Liga de Campeones | Fenerbahçe 3 - Sevilla 2
El Sevilla sale vivo del infierno turco
El conjunto turco ya no sorprende por sus cualidades y aunque se llevo el partido por su mayor efectividad se cargó de tarjetas para los siguientes partidos de Champions. El Sevilla se vió sorprendido por alto y aunque encajó bien los tantos turcos no pudo al final lLevarse un resultado mejor. Lo normal sería que pasaran los españoles por su mayor calidad.
La primera presencia en Octavos de la Liga de Campeones de los dos equipos hizo que los dos entrenadores, Zico y Jiménez, no defraudaran a los amantes del fútbol y sacaran su equipo ideal y no se reservaran nada para otros partidos. Una promesa de fútbol. Y así fue, porque el Sevilla salió 'enchufado' y tuvo al Fenerbahçe contra las cuerdas los primeros quince minutos. Pero no pudo adelantarse.
Los locales se quitaron la presión inicial española y empezaron a llegar con peligro, tanto es así que un despiste de la defensa sevillista se llevaron el primer gol del partido. Fue obra de Kezman, un jugador que pasó sin pena ni gloria por el Atlético de Madrid, pero que ahora vive en una nube en la Liga turca donde lleva diez goles en siete partidos. Con el de esta noche once.
La suerte que le estaba faltando al Sevilla le llegó en el gol del empate. Un centro de Dani Alves fue desviado por Edu que vió impotente como el balón entraba en la meta de su compañero Demirel. Cierto que fue en propia, pero el Sevilla había reaccionado al tanto inicial dominando el juego, tomando la pelota y atacando como este equipo sabe.
Ya lo decía Monchi en la previa "Son un equipo anárquico, pero con calidad" y así se podría definir la jugada del minuto treinta y posiblemente de todo el partido. Una jugada que despejó Palop como pudo y podía haber sido el segundo gol local, terminó en una contra en la que la experiencia de Roberto Carlos evitó el tanto visitante.
El final de la primera parte trajo un combate abierto y sin miramientos donde ambos rivales encajaban los golpes como los grandes boxeadores. Ataques sin cesar en una y otra portería, que rompían el sentido táctico del encuentro pero que a todo espectador le encanta disfrutar. La ocasión más clara fue del Fenerbahçe, con un cabezazo de Edu que detuvo Palop y que la defensa no supo despejar y Alex no supo remachar.
Calco de la primera mitad
La segunda parte siguió mostrando un partido abierto, sin dueño claro, donde cualquiera podía sorprender a su adversario, pero el Sevilla lo intentó de nuevo. Creando, jugando, presionando y rematando a puerta. Lástima que las intenciones ofensivas sevillistas cayeran en saco roto.
Nuevamente, como un calco de la primera parte, el Fenerbahçe volvía a golpear por donde más daño estaba haciendo al rival, por alto. En un balón parado Lugano, encontró en otro cabezazo, el ansiado gol local. Después el equipo turco empezó a apoyarse en su público y en ciertas jugadas algo 'sucias'.
Pero este Sevilla encaja bien los golpes y cada minuto que pasa se curte más y vuelve otra vez a jugar como si el resultado no le importase. Poco después el Fenerbahçe probó de su propia medicina en un saque de esquina donde Escudé batió a Demirel. En la jugada del gol español, Escudé golpeó a Roberto Carlos sin querer y le dejó lesionado.
Los últimos veinte minutos trajeron mayor tranquilidad pues los dos equipos habían luchado durante todo el partido y aguantar el ritmo era complicado. El conjunto español controlaba el 'tempo' del partido y buscaba las acciones ofensivas pero volvió a aparecer Alex y rompió de nuevo el partido para los locales. Dejó a Semih Sentürk solo contra Dragutinovic y su disparo lo desvía el defensa y se introduce en la meta de Palop. Mayor efectividad no se puede pedir a un equipo que ha aprovechado al máximo las acciones a balón parado.
Lo mejor del Sevilla fue su capacidad de encajar golpes, su capacidad de reacción y su capacidad creadora y goleadora por alguna laguna defensiva que le trajo en jaque en algunas acciones del partido, como los tres tantos turcos. Por eso el Fenerbahçe lleva 36 partidos invicto en casa. Un equipo que se lleva el partido pero también se va cargado de amarillas.