Copa del Rey | Granada 74 1 - Atlético de Madrid 2
Forlán nunca se toma días libres
El ururguayo abrió la lata. El Atleti ganó al trantrán. Llenazo en Motril. Un golazo de Luque dio vida al Granada 74. Volvió Miguel y Falcón salvó el empate
La constancia es una virtud raramente identificada con el talento y la genialidad. Error. Miren a Diego Forlán, un fuera de serie que no entiende de musas esquivas e inspiraciones súbitas. Él está siempre, inamovible, sin estridencias, una referencia permanente que tranquiliza a niños, abuelas y compañeros. A sus rivales algo menos, por supuesto. Ayer, ante el Granada 74, en un partido donde 90 minutos parecían 90 horas y el Atlético se dejaba llevar, el uruguayo decidió resolver junto antes del descanso.
Y lo hizo. En el 44, enganchó una volea que José Juan sacó de milagro. Milagro fútil, podríamos decir, porque dos minutos después Raúl García encontró a Forlán entrando por la esquina del área y éste remató raso y cruzado. Un disparo calculado con regla y cartabón para encontrar el diminuto hueco entre lo que tapaba el portero y el gol. Lo encontró. 0-1 y a la caseta. Aguirre le dio descanso en la segunda parte. Bien merecido lo tenía.
Hasta el doble destello de Forlán, el partido había ofrecido poco, tirando a nada. Sólo la afición de Motril, que abarrotó el estadio, parecía motivada. Tapia lanzó un mensaje claro al dejar en el banquillo a su mejor futbolista, Luque, y al más capaz de romper esquemas, Aranda. Los jugadores del Atleti, conscientes de que debían ganar hasta a medio gas, intentaban no chocar entre sí en un campo que parecía de fútbol-7 y no sufrir percances. Al fin y al cabo, hay vuelta en el Calderón, y esto vale para poco, parecían pensar ambos.
En serio, alguien debería presentar una querella criminal contra el genio de la Federación que decidió suprimir el partido único. Los grandes estarán contentos, porque el número de sorpresas se ha reducido al mínimo, pero es un atentado contra el espectáculo. En un calendario tan apretado como el de nuestro fútbol, malgastar cuatro fechas en partidos que no sirven para nada y que, lógicamente, tienden al tostón, sólo lo puede entender un... Bueno, dejémoslo en que nadie lo puede comprender.
Pese a la desidia y que el balón botaba como si fuese de rugby, el Atlético nunca sufrió. Esa es su nueva personalidad, gana por inercia. De hecho, hasta la aparición de Forlán, la única ocasión clara había acabado con un paradón de José Juan en un tiro con rosca de Simao, otro que empieza a conocer las bondades de la constancia. El Granada 74, amagaba sin dar, ni tan siquiera soltar un golpecito.
Justo lo contrario que el Atleti. Nada más volver del vestuario, un centro de Simao acabó en gol de Mista o, concretamente, de su rodilla, porque no quedó muy claro si él balón le golpeó a ella o viceversa. Da igual, porque aunque hoy el dúo Forlán-Agüero todo lo resuelve, Aguirre puede acabar necesitando un tercer delantero de verdad y entre las lesiones, la falta de puntería y los pocos minutos, Mista amenazaba con quedarse para agitar la toalla en el banquillo. Volver así, le dará vidilla.
Caras nuevas.
No fue la única buena noticia para el Atlético, que disfrutó al fin del regreso de Miguel de las Cuevas. Catorce meses de suplicio han hecho olvidar su esperanzador verano 2006, Aguirre cuenta con él, así que no le pierdan la pista. Como a Nacho Camacho, que debutó a los 17 años y es de los pocos canteranos en los últimos tiempos que llega para quedarse. Hay futbolistas que ves que lo son sin necesidad de que toquen la pelota, éste es uno. Al tiempo.
Uno de esos canteranos atléticos que tuvo que emigrar fue Luque, que cumplió en los duros tiempos de Segunda. En esa categoría se quedó y ahora es una institución. Con razón. En el 53', Tapia decidió intentar maquillar la derrota y le puso en el campo. Cinco minutos después clavó una falta en la escuadra. Era el primer gol que encajaba el Atleti en 429 minutos.
Y aferrado a la zurda de Luque, el Granada 74 creyó un rato en el milagro. Incluso lo rozó cuando Juanlu se plantó sólo ante Falcón, pero éste recordó las estupendas sensaciones que dejó hace dos años, cuando ya le tocó hacer de portero interino, y remató el trabajo que Forlán había encarrilado un buen rato antes. Y a otra cosa.