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Segunda | Hércules 1 - Málaga 1

Un punto de normalidad

El Málaga fue mejor, pero empató sobre la bocina

Segunda División destiñe color gris. El fútbol, que en general suele ser generoso con los osados, con el talento, con el espectáculo... se transforma en una especie de Mister Hyde en ese subuniverso que es la categoría de plata. En la mayoría de los casos, se alía con los antihéroes. Ese papel oscuro lo cumplen con frecuencia una suerte de futbolistas a los que se encarga la destrucción, el trabajo sucio. Segunda es coto, por ejemplo, de centrales y pivotes. También de delanteros de brega, estáticos. Hay poco sitio para los fantasistas. Centrales fueron por ejemplo Goikoetxea y Muñiz, que se conocieron camino de Soria.

Goiko aterrorizó en sus tiempos mozos a Maradona y Schuster. Por eso quizá es tan buen técnico para esta Segunda División. El vasco planteó un partido a la inversa, dejando al Málaga la responsabilidad a pesar de ser el visitante. El Hércules eleva el discurso cuando se habla de jugadas de estrategia, su manantial de puntos. Sabe que al final mete una, venga de una falta lateral, de un córner o de un simple saque de banda. César, también central y ex internacional como su jefe, aprovechó una de sus subidas para adelantar a los alicantinos. El ovetense ya había tirado una clarísima ocasión en el 41' tras un córner, pero se redimió cazando un balón en el área tras dos intentos de remate de Blas Pérez. Habría que preguntarse en qué pensaban Hélder y Weligton cuando dejaron al gigante panameño con Rossato. Su gol fue un jarro de agua fría para el Málaga, que llevaba casi todo el partido rondando el área de Unai.

Unai demostró por qué se ha pasado casi 400 minutos sin recibir un gol. Está bien arropado y además para. Ha pasado por encima del pedigrí de Prats y Aragoneses. Su reacción en la volea de Jesús Gámez, en algún tiro de Salva o en la falta que Rossato mandó a la escuadra le confirman. Lo contrario que Goitia, que no parece el mismo. Alguien le ha robado la confianza y lo está transmitiendo. También Hélder, que se despista con batallas menores, como la que tuvo con Blas Pérez.

Cuando el Málaga saltó al Rico Pérez vio un césped malo, gradas blanquiazules... Pensó que estaba en casa. Por eso llevó la iniciativa el grueso del partido. Era la trampa de Goiko, que sabía que los malagueños querían dar caza al Numancia y acabar con su racha de tres partidos sin ganar. Pero el 1-0 con el tiempo casi agotado despertó al Málaga de su romanticismo. Cuando entendió que no se premia al mejor, tuvo un último arreón y devolvió al Hércules el golpe con su propia medicina. Salva aconsejó a Gerardo que sacase la falta con maldad y acertó. Sergio, otro central, se la jugó a su amigo Unai. Un empate al estilo de Segunda, un punto lleno de normalidad.