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Primera | Atlético de Madrid 4 - Valladolid 3

Milagro en el circo Calderón

El Atleti ganó con diez y autogol rival en el 92'. El vodevil defensivo crece. Dos de Maxi. Perdonó el Valladolid. En el Manzanares, 21 goles en 3 partidos

<b>DESOLACIÓN. </b>Álvaro Rubio, Vivar Dorado y Rafa, tras el 4-3.

Cuando yo era niño, el mayor espectáculo que podía imaginar era ir al circo (sí, así de viejos somos). Ahora, entre tanta Play Station y alucinantes efectos especiales, el Calderón se ha hecho un hueco como el circo del siglo XXI. Lo tiene todo: malabaristas, payasos, Fieras y sorpresa final. Y si me pongo melancólico recordando la infancia es porque intuyo que haciendo crónicas de este Atleti no llego a los 40. Los tres últimos partidos en el Manzanares han sido un 4-3 al Sevilla, un 3-4 del Villarreal y, ayer, una victoria ante el Valladolid otra vez por 4-3, pero rizando el rizo: con diez jugadores y un autogol en la prolongación. Verlo para creerlo.

Y eso que la tarde había empezado con aspecto plácido para los rojiblancos. A los dos minutos, Maniche, que cada vez se parece más al motor que brilló en el Oporto, robó un balón, hizo la pared con Agüero y cuando parecía que se liaba por egoísta definió bien, con la colaboración de Butelle, un portero raro, raro, raro. Una vez más, el Atleti hacía un gol de la nada.

Con la ventaja, los locales intentaron dormir el partido y matarlo en una contra. El plan podría haber funcionado si a Simao y Reyes les diera por aparecer de vez en cuando. Supongo que Aguirre intenta gestionar la frágil moral de ambos extremos, pero que ellos amontonen minutos mientras Luis García bosteza en el banquillo empieza a cobrar proporciones de injusticia épica.

Eso sí, sin duda, la actuación más increíble de cada función es la de la defensa del Atlético, que hace honor a la frase de Groucho y partiendo de la nada está alcanzando las más altas cimas de la miseria. Tal fue el desastre protagonizado ayer por Zé Castro (no es blando, es líquido) y sus secuaces Valera y Pernía, que Aguirre perdió la paciencia y quitó al portugués para meter a Forlán y colocar a Raúl García de central, donde no le había probado ni en los entrenamientos.

En el banquillo estaba Eller, pero el técnico decidió dejarse de disimulos: mejor un experimento que esos dos centrales cómicos que Dios (o García Pitarch) le ha dado. Aplauso por la valentía y apunten la solución Motta como central para el futuro. En la rueda de Prensa posterior al partido, el típico periodista incordión le preguntó a Aguirre por su sorprendente cambio y al mexicano le salió del alma: "¿Qué quieres que haga, hijo?". Pues eso.

El Valladolid observaba estupefacto el vodevil local. Así se explica que sólo marcase tres goles pese al nivel de sus delanteros. El empate llegó antes del descanso en una contra que parecía abocada al fracaso hasta que Llorente, estupendo toda la tarde, le hizo el lío a tres defensas con una simple caidita de ojos. Víctor marcó a placer en un adelanto de lo que se avecinaba.

En los diez primeros minutos de la segunda parte se desató la locura con cuatro goles. Dos veces se adelantó el Valladolid con descomunal facilidad. Dos veces empató Maxi con similar ayuda defensiva, especialmente en el 3-3 donde Butelle salió mal y chocó con un compañero, pidiendo una falta que no fue. Cuando, en el 57', el Kun hizo un sprint de 60 metros para evitar un gol pucelano mientras la defensa miraba, Aguirre no pudo más e hizo el cambio del todo o nada.

La locura.

Con el Atleti desatado, el partido quedó en pies de Sesma, que forzó la roja de Valera y se encontró una autopista por su banda. Si llega a tener la mirilla ajustada en los centros y el remate, el Valladolid mete seis. En serio. También Agüero, en la genialidad suya de cada partido, y Maniche pudieron marcar, pero Butelle es un hombre justo: regaló dos y salvó otros tantos.

El último cuarto de hora salió a ocasión por minuto. Al Atleti, en su inconsciencia, le dio igual jugar con diez y se volc el Valladolid perdonaba una y otra vez. Lo dicho, el circo. Y quedaba la traca final. En el 91', García Calvo, que visto lo visto podría haber jugado en el Atleti hasta los cincuenta, sacó sobre la línea un remate de Agüero y en el córner consiguiente, Forlán centró, Pablo peinó y Pedro López se encontró cabeceando a su portería. Se desató la histeria colectiva, risas y lágrimas. Espectáculo puro. En el Calderón, lo increíble empieza a ser rutinario. Y es un placer.

EL detalle. Vuelta a casa de caminero

Antes del partido, el director deportivo del Valladolid, José Luis Pérez Caminero, aprovechó para saludar a los empleados del Atlético que quedan en el club desde su época como jugador rojiblanco, caso del doctor José María Villalón (en la fotografía). Caminero jugó en el Atlético desde 1993 a 1998, en los que marcó 40 goles y fue una de las estrellas del doblete.