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Primera | Zaragoza 1 - Almería 1

La primavera viene sin flores

El Zaragoza empata y sigue a un punto del pozo. Marcó Oliveira. Negredo le arrebató un triunfo que defendía con diez. Roja a Gabi y lesión de Matuzalem

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<b>PELIGRO FINAL. </b>Ayala, felicitado por César después de despejar un balón en una de las llegadas del Almería en el tramo final del partido, cuando buscaba la victoria.
PELIGRO FINAL. Ayala, felicitado por César después de despejar un balón en una de las llegadas del Almería en el tramo final del partido, cuando buscaba la victoria.

El Zaragoza y el Almería se empataron con un par de goles de improbable factura: el equipo aragonés, de tradición ajena a la estrategia y sus aledaños, hizo su tanto con diez hombres en un cabezazo de Oliveira a la salida de un córner, cosa en verdad difícil de ver; el Almería, por su lado, igualó en el 88' después de un ensayo de escorpión cojo de Uche, que tocó con la espuela un balón que venía de la esquina, para que Negredo cazara la mariposa en el área pequeña. La dramática escenografía que para el equipo aragonés tenía ese empate postrero la completó Óscar, al intentar sacar el balón con una palomita inconclusa que Iturralde desatendió para conceder el gol.

La primavera no ha llegado y menos a Zaragoza, donde presenta un aspecto poco florido, con ese equipo a un punto del descenso. La gente regresaba ayer en procesión automovilística con la calefacción soplando, y por el horizonte del gol Jerusalén descendieron toda la tarde aviones plateados, que se mecían en ese viento laico y helado que es el cierzo. Cruzaban la escena nubes muy veloces y balones muy largos, los del Zaragoza, y otros cortos, generalmente del Almería. Durante una hora, La Romareda vio un partido de mucho argumento y poco contenido. El Zaragoza salió contrahecho, con Oliveira acostado al lado izquierdo y Gabi en el timón. A Gabi le pudo su naturaleza gregaria. Quiso el balón y lo buscó con un ímpetu que acabaría por expulsarlo. A Iturralde no le gustan los excesos gestuales ni que nadie le robe la escena. El histrionismo es cosa suya.

El Almería pareció sentirse más cómodo sin la pelota que con ella, a pesar de la ascendencia que Felipe Melo ganó sobre el partido y del trabajo ímprobo de Juanito en las cosas secundarias. Corona no tuvo ese punto que acostumbra a tener Corona. No es que hiciera un mal partido, no, pero la diferencia la expresó cuando, en la segunda mitad, apareció de forma alternativa en los dos costados del área para poner un par de balones que suponían una invitación formal al gol. Al primero llegó Mané y su cabezazo lo rechazó César. El segundo lo alcanzó Negredo y el portero adivinó de nuevo la respuesta. El encuentro estaba para cualquier cosa.

Expulsión. El Zaragoza no le había encontrado nunca la vuelta al equipo de Unai Emery, que puso la solvencia táctica precisa para estrecharle las avenidas y el campo de acción. Diego Milito cayó a menudo en fuera de juego y Sergio García quedó en una versión reducida de sí mismo. El único que articuló algún aviso fue Oliveira. Al principio se le veía incómodo afuera, en la banda, pero poco a poco le encontró el aire al sitio y disputó un duelo interesante con el minucioso Bruno. A falta de fútbol apeló a su lado cabeceador, aprovechando el partido indeciso de Carlos García. Diego Alves le sacó un par, de paisano a paisano. Pero al Zaragoza lo acechan esas pequeñas desgracias habituales en los equipos metidos en arena movediza: Matuzalem se había lesionado sin jugar, y jugando trece minutos se lesionó del todo. Y Gabi pasó la tarde haciendo kilómetros y faltas, hasta que Iturralde se cansó de verlo trabajar y lo echó tras un choque con Bruno. Algo riguroso.

La expulsión le agregó al partido un punto de imprevisibilidad que Emery quiso girar de su lado con Crusat, jugador de revolución elevada, y poniendo a Soriano por Juanito. Un cambio de gemelos, aunque menos porque el aragonés sabe llegar arriba. El Almería quería ganar y quería que se notase. Cuando los dos esperaban a salir llegó el gol de Oliveira. Limitado por las ausencias y obligado por la necesidad, Villanova pensó en resistir. Miró a su banquillo y vio una manifestación de pivotes, y los sacó porque venía al caso: primero Matuzalem, luego Zapater y por fin Celades. Todos apretados frente a un Almería que subió el pistón por inercia, hasta que Negredo redimió su partido con un gol oportunista. Un pasito más hacia la salvación o la UEFA, la primavera dirá. En el caso del Zaragoza, una paradoja: el empate, tan escuálido, le permite estar un punto más lejos del descenso. Qué cosas hay que ver...

El detalle: el regreso de Sori y Corona

Los dos ex zaragocistas se repartieron el protagonismo del Almería en su visita a La Romareda, dado que por primera vez regresaban al estadio en el que jugaron con un equipo rival. Corona fue titular y su nombre recibió algunos aplausos al ser anunciado por megafonía. Soriano, que inició el partido en el banquillo, se fotografió al borde del césped.