Copa del Rey | Real Madrid 0 - Mallorca 1
Al Madrid le falla su pegada
Nada se le puede reprochar al Real Madrid, que jugó bien, creó ocasiones, mostró entrega y compromiso, pero al que le faltó su habitual efectividad ante el gol el día que más la necesitó. Será el Mallorca quien estará en cuartos de final, donde se medirá al Getafe. El Madrid fue derrotado con el arma con el que acostumbra a superar a sus rivales.
El fútbol es caprichoso y el Real Madrid ha sido víctima de uno de esos caprichos que tantas veces le hicieron feliz. El conjunto que entrena Bernd Schuster completó uno de sus mejores partidos de la temporada, fue muy superior al Mallorca, pero lo faltó lo que le suele sobrar, acierto ante el gol. Disfrutó de infinitas ocasiones y todas ellas las desperdició. El Mallorca tuvo una y la convirtió. El equipo de Goyo Manzano pagó al Madrid con la misma arma con la que suele ajusticiar a sus rivales.
En el fútbol las diferencias las marcan, entre otros muchos aspectos, la calidad individual, la técnica, la preparación física, los sistemas, pero también la actitud y, sobre todo, los goles. El éxito pasa por una combinación de esos ingredientes. Sin calidad es complicado triunfar, pero sin actitud se antoja casi imposible. Al Real Madrid le sobró toda la actitud que le faltó en la ida y completó uno de sus mejores partidos de la temporada. Dominó con autoridad, estuvo bien situado, movió el balón con criterio, supo abrir el juego por las bandas y fue infinitamente superior al Mallorca, al que pudo golear. Pero el Mallorca tuvo lo que le sobra siempre al Madrid, acierto y efectividad en el remate. Tuvo una ocasión en todo el encuentro, la convirtió en gol y ahí se ganó el pase a cuartos de final.
Disfrutó de innumerables ocasiones, pero las malgastó de mala manera y reclamó, sin insistir demasiado, algún penalti. Higuaín y Saviola dieron todo un recital de cómo desperdiciar oportunidades. Remates desde todas las posiciones, posturas y distancias, con la cabeza y con los pies. Los balones que no se fueron fuera terminaron siendo despejados por Moyà, el portero del Mallorca que fue acribillado en la primera parte y terminó convertido en figura.
La combinación de titulares y suplentes que presentó Bernd Schuster fue capaz de dibujar una imagen del Madrid que se acercó más que ninguna otra a esa excelencia que se busca desde todos los estamentos del club. Eso nos devuelve a la reflexión anterior. La actitud aumenta las virtudes y disimula los defectos.
Algunos futbolistas como Drenthe, por la izquierda primero y la derecha después, y Gago, que esta vez sí mandó, tuvo presencia y mostró su jerarquía, completaron quizá su mejor encuentro desde que aterrizaron en el Bernabéu. No se puede decir lo mismo de Saviola o Higuaín, tan entregado a la causa madridista como peleado con el gol. Y entre medias de todos ellos surgió de nuevo la figura de Guti, perfecto director de orquesta.
El Mallorca sufrió el buen juego del Madrid, vivió encerrado en su campo en el primer tiempo y apenas tuvo el balón en sus pies. Nunca se sintió cómodo y respiró aliviado cuando el árbitro señaló el camino de los vestuarios. No le gustó lo que vio a Goyo Manzano, que en el descanso retiró a Trejo para dar entrada a Ibagaza. Con ese cambio comenzó a ganar el pase a cuartos.
Se espabiló algo el Mallorca, se dio cuenta de que había vida cerca de la portería de Dudek y ganó seguridad en defensa. Por momentos pareció dormido el Madrid, que, sin embargo, no tardó en recuperar el mando e inclinar de nuevo el campo a su favor. Acosó al Mallorca, buscó el gol por todos los caminos posibles, pero las ideas ya no eran las mismas que en el primer tiempo y el conjunto de Manzano no sufrió tanto.
La salida de Van Nistelrooy por el lesionado Saviola fue anecdótica y Robinho no aportó más que algún regate por la izquierda. El Madrid fue perdiendo profundidad, comenzó a alejarse de la portería de Moyà y acabó sorprendido y derrotado con sus mismas armas. Valera sacó una falta, Cannavaro y Marcelo no estuvieron atentos e Ibagaza superó a Dudek con una sutil vaselina. Ahí se acabó la Copa para un Madrid acostumbrado a vivir de su pegada y al que le faltó gol el día que mejor jugó.