 90 minutos que duró el encuentro y la fiesta posterior. Además, Pedja Mijatovic recuerda en el Amsterdam Arena, el estadio que le cambió la vida a él y a todo el madridismo, cómo fue la jugada del gol y reitera una vez más que al marcar el tanto no estaba en fuera de juego. El extraordinario reportaje repasa minuto a minuto qué pasó antes, durante y después del histórico partido. Además del reportaje completo, el DVD contiene un vídeo extra con las mejores anécdotas inéditas contadas por todos los protagonistas.