Internacional | Inglaterra
La tragedia del United cumple 50 años
Ocho jugadores del equipo inglés fallecieron víctimas de un accidente aéreo, el 6 de febrero de 1958
Intenten imaginarse Chamartín sin Di Stéfano ni Puskas; Barcelona sin Cruyff, sobre el césped o en el banquillo; al Atlético por encima de Luis, de Futre; o un Valencia en el que nunca hubiera jugado Kempes. Ése es el tormento que amargó a los fans del Manchester United que vivieron con y tras la tragedia aérea de Múnich, el 6 de febrero de 1958. El accidente en el que perdieron la vida ocho jóvenes futbolistas de uno de los mejores, quizá el mejor elenco de red devils que se recuerda. Un equipo mítico destinado a hacer historia.
El reloj se detuvo para siempre en Old Trafford a las 15:03 de hace hoy justo cincuenta años. Lord Burghley, el avión que transportaba desde Belgrado al United recién clasificado para las semifinales de la Copa de Europa, tras superar al Estrella Roja, había realizado una parada para repostar en el aeródromo de Múnich. En medio de una densa niebla, sobre una pista impracticable por la cantidad de nieve fundida, el vuelo 609 de la Brittish European Airways se estrelló contra una casa en su tercer intento de despegue. 21 de los 44 pasajeros, siete de ellos futbolistas rojos, murieron en el acto. Dos semanas más tarde, en el hospital Rechts der Isar de la capital bávara, fallecía también y con apenas 21 años Duncan Edwards, el alma de aquel jovencísimo equipo que en apenas dos años había alcanzado sobrenombre de grupo mítico: The Busby Babes, los bebés de Matt Busby, el entrenador que trajo la primera gran época al United.
Busby Babes.
El Chelsea, campeón inglés en 1955, había despreciado la posibilidad de participar en la primera Copa de Europa, pero Busby, un determinado manager escocés, decidió saltarse la tradicional autocomplacencia británica, exagerada (por aquellas fechas) en asuntos de fútbol. Tras ganar plácidamente la Premier en 1956 y 1957, Busby sentenció: "Con toda modestia: en Inglaterra no hay un equipo que pueda competir con este Manchester". En verdad, los Busby Babes imponían a su fútbol un desparpajo que poco, o nada, tenía que ver con el vetusto estilo directo británico. Una descarada forma de atacar importada de la Hungría de Puskas y Kocsis, y a la que contribuían algunos de los futbolistas con más talento en su generación: Bobby Charlton, Taylor, Pegg y, sobre todo, Duncan Edwards. Edwards, que mantuvo durante más de 40 años el récord de precocidad con la selección inglesa, era un todocampista capaz de defender, pasar y llegar al ataque. Con tales mimbres, Busby decidió que las Islas debían formar parte de un torneo que el Real Madrid, campeón de las primeras cinco Copas de Europa, comenzaba ya entonces a hegemonizar.
Pero llegó el desastre, y del horror nació la leyenda. Hasta el accidente, el United figuraba como uno de los equipos más populares por la juventud y la libertad con la que Busby hacía jugar a sus futbolistas. El desastre contribuyó a que nuevos fans convirtieran en un romántico, casi épico desafío la aspiración perdida en Múnich, ganar algún día la Copa de Europa. Y en 1968, cuando el propio Busby (que permaneció en Old Trafford 23 temporadas) logró por fin llevar a Inglaterra el primer trofeo de grandes orejas, el ambiente se parecía más al de un homenaje que a una fiesta. El manager se sentó a una mesa del hotel Rusell, de Londres, rodeado por supervivientes y por familiares de aquellos que perecieron en la tragedia. Y comenzó a cantar el melancólico y esperanzador himno mundial de Louis Armstrong, What a wonderful world, Qué mundo más maravilloso.
Sólo Bobby Charlton no cantó. Estaba tan emocionado que decidió no abandonar su habitación. "No puede soportarlo", explicaba su mujer, Norma, a los que preguntaron. "Los extraños se acercan a él para decirle la gran noche que es, pero él sólo sabe acordarse de los que ya no están aquí".
Los 'Bussy Babes' malogrados
Jones
Mediocentro de 24 años. Empedernido y bonachón fumador en pipa. Su viuda dio a luz tres meses después del accidente.
Colman
Interior diestro. Tenía 21 años, el más joven que pereció en el desastre. Apodado caderas de serpiente, tras popularizar un complicado regate.
Taylor
Delantero centro, 25 años. Su traspaso, del Burnley, le costó al United 30.000 libras de la época. Era implacable por arriba.
Edwards
El más talentoso, líder del equipo. Con él, se dijo entonces, Inglaterra habría ganado el Mundial 58.
Pegg
Extremo zurdo. Hijo de un minero de Yorkshire, de 22 años. Estaba destinado a suceder a Finney en la selección inglesa.
Whelan
Delantero. Murió a los 23 años y era irlandés, católico devoto. Sus últimas palabras: "Si es el final, estoy preparado". El lunes salió un sello en su honor.
Byrne
28 años. Defensa que antes jugó de extremo zurdo. Su hijo Roger, recogepelotas en Old Trafford, nació ocho meses más tarde.
Bent
Defensa reserva de 26 años. Fue padre de una niña sólo cuatro meses después de su muerte.