Champions League | Real Madrid-Roma
El factor Robinho se mide al ejército de Totti
El brasileño y Pepe, de inicio. El contragolpe italiano, la amenaza
La primera trampa es el resultado de la ida: 2-1. Sabemos que el Madrid se clasifica con un 1-0, pero se trata de un conocimiento meramente teórico. Cuesta creer que la eliminatoria se resuelva así, con una sola flecha y directa al corazón. Si eso sucediera, los últimos minutos resultarían angustiosos, a no ser, claro, que ese gol salvador llegara al final, y aún mejor en el descuento, justo cuando el árbitro se dispone a inflar los mofletes para terminar el partido y soplarnos a casa. Podría suceder tal como lo cuento, pero es mucho más fácil imaginar una ensalada de tiros. El frenesí.
La segunda trampa es el rival. Roma es antes una ciudad que un equipo de fútbol. Un lugar, además, que sólo despierta evocaciones positivas: dolce vita, historia, vacaciones, Audrey, putanesca y flores de calabacín. Hasta la administradora delegada del Roma, Rosella Sensi (hija del dueño, ojos verdes, 36 años, clase infinita) surge como una presencia arrebatadora capaz de pedir 25 millones de euros por Samuel y capaz de convencernos.
Es evidente que todo eso provoca una irremediable distracción. No pretendo negar ni la concentración ni el absoluto sentido de la responsabilidad del madridismo, pero el compromiso vuelve a ser teórico. La afición, los jugadores, el entrenador, usted y yo mismo fingimos una preocupación más intelectual que física. No es miedo. No es Bayern. Es un simulacro de incendio.
La sensación debería inquietarnos. Disimulado por su falta de prestigio internacional, el Roma será probablemente el mejor rival que haya visitado el Bernabéu esta temporada, con permiso de Atlético (2-1) y Villarreal (3-2), cuyos resultados adjunto para incidir en la alarma. La resistencia del Roma al emporio del Inter prueba su fortaleza. Los interistas sólo han perdido un partido esta temporada y los romanistas (que empataron en San Siro) todavía los tienen a la razonable distancia de seis puntos.
El mito.
Luego está Totti. O antes que todo. Diríamos que es el Joe Di Maggio del Roma, aunque es inevitable señalar que, pese a su condición de mito, todavía no ha superado la clasificación de "ídolo local", ni siquiera italiano, sino romanista. A su carrera aún le falta una gran actuación internacional y el partido de hoy, con medio mundo pendiente, convalida. Sus maniobras al contragolpe serán un peligro.
El Roma, no obstante, también tiene sus fantasmas. La pasada temporada, en cuartos, ganó 2-1 al Manchester en el Olímpico. Se hizo ilusiones, como ahora. Pero en la vuelta fue humillado en Old Trafford: 7-1. Y la herida no se ha cerrado. El pasado verano, cuando la bella Rosella salía de la Iglesia de San Stéfano de los Abisinios del brazo del afortunado Marco Staffoli, una sábana colgaba de un balcón para recibir a los esposos. El mensaje era escueto, cruel y lazial: 7-1.
Cambios.
El Roma se entrenó ayer en el Bernabéu y Juan se ejercitó con normalidad, lo que despeja una de las dudas del equipo. Con respecto a la ida, Tonetto (apellido circense) jugará por el lesionado Cassetti y Perrotta reemplazará a Giuly, fuera de forma.
En el Madrid hay dos bajas dolorosas, Van Nistelrooy y Sergio Ramos, que se compensan con el regreso triunfal de Robinho, autor de dos goles en Huelva y, otra vez, la esperanza blanca. El optimismo lo completa Pepe, Don José.
La primera incógnita es cómo responderá el ataque madridista, sin extremos ni laterales largos, frente a lo que será, de inicio, una defensa de ajedrez; siciliana, concretamente. La siguiente fija en el centro del tablero la batalla clave: Gago, Diarra y Guti, contra De Rossi, Pizarro y Perrotta.
Schuster dijo ayer que no ha ensayado los penaltis y Bronzetti, agente de jugadores (y quizá de la CIA), advirtió que el árbitro griego Vassaras es "casalingo" (casero). No crean todo lo que oyen. Hay partido y está lleno de trampas.