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Segunda | Eíbar 1 - Málaga 1

Otro pasito a Primera

Baha adelantó al Málaga y Goitia detuvo un penalti

Tenía el Málaga en sus manos tres puntos de puro oro. Es difícil arrancar de la ratonera del Éibar algo positivo. Venirse con todo el botín es como para declarar tres días de fiesta. Lo rozó el Málaga. Pero en Ipurúa nadie baja los brazos hasta el 90. Incluso, se diría que les gusta empatar de esta manera. Al final, en una falta, con épica. En Éibar, la alegría es un empate. Tampoco es triste para los blanquiazules. Al menos, por lo que se vio ayer. Sigue en su línea, arañando puntos fuera para completar el puzzle. Sabe que su guerra es machacar en La Rosaleda y picotear en estas batallas. No es tan sencillo derrotar a los armeros como muchos piensan. Que su juego no sea vistoso no significa que no sepan lo que hacen.

La pena es que el Málaga lo vio tan cerca que a más de uno se le quedó cara de póker. Porque empezó con fuerza el equipo de Muñiz, avisando con la carta Eliseu hasta que Mandiola ordenó tapar esa fuga. Tres internadas del portugués por su izquierda, donde sobrevive como puede el arcaico Manel, casi abren la lata. Pero ni él ni Baha tuvieron fortuna. Y se secó el vergel de las ocasiones hasta la charla de Muñiz en el descanso, que debió surtir efecto. El Málaga volvió a salir con fuerza, con Eliseu y Baha avisando una vez más. Estaba hambriento el marroquí, más que nadie, cansado de no marcar tantas jornadas. Jesús Gámez se inventó un pase en profundidad impropio de un lateral, Baha rompió la defensa y machacó a Cuéllar como hacen los pistoleros. Se tiró al suelo, aliviado, y rápidamente miró al cielo y señaló con ambos brazos. Se lo agradecía a Dios, a quien el día antes le pidió que le ayudase a recuperar el veneno. Quizá el problema de su sequía nació de sus botas amarillas, con las que empezó el partido. Eso le dirían los supersticiosos. Tenga que ver la suerte o no, lo cierto es que se cambió el calzado en el descanso...

Quedaba aún tiempo para alguna heroicidad más. Una manita de Hidalgo llevó a Goiria al punto de penalti a medirse con Goitia. Toda la familia del portero estaba en las gradas, cumplía 100 partidos en Segunda. Y lo celebró agarrando el balón a dos manos tras el flojito disparo del delantero armero. Lástima que no acertase en la falta envenenada que Alaña botó a seis minutos del final amparado por la fe del Éibar y de Ipurúa. Así se las gasta este equipo en su casa. Sacó petróleo de una acción aislada en la que Altuna fue el más pillo. Pero el Málaga dio la cara.