Primera | Atlético de Madrid
La salida de Maniche deja un agujero en la medular
Maniche se fue y el Atleti decidió no fichar a nadie para sustituirle. Riesgo suicida, conociendo la rodilla de Motta. Sin el portugués, el equipo ha caído en picado y la afición señala a Aguirre por no saber solucionar el problema y rechazar antes a Riquelme. El desenlace: no hay centro del campo.
Javi Martínez se cruzó todo el campo sin que nadie le detuviera; tras la expulsión de Raúl García no había ni un mediocentro en el césped para dirigir la remontada; Maxi intenta organizar cada vez más lejos del área, donde él rinde; Jurado trata sin éxito de recuperar balones en vez de buscar el último pase... Todo lleva a la misma conclusión: el Atlético no tiene centro del campo y la marcha sin recambio de Maniche ha destrozado a un equipo que funcionaba.
Los números no hacen más que reforzar al portugués. Hasta que estalló su conflicto con Aguirre, Maniche había sido titular en los quince partidos de Liga disputados y el Atlético era tercero con 30 puntos, a una media de dos puntos por partido. Desde que dejó de jugar, han pasado nueve jornadas en las que los rojiblancos sólo han sumado 11 puntos (1,2 por partido) y en la clasificación de esas últimas nueve jornadas el Atleti ocupa una vulgar décima posición. Además, llegaron la eliminación copera y el preocupante 1-0 ante el Bolton en la UEFA.
Bala perdida.
Ahora, la resolución de la crisis Maniche se convierte en la principal argumento de los detractores de Aguirre, aunque el dedo acusador también señala hacia Pitarch. La actitud del portugués durante su año y medio en el Atlético fue lamentable: desplantes a la afición y al técnico, positivos de alcoholemia, retrasos permanentes en los entrenamientos, ausencias injustificadas de algunas sesiones, varios intentos de borrarse de partidos menores y, finalmente, una descomunal bronca con Aguirre en el vestuario al grito de "¿y tú qué has ganado?". Desde luego, motivos de sobra para justificar su salida.
Pero todos estos problemas ya eran de sobra conocidos por el técnico en pretemporada, cuando, con el apoyo de Pitarch, convenció al club de que no vendiera al portugués. Además, gestionar bien el vestuario para evitar este tipo de líos es trabajo del entrenador, igual que poner siempre los resultados del equipo por encima de conflictos personales algo que, en este caso, está en duda ya que el Atleti sin Maniche ha sido claramente peor que con él.
Eso sí, antes de aprobar su cesión al Inter, a Aguirre se le prometió un refuerzo que nunca llegó y ahí es donde Pitarch se convierte en cómplice del destrozo. El Atlético tuvo un mes para encontrar un sustituto y fue incapaz, limitado por la falta de dinero y la imposibilidad de traer un extracomunitario con Cléber y Eller cubriendo el cupo. Lo apostó todo a Tiago, pero la Juve, en una situación calcada a la del Atleti con Maniche, operó con más cabeza: para regalarle, me lo quedó hasta junio e intentó sacarle provecho mientras tanto.
Sólo tres pivotes.
Y así el Atleti se jugó la carta suicida de apostar el éxito de su temporada a que la maltrecha rodilla de Motta se quitase de encima tres años de problemas y varias operaciones. No ha sucedido. El brasileño sólo ha jugado 309 minutos en la Liga, dando al anodino Cléber protagonismo de titular. Tras él, parches: un llegador como Maxi y un enganche como Jurado. Un erial por donde el balón pasa poco y sin sentido y en el que los rivales encuentran una escasa oposición física sin el despliegue, caótico pero constante, de Maniche.
Y la afición, adivinando un nuevo desplome en la segunda vuelta, le recuerda también a Aguirre que no quiso fichar a Riquelme porque no tenía hueco en una medular que ahora apenas existe. Y ya no hay solución, el Atleti está obligado a tirar hasta el final con lo que tiene: Raúl García exhausto, Motta renqueante y Cléber siendo Cléber. Aguirre decidió que Maniche y Riquelme eran prescindibles y sólo la Champions le daría la razón. Sin centro del campo y sumando 1,2 puntos por partido, parece difícil que gane esta partida.
No fichar a Riquelme, el otro pecado
El caos en el centro del campo ha reabierto otra herida entre Aguirre y la afición: la decisión de no fichar a Riquelme. Cuando el acuerdo entre Atlético, Villarreal y jugador era total, el técnico y Pitarch decidieron parar su llegada porque no le veían sitio en el once. Creían que no podía jugar de mediocentro y que las bandas estaban ya cubiertas. El tiempo no les ha dado la razón: sólo Raúl García ha rendido en el medio, es imposible que Román hubiera aportado menos que Reyes, Cléber se ha hinchado a jugar y Jurado y Maxi han improvisado como pivotes. ¿De verdad no cabía Riquelme en este Atleti?