Primera | Atlético 1 - Athletic 2
El Athletic vivió del suicidio rival
El Atleti se adelantó y controlaba. Un jugadón de Javi Martínez y un fuera de juego pusieron el 1-2. La defensa falló en ambos. Patético Medina Cantalejo
Ganó el Athletic y eso es lo que cuenta, porque en la situación que vive el equipo de Caparrós, con el descenso al acecho, las formas son lo de menos. Ganó y ya está, pero si se preguntan qué hizo para lograrlo no esperen una larga lista de virtudes. No. Simplemente le fue imposible no llevarse los tres puntos ante los instintos suicidas de su rival y el desbarajuste que montó un árbitro malo que se cree bueno, lo que le convierte en terrible: Medina Cantalejo. Un fiera.
Pero si el Atlético se esconde detrás del árbitro seguirá haciendo lo que mejor hace últimamente: poner excusas baratas, negar lo evidente, culpar siempre a otros. El pupas y bla bla bla. Bostezo. Si dejó vivo a un Athletic que había dado el partido por perdido a los cinco minutos fue sólo culpa de su espíritu churrigueresco, de su incapacidad para apuntillar al enemigo caído.
Si luego recibió dos goles inverosímiles, evitables para cualquier equipo juvenil, fue porque no tiene centro del campo y su defensa es una triste verbena. Y Pitarch y Aguirre pueden decir misa. No fichar en enero ha sido la decisión más indefendible desde que se pusieron de moda las mallas y los calentadores. Y eso era en los 80, cuando Marte controlaba nuestras mentes.
Ganó el Athletic, sí. Y en Bilbao aún hoy deben seguir alucinando. A los cinco minutos un centro envenenado de Antonio López acabó en gol después de rozar en Iraola y que Agüero no llegara. Por cierto, Kun se apresuró a decir que no era gol suyo pese a que parecía todo lo contrario. Tal vez el pícaro marcado no lo sea tanto. Medina, en una muestra más de su competencia, se lo apuntó en el acta a Amorebieta que ni andaba por allí...
Con el 1-0, el Atleti, muy mejorado en el juego con la entrada de Jurado por el anodino Cléber, dominó sin oposición: pero un remate al larguero de Luis García fue su único peligro real. Lo demás, fuegos de artificio. Así que el Athletic, que llevaba media hora escondido debajo de la mesa, asomó la cabeza por si se estaba perdiendo algo. Y no tardó ni un minuto en empatar.
El 1-1 unió dos exhibiciones: la de Javi Martínez y la de la defensa del Atleti. Sí, sí, exhibición, porque si de hacer algo de manera extraordinaria se trata, la zaga rojiblanca alcanza cotas de incompetencia sublimes. Y se supera cada día. Citando a Groucho, partiendo de la nada ha alcanzado las más altas cimas de la miseria. Antonio López lanzó una falta al área bilbaína y Javi Martínez controló el balón en su punto de penalti. En vez de despejar, salió de allí como un mariscal.
A su paso quedaron Raúl y Luis García, Jurado y Pernía. Nadie fue capaz de alcanzarle, de frenarle, de agarrarle. Nada. Un desastre. Y al chaval, un proyecto fenomenal, no se le nubló la vista tras 70 metros de carrera. En el momento justo habilitó a Susaeta, que no estropeó la obra de arte. Bien por ambos. El Athletic vive un presente gris, pero su pasado y su futuro aún brillan.
El segundo. Vista la superioridad local, el empate parecía un accidente. Pero justo antes del descanso se juntaron Pablo y Medina y, claro, de una asociación semejante sólo podía surgir un desastre. Yeste lanzó una falta y Llorente marcó tras partir en fuera de juego y ganarle la posición a Pablo como si en vez de 1,92 midiese metro y medio. Un central contundente, vamos. Eso sí, el recurso del delantero de sacar la espuela para marcar fue meritorio.
Si el Atleti aún creía en la remontada, Medina se encargó de acabar con su fe a los 52', cuando expulsó a Raúl García por una faltita que no es amarilla ni en una manifestación pacifista. Después compensó perdonando un penalti y expulsión al siempre lúcido Pablo por agredir a Aduriz. Y, de broche, entró en el juego de Caparrós premiando las continuas pérdidas de tiempo con una prolongación ridícula. Todo aderezado por un desfasado aire marcial.
Y se acabó. El Athletic se encerró sin disimulo, las urgencias acobardan, y Armando salvó el único destello del Kun. Respiran los leones mientras el Atleti se tambalea. Al final, Cerezo y los jugadores emprendieron un fuego cruzado de acusaciones y el Sevilla llega como un misil. Quien se hiere a sí mismo no es el pupas, es un mal chiste.
El detalle: Pablo agredió a Aduriz
Medina había perjudicado gravemente al Atlético y Pablo debió pensar que podía tomarse la justicia por su mano. Desgraciadamente, acertó. En el minuto 60 y con el juego transcurriendo por otros lares, el central agredió a Aduriz con un codazo en la cara dentro del área, como se ve en la imagen. Debió ser penalti y roja directa, pero Medina, en su línea, no vio nada.